Por Juan Pablo Sallaberry Diciembre 27, 2012

Un carabinero de civil se asoma con desconfianza ¿Sí? ¿A quién busca? ¿Es periodista?, pregunta en tono golpeado antes de permitir la entrada. Adentro en un recibidor mal iluminado, un televisor antiguo transmite para nadie las noticias de las 13.30. El lugar está amoblado con un sillón de cuerina negro y un par de estanterías en donde se amontonan archivadores y empastes con los discursos de Michelle Bachelet. La habitual reunión-almuerzo de los lunes se ha suspendido hasta nuevo aviso porque los directores tenían asuntos personales que hacer y la casona de tres pisos de ladrillos rosa en avenida Bilbao con Antonio Varas luce abandonada. En sus 10 oficinas hoy sólo trabajan la coordinadora general, María Angélica Álvarez  -que va algunos días a la semana-, una funcionaria de administración, un encargado de aseo y la periodista que mantiene al día la página web y el archivo presidencial. Es ella quien responde con negativas las consultas de cómo funciona, qué proyectos tiene, quién participa y cómo se financia la Fundación Dialoga, el centro operativo de Bachelet en Chile: “No sé si podemos entregar esa información, como sabes, somos herméticos”, explica. 

La idea era otra hace exactos tres años cuando, el 23 de diciembre de 2009, se constituyó Dialoga. Sus objetivos, además de proyectar el legado de la mandataria -quien se preparaba para dejar el gobierno- eran convertirse en un semillero de nuevos liderazgos políticos e incidir en la agenda pública con debates, talleres y reflexiones en base a los principios de la centroizquierda. Esto, según los estatutos de la entidad que fueron suscritos por un grupo de ex ministras de Bachelet: Clarisa Hardy, Carolina Tohá, Ingrid Antonijevic y Patricia Poblete, el 4 de enero de 2010 a las 11.30 de la mañana, en una alejada notaría de La Cisterna. El notario era un hombre de confianza del bacheletismo: el ex diputado y ex intendente socialista Armando Arancibia Calderón.

Para conseguir la personalidad jurídica -requisito para obtener donaciones- se designó a la entonces abogada de la Subsecretaría de Previsión Social, Alejandra Sánchez, como representante legal de Dialoga. El decreto se tramitó en tiempo récord y el 23 de febrero de 2010 el ministro de Justicia, Carlos Maldonado, le otorgó la personalidad jurídica “por orden de la Presidenta de la República”, según señala el documento tipo que se publicó el 27 de febrero de ese año. Sin embargo, por ser el mismo día del terremoto, la noticia de la puesta en marcha de la fundación se mantuvo en secreto durante varias semanas.

Pasando el sombrero

Tras dejar La Moneda, la ex presidenta se integró como directora a la ONG, y el 31 de marzo encabezó  su primera reunión de trabajo, instando al directorio a conseguir financiamiento fresco para los proyectos en carpeta. Según consignan las memorias y balances de la entidad, en ese encuentro Bachelet señaló que no eran suficientes los aportes entregados por los socios, quienes lograron reunir un patrimonio inicial de $ 25 millones, y se acordó que la directora ejecutiva Clarisa Hardy solicitara un crédito bancario para su cuenta personal por  $ 20 millones adicionales, el que luego sería traspasado a la fundación. La inauguración  se hizo en  abril con un cóctel en el patio de la sede, al que concurrieron artistas y lo más granado del mundo político concertacionista. 

Empezaban así los meses más auspiciosos para Dialoga, donde lograron movilizar aportes de privados como un convenio con Endesa Chile para realizar talleres en colegios de la VII Región afectados por el terremoto, proyecto liderado por la ex ministra Laura Albornoz y la ex directora de Junji Estela Ortiz. Según señalan en Endesa -empresa que preside Jorge Rosenblut (PPD), quien fue recaudador de fondos de campaña de Bachelet-, el aporte se mantuvo durante 2010 y 2011. Paralelamente, la fundación suscribió un acuerdo con Ciudad Sur, que agrupa a siete municipios con alcaldes de oposición de Santiago, para capacitación técnica. Además, lograron concretar proyectos con financiamiento internacional por US$ 180.000  con la Cámara de Comercio de Guayaquil y el Centro de Liderazgo y Gestión SAS de Bogotá. 

Lanzamiento de libros, seminarios en el edificio de Telefónica, organizaciones de charlas y reuniones de análisis con invitados políticos formaron parte de la nutrida agenda de la fundación, que terminó el 2010 con un excedente de $ 23 millones en sus cuentas.  Sin embargo, la partida de Bachelet a la secretaría general de ONU Mujeres a fines de ese año desestabilizó a Dialoga. Según cercanos a la entidad, por su alto cargo internacional la ex mandataria “dejó de pasar el sombrero” para conseguir fondos y la fundación se vio obligada a reinventarse. 

El éxodo 

Antonijevic fue la primera en renunciar. Dejó su cargo de tesorera para concentrarse  en sus actividades en el mundo privado. Sin la ex presidenta en Chile, Dialoga perdía el rumbo y varios optaron por buscar otras alternativas. Paula Narváez, del área de acción solidaria, se fue a estudiar a EE.UU. Sebastián Bowen, del consejo asesor de nuevos liderazgos, se fue a Haití, se cerró el área de estudios y propuestas, e incluso la secretaria histórica de Bachelet, Claudia Hernández, dejó la fundación.

Miguel Crispi, el coordinador de la escuela de formación política de jóvenes -considerado el proyecto estrella de Dialoga y que lleva dos generaciones y 60 egresados de sus talleres- decidió dimitir a fines de 2011 para dirigir Revolución Democrática (RD), el nuevo movimiento fundado por el ex líder estudiantil Giorgio Jackson. En su reemplazo dejó a cargo del área jóvenes de Dialoga a Sebastián Depolo, quien también prepara su renuncia para dedicarse exclusivamente a sus labores en RD.  

Hardy dejó la secretaría ejecutiva en marzo de 2011, aunque se mantuvo en el directorio y a cargo de los almuerzos de los lunes donde, en el amplio salón del tercer piso y con un buffet de ensaladas, se aborda con distintos invitados la agenda política. Entre los asistentes suelen participar Antonio Leal, Álvaro Elizalde, Francisco Javier Díaz y Alberto Arenas. El puesto de Hardy -quien según fuentes cercanas a la fundación era mal evaluada por no ser capaz de gestionar nuevos recursos- quedó  vacante. Se le ofreció al ex jefe de gabinete de Bachelet, Rodrigo Peñailillo, cuando regresó de sus estudios de posgrado en España, pero éste lo rechazó. En todo caso, Peñaillilo acude de vez en cuando a Diáloga, donde tiene oficina, pero ningún cargo formal. 

La “Jupi” asumió como coordinadora general y no tardó en imprimir su sello: Dialoga cerró las puertas al público y la página web ahora se dedica exclusivamente a difundir las actividades de Bachelet en ONU Mujeres, las entrevistas que concede a medios internacionales y los premios que recibe. Su estrategia, que comparte con Peñailillo, es mantener a la fundación en un discreto segundo plano, ya que cualquier movimiento puede ser interpretado como una señal política de Bachelet, quien alejada de las polémicas consigue liderar las encuestas de opinión. Aun así, Dialoga jugó un importante rol estratégico en las municipales, asesorando y coordinando apoyos a los candidatos de oposición. Pese a los tropiezos económicos -en junio de 2012, en su último balance registraban pérdidas acumuladas por $ 15 millones-, han desarrollado nuevos proyectos, como una red de mujeres para promover el liderazgo femenino a nivel comunal, iniciativa a cargo de Carmen Andrade.

Miembros de la fundación dudan que ésta pueda ser usada como comando de campaña cuando Bachelet sincere sus aspiraciones presidenciales y regrese a Chile, probablemente en marzo. Esto porque iría contra los estatutos de Dialoga y porque la entidad recibe financiamiento estatal, ya que hoy opera  con los $ 6 millones mensuales que otorga el Congreso a la ex presidenta por concepto de mantención de oficinas. Oficinas que la ex mandataria no ha vuelto a visitar.

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