Por Claudia Farfán M. y Michelle Chapochnick Noviembre 19, 2010

¿Usted reconoce a la persona que aparece en esta fotografía? El ministro Mario Carroza ha hecho esta pregunta en forma insistente a varios de los testigos que han declarado en la investigación por el crimen del senador Jaime Guzmán. En el retrato aparece la imagen difusa de una mujer delgada y de pelo oscuro, que está sentada en un café. El magistrado quiere confirmar que la identidad de la joven corresponde a la de Marie Emmanuelle Verhoeven, la ciudadana de origen francés que fue una suerte de doble agente en la guerra antisubversiva que inició el gobierno de Patricio Aylwin tras el asesinato del parlamentario de la UDI, en abril de 1991.

Sofisticada y de personalidad cautivadora, la hija de un gerente de la multinacional IBM en Bélgica, tuvo estrechos vínculos con los hombres más importantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR), como Sergio Galvarino Apablaza, Mauricio Hernández Norambuena y Juan Gutiérrez Fischman. Pero también con los aparatos de seguridad que estaban a cargo de terminar con el movimiento armado. Ahí sus interlocutores eran altos funcionarios de la Policía de Investigaciones y algunos antiguos militantes socialistas que integraban la red de inteligencia montada en la administración Aylwin.

Desentrañar el oscuro rol que ella desempeñó se ha convertido en una prioridad para el juez Carroza. Sobre todo, porque ella podría disponer de información relevante que inculpe a toda la jerarquía del FPMR en el homicidio del  senador, la tesis que quiere probar el abogado de la familia Guzmán, Luis Hermosilla. Hasta ahora su papel en la organización subversiva es confuso. En la policía de Investigaciones sostienen que la "comandante Ana", en algún momento fue la sexta jerarquía del Frente.

Sofisticada y de personalidad cautivadora, la hija de un gerente de la multinacional IBM en Bélgica, tuvo estrechos vínculos con los hombres más importantes del FPMR, como Sergio Galvarino Apablaza, Mauricio Hernández Norambuena y Juan Gutiérrez Fischman. Pero también con los aparatos de seguridad que estaban a cargo de terminar con el movimiento armado.

 No obstante, quienes integraron el movimiento subversivo afirman que la francesa nunca ocupó un cargo importante y que ni siquiera militó en la organización. Para ellos, la información privilegiada que manejaba Marie Emanuelle se debió a su cercanía personal con los máximos dirigentes del frente. Algunos la definen como "ayudista", otros como un "enlace".

En cualquier escenario, para el ministro es clave confirmar que la mujer de la fotografía, tomada el 28 de enero de 1993 por la Policía de Investigaciones es, en efecto, Marie Emmanuelle Verhoeven. La razón es que minutos después del registro gráfico que se tiene de la ella, los detectives logran capturar la imagen del personaje que verdaderamente importa al magistrado. Se trata de Sergio Galvarino Apablaza, en ese entonces el número uno de la organización subversiva. Rompiendo la rigidez de su vida clandestina, el Comandante "Salvador" llegó a las 8:42 p.m al Tavelli de Providencia sin saber que su amiga había alertado a la policía que iría a reunirse con ella en un lugar público.

Con seguridad, su actuación en ese café será una de las preguntas que incluirá Mario Carroza en el exhorto por el medio del cual interrogará a Verhoeven en las próximas semanas. Hace unos días el juez dio con su paradero en la ciudad de Nantes, donde vive desde que huyó de Chile, en 1995.

Secretos de una informante

Entre Sandino y el Frente

El líder del FPMR no tenía motivos para desconfiar de una persona a quien conocía desde la época de la revolución nicaragüense. Él formaba parte del grupo de chilenos que integró el Frente Sur del Ejército Sandinista. Ella, en tanto, llegó al país centroamericano, en 1984, diciendo ser representante de una ONG francesa comprometida con los movimientos de izquierda en América Latina. Con ese discurso solidario, Verhoeven trabó lazos de amistad no sólo con Apablaza, sino también con los hombres que más tarde formarían la jerarquía del FPMR. Ahí estaban Roberto Nordenflycht, Raúl Pellegrín y Juan Gutiérrez Fischman, más conocido como "El Chele" y con quien ella habría tenido una relación afectiva en esos años. Su cercanía personal con los futuros comandantes le dio acceso a información privilegiada sobre la estructura interna del Frente y, en menor o mayor medida, sobre el rol que comenzaron a jugar desde entonces cada uno de sus amigos chilenos.

Pero su vida en Francia en aquellos años tenía ribetes distintos. Ahí era una mujer de familia acomodada, con ideas progresistas y parte del establishment político del gobierno de Francois Mitterrand. De personalidad exuberante y contextura delgada, no pasaba inadvertida en la municipalidad de Nantes, donde trabajaba como una funcionaria más del PS. Ahí se mostraba como una mujer versátil. No tenía un título profesional, pero ése no era un inconveniente para desempeñarse como sicóloga de personas en riesgo social. Con algunos estudios básicos en esta disciplina, hacía creer que era una experimentada profesional de la salud mental.

¿Cuál era su propósito? Para algunos obedecía a su necesidad de figuración, sin embargo, en el expediente del caso Guzmán, algunos testigos han declarado que la razón era otra: Marie Emmanuelle Verhoeven participaba en el servicio de inteligencia francés y requería de una fachada para insertarse en los lugares donde vivió.

El 2009 en Brasil, Verhoeven fue detenida cuando se constató que existía una orden de captura internacional en su contra. Pero el problema se solucionó rápido. La PDI pidió a los detectives brasileños que la dejaran libre. La razón, una vez más, se mantuvo bajo un aura de misterio, tal como sucedió cuando la ayudaron a salir por la Cordillera de los Andes.

En ese doble juego, según fuentes judiciales, se habría contactado con exiliados del gobierno del general Augusto Pinochet. Y de esa manera habría conocido en Francia a personajes como Óscar Carpenter y Lenin Guardia, dos de los agentes que más tarde serían claves en la desarticulación del FPMR. En ese contexto, la mujer también conoció al chileno Italo Retamal, con quien se casó en 1985 para luego radicarse en Santiago.

La doble vida de Marie

"No creas todo lo que digan de mí", le dijo una ambigua Marie Emmanuelle a Retamal en pleno 1995. Llevaban varios años separados y se encontraban frente a frente en la casa del documentalista del PC, ubicada en Vicuña Mackenna con Departamental. Minutos después, Retamal la vio alejarse con rumbo desconocido y se preguntó una vez más quién era realmente la mujer con la que se había casado 10 años antes.

Esa fue la última vez que se le vio en el país. La francesa huyó definitivamente de Chile atemorizada por las sospechas que se cernían sobre ella. Después de largo tiempo en que pudo ocultar su calidad de informante de los servicios de inteligencia del gobierno de Aylwin, supo que el FPMR ya no tenía dudas sobre su traición.

La desconfianza de los antiguos amigos que conoció en Nicaragua comenzó en 1993. Haciendo gala de su condición de sicóloga, Marie Emmanuelle visitaba la cárcel de San Miguel para prestar ayuda profesional, entre otros, a dos de los autores del asesinato de Jaime Guzmán, Ricardo Palma Salamanca y Mauricio Hernández Norambuena. Con este último pasaba largas horas conversando en privado, porque tenía carta blanca como funcionaria de Gendarmería. Un año antes, la institución la contrató como especialista en temas de rehabilitación, sin conocer sus vínculos con el movimiento subversivo. Quien la recomendó para ese puesto daba plenas garantías de la idoneidad de la francesa. Se trataba de la conocida periodista de la revista Análisis, Odette Magnet, quien al igual que muchos creyeron que la sofisticada mujer era una comprometida militante de izquierda.

Secretos de una informante

Marie Emmanuelle cumplió muy bien su libreto hasta que un día, según un cercano al FPMR, realizó una insólita y seria sugerencia que hizo dudar de su coherencia y lealtad: secuestrar a los hijos pequeños del entonces director nacional de Gendarmería, Claudio Martínez. Pero hubo otro hecho que fue mucho más determinante. De acuerdo a esta misma fuente, Mauricio Hernández había planeado una fuga desde la cárcel de San Miguel, pero ésta fracasó porque fue detectada por los organismos policiales. Entre los sospechosos de haber filtrado esa información estaba la francesa.

Hay quienes atribuyen las primeras suspicacias del doble rol de Verhoeven a su decisión desesperada de abandonar el país junto a su hijo Nikolai, lo que finalmente se concretó de manera ilegal, en mayo de 1992,  con la ayuda de la Policía de Investigaciones. En esa operación clandestina participó activamente el controvertido comisario Jorge Barraza, uno de los más importantes nexos que tuvo la mujer en los aparatos de seguridad chilenos. Según ha escrito el detective en su libro "Tributo a Nuestra Patria", él recibió la orden de parte del director de Investigaciones Nelson Mery.

A sus cercanos y amigos, sin embargo, Marie Emmanuelle les dijo otra cosa: el motivo de su huida era de carácter personal, pues "la condición de frentista de su ex marido ponía en riesgo la vida de su hijo". Sin embargo, Retamal niega esta versión y hoy asegura que nunca perteneció al movimiento subversivo. De hecho, él ha pensado en demandar a los detectives que ayudaron a salir del país al pequeño Nikolai.

Después de pasar unos meses en Francia, ella volvió a Chile hasta que optó por regresar en forma definitiva a la ciudad de Nantes y tomar distancia  de la cada vez más complicada vida como informante.

Un aura de misterio

En septiembre de 2009, Marie Emanuelle Verhoeven pasó su pasaporte en el aeropuerto de Sao Paulo sin el menor atisbo de tensión en su rostro. No tenía motivos para estar nerviosa, pues en los últimos años se había desplazado por varios países sin que nadie le recordara su oscuro pasado en Chile. Sin embargo, el estado de ánimo de la francesa cambió sólo unos momentos más tarde cuando el agente de la Policía Internacional de Brasil ordenó su detención tras constatar que existía una orden de captura internacional en su contra.

De inmediato, su actual marido, el ex frentista Juan Gutiérrez Moya, se comunicó con un abogado de derechos humanos en Chile en busca de ayuda. Sin embargo, ésta no fue necesaria porque desde la Policía de Investigaciones de Santiago se pidió a los detectives brasileños que dejaran libre a Verhoeven. La razón, una vez más, se mantuvo bajo un aura de misterio, tal como sucedió cuando le proporcionaron los medios para salir por la Cordillera de los Andes, en 1992.

La pareja volvió con posterioridad a la ciudad de Nantes, cerca de París. Allí vive hace 14 años con los dos hijos de Marie Emmanuelle. Como sucedió en el pasado, Verhoeven trabaja hoy como sicóloga en un centro de rehabilitación para menores. Sin embargo, ya no tiene contacto con los hombres que alguna vez dirigieron el Frente. De hecho, se fue a vivir a Europa para olvidar un capítulo de su vida que creía cerrado.

Sin embargo, cuando llegue el exhorto de Carroza se verá enfrentada a la disyuntiva de contar o no todo lo que sabe sobre el FPMR y acerca de la operación de inteligencia que desarticuló al movimiento armado. Mientras el magistrado espera las respuestas de la enigmática agente, ha hecho una misma pregunta a varios testigos que ha citado a declarar: ¿cree usted que Verhoeven tiene las herramientas para ser un agente de inteligencia? Algunos han dicho que sí y otros que no. Respuestas disímiles que no se escapan a la ambigüedad que mantuvo este personaje.

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