Por Claudia Farfán M. Octubre 1, 2010

© José Miguel Méndez

Michelle Bachelet no accedió a conversar con Patricia Politzer sobre su paso por La Moneda. La periodista nunca tuvo claras las razones de tal decisión, pero hoy dice que, a la larga, eso fue mejor para su libro, porque le permitió escribir con total libertad y sin cortapisas sobre los cuatro años en que ella estuvo en el poder.

El resultado de un año y medio de investigación y más de  40 entrevistas está contenido en el libro Bachelet en Tierra de Hombres, donde Politzer se puso objetivos: explicar la incógnita de su avasalladora popularidad, revelar el machismo que enfrentó en el mundo concertacionista y desmitificar los prejuicios que se instalaron sobre su falta de liderazgo.

En esta entrevista, la  autora y ex directora de Comunicaciones del gobierno de Ricardo Lagos se refiere a los principales episodios del primer libro que aborda el mandato de Bachelet.

-Usted explica que la idea de escribir sobre el ascenso de Michelle Bachelet al poder surge por el trato despectivo que sufrió ella de parte de la elite. ¿Por qué le pareció relevante abordar el tema?

-Me impresionó el "ninguneo" brutal del que era objeto por parte de la clase política, empresarial y de algunos sectores religiosos. Toda la elite estaba de espaldas. Me pareció, entonces, que era necesario comprender ese desconcierto y, sobre todo, entender las razones del fenómeno Bachelet.

-¿Esta suerte de machismo es parte del pasado?

-Un grupo fue entendiendo la singularidad de la ex presidenta. Otro no tuvo más remedio que rendirse a la adhesión avasalladora que genera  y algunos siguen sin comprender. Esto parece ocurrir con el ex ministro Juan Antonio Guzmán. A propósito de la popularidad que ha adquirido Laurence Golborne, él dice que es el resultado de un desarrollo profesional consistente, a diferencia de lo que sucede con Michelle Bachelet, a quien describe como un fenómeno comunicacional. ¡Esto es no entender nada!.

-Por lo que usted escribe, da la impresión que Ricardo Lagos tampoco confiaba en su ministra de Salud cuando asumió su gobierno. De hecho puso a su amigo, Hernán Sandoval, a cargo de la  reforma a este sector.

-No digo que no confiara, pero el ex presidente no sabía mucho de ella cuando la nombró. Él quería asegurar la reforma con un salubrista reconocido, como era su amigo, el doctor Sandoval. Hasta que de repente explotó el fenómeno que nunca más paró.

"Salvo para algunos que apostaron por Soledad Alvear como candidata presidencial casi hasta el final del gobierno de Lagos, para el resto del mundo político era un absurdo que una mujer pudiese llegar a La Moneda".

-Usted relata que un ex integrante del Segundo Piso de Lagos le comentó que "Bachelet se sentaba aquí a llorar y no mostraba ninguna capacidad de mando".  ¿Cómo se entiende este juicio?

-En mi investigación, hablé con gente de esa época que recuerda las quejas que ella manifestaba. Sin embargo, lo mismo hacían en la etapa de instalación del gobierno otros ministros, como el poderoso Nicolás Eyzaguirre, a quien no le resultó fácil la relación con el mundo político. La diferencia está en que si era un hombre quien reclamaba era parte del juego político, y cuando esto venía de una mujer era incapacidad y falta de dedos para el piano. Un machismo inconsciente pegado a la piel.

-¿Qué le parece que el entonces ministro José Miguel Insulza se refiriera a Bachelet y a Soledad Alvear como las "niñitas" del gabinete?

-Salvo para algunos que apostaron por Soledad Alvear como candidata presidencial casi hasta el final del gobierno de Lagos, para el resto del mundo político era un absurdo que una mujer pudiese llegar a La Moneda.

-¿Por qué cree que fue un "estigma indeleble" para Bachelet que el ex ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre se refiriera a ella en público como "la Gordi"?

-Porque hasta hoy hay quienes hablan de ella en esos términos, ya sea en forma despectiva o cariñosa. ¡Eso no se habría hecho nunca con un presidente hombre!

Decisiones drásticas

-Usted relata que cuando Bachelet formó su primer gabinete llamó directamente a sus ministros para pedirles el RUT, a fin de evitar cualquier filtración. ¿Tiene que ver esto con su desconfianza al mundo político?

-Ella tiene claro que, desde que decide ser presidenta, entra a un campo minado y debe protegerse. Sabe que conducirá una coalición política que la mira con reticencia y que, además, está en fuerte descomposición.

-¿Por qué llega a la convicción de que ella era muy dura con sus asesores y ministros?

-Que sea amable y  pueda ponerse en el lugar del otro en un 100% no significa que se le puede pasar a llevar. Michelle Bachelet tiene un carácter fuerte.

-¿En ocasiones inflexible diría usted?

-No, más bien drástica en las decisiones que toma. De otro modo, no habría podido gobernar.

La Moneda de Bachelet

-Según su investigación, se desprende que cuando alguien cae en desgracia con ella no hay vuelta atrás. El ex ministro del Interior Andrés Zaldívar decía que nadie lo  escuchaba  en La Moneda, y su sucesor en el cargo, Belisario Velasco, se lamentaba por el trato humillante que le dieron antes de su salida.

-En el caso de Zaldívar, creo que la presidenta se dio cuenta rápidamente de que había cometido un error al nombrarlo.  Sin embargo, cuando decide  hacer el cambio de gabinete, resulta  muy doloroso para ella removerlo, y eso hace que tome distancia de él en los días previos a su salida. La situación de Belisario Velasco es distinta. Tiene que ver con la complejidad del momento político que se vivía post Transantiago y previo al mayor cambio de gabinete de su mandato. El entorno de la presidenta lo fue dejando aislado.

-¿Se refiere al círculo de hierro que integraban su jefe de gabinete, Rodrigo Peñailillo; el director de Comunicaciones, Juan Carvajal; y la encargada de Programación, María Angélica "Jupi" Álvarez?

-Ése era su grupo operativo más cercano.

-¿Cómo se explica que este grupo haya podido aislar a un ministro del Interior?

-Como parte del engranaje que se forma alrededor de cualquier presidente. Todos los gobernantes tienen un primer círculo que intenta  protegerlos, especialmente cuando las cosas no andan del todo bien, y éste no fue un caso distinto. A dicho grupo, sin embargo, se le atribuyó más importancia de la real, porque Michelle Bachelet optó por no contar  con un Segundo Piso del nivel que acompañó a Ricardo Lagos.

-Siempre se ha dicho que ellos fueron clave en proteger la imagen de la ex mandataria. En particular, Juan Carvajal.

-A mi juicio, éste es un tema sobrevalorado. ¿Fue tan trascendente que la presidenta "retara" a sus ministros en público en una oportunidad? ¡No tiene ninguna relevancia en lo que fue su gobierno, cero! Bachelet vale por sí, misma. Ni la mejor campaña comunicacional es  capaz de construir un liderazgo tan potente.

Bachelet en la intimidad

-A diferencia de sus antecesores en el cargo, como es el caso de Eduardo Frei y Ricardo Lagos, Michelle Bachelet aparece en las encuestas con una gran proyección política. ¿Cómo lo explica usted?

-Hoy el mundo está pidiendo liderazgos más cercanos.

"Relato ese episodio (con Bunster) porque es público, porque muchas fuentes se refirieron a él. Y lo menciono debido a que da cuenta de esa tremenda capacidad de ser ella misma, de seguir siendo una mujer a la que le encantaría estar enamorada y tener una pareja, a pesar de estar en el cargo más alto de la nación".

-¿El suyo es esencialmente un liderazgo femenino?

-Habría que aclarar qué entendenmos por liderazgo femenino. Ella tiene una condición especial para ponerse en los zapatos del otro, cualquiera sea este otro. Esa naturalidad tiene que ver con el lado femenino en el sentido de que no necesita los viejos símbolos patriarcales de autoridad para ser líder. A ella no se le caen las perlas de la corona por relacionarse en forma horizontal.  Por otro lado, tiene muy desarrollado el gusto por la vida. A diferencia de otras personas que van a las actividades sociales del cargo por cumplir, a ella le encanta estar con la gente y por eso muchas veces es la última en irse. El sentido del humor es una de sus características.

-¿Por qué usted decide recordar un hecho de su vida privada como es la aparición de Claudio Bunster?

-Relato ese episodio porque es público, porque muchas fuentes se refirieron a él. Y lo menciono debido a que da cuenta de dos cosas. De esa tremenda capacidad de ser ella misma,  de seguir siendo una mujer a la que le encantaría estar enamorada y tener una pareja, a pesar de estar en el cargo más alto de la nación. No deja de aspirar al amor, aunque es electa Presidenta de la República, y eso me parece un aspecto relevante de su personalidad.  Además, consigno el episodio porque muestra la dificultad que tiene una mujer empoderada para tener un compañero, por lo menos en Chile.

-¿Cómo describiría el fenómeno Bachelet?

-Es un fenómeno difícil de entender en una sola dimensión. Michelle Bachelet es engañosa. Es cercana, es de clase media, es madre soltera. ¡Puede ser cualquier mujer de Chile! Pero eso no es cierto, porque ella es una persona  excepcional en todo sentido, en lo humano, lo profesional y lo político. Eso es lo que explica su alta popularidad.

Guerras Soterradas

-Usted revisa también los conflictos políticos más importantes de la era Bachelet, y menciona la pugna entre "liberales" y "estatistas", que encabezaron los ministros  Andrés Velasco y Osvaldo Andrade, como una de las batallas más despiadadas. ¿Es efectivo que se recurrió a "espías y soplones" en esta disputa soterrada?

-Era una lucha por el poder fuerte, en la que cada actor hacía su propio juego para influir en las decisiones presidenciales.  No sé hasta qué punto Osvaldo Andrade pensó que podía "botar" a Andrés Velasco o más bien lo que él estaba haciendo era construir su propia carrera política. Si lo miro desde este punto de vista, él fue muy exitoso. Hoy es  un diputado respetable y presidente del PS.

-¿Andrés Velasco no tenía ambiciones personales?

-Supongo que sí, pero no creo, como se ha dicho, que él pudiese ser un regio ministro de un gobierno de derecha. Me parece que ésas son caricaturas.

-¿Esta batalla la ganó finalmente Velasco?

-Sin duda, Velasco tiene muchos méritos en la política económica, pero el gran logro corresponde a la presidenta Bachelet. El haber disfrutado de la máxima bonanza económica del país, ser socialista y entender que no se podía gastar a destajo, es un acierto suyo.

La Moneda de Bachelet

Párrafos seleccionados

Lo cierto es que, al igual que el resto de los dirigentes históricos, tampoco le veían mayor señorío a la Dra. Bachelet. Más aun, en el Segundo Piso (de Lagos) la ministra de Salud era recibida con cierta compasión cuando pedía ayuda para enfrentar el conflicto con Hernán Sandoval y avanzar en la reforma de salud. "La Bachelet se sienta aquí a llorar y no muestra ninguna capacidad de mando", comentaban por aquella época. La política es sin llorar, concluían, y pasaban a otra cosa mientras la ministra abandonaba sus oficinas sin mayores soluciones que la iluminaran.

***

A la mañana siguiente, el ministro (Insulza) subió al despacho del Presidente Lagos con una sonrisa un tanto felina: -Minuto de confianza, Presidente: Cecil B. DeMille, ¿lo vio anoche?- se refería a las grandes producciones del director hollywoodense como Los diez mandamientos. -No. -Por favor véalo, un verdadero Cecil B. DeMille. Habiendo examinado la portada de los diarios, Ricardo Lagos imaginó los vítores de la gente cuando Bachelet entró en el tanque a la población inundada. Le preocupó la situación de Insulza; su candidatura dentro del Partido Socialista podría no ser tan firme como él creía si no se evaluaba correctamente la situación y no se movía con prontitud.

***

Porque, tal como trabaja en demasía, también disfruta a plenitud, come más de la cuenta, trasnocha más de la cuenta y a veces habla más de la cuenta. Al igual que para la mayoría de las mujeres que ya cumplieron cincuenta, la dieta es una pesadilla permanente, pero ella optó por descartar ese problema al llegar a La Moneda. "Mientras sea Presidenta -sentenció- no me voy a preocupar de los kilos. Ésa es una tensión que no estoy dispuesta a agregar a mi vida. Puedo enfrentar cualquier problema o conflicto, pero ¡no con hambre!".

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