Por quepasa_admin Mayo 28, 2010

La hoja de ruta

En los primeros días de marzo el presidente supo que el lanzamiento de su gobierno sería el 21 de mayo. Las tareas inmediatas que demandaba la situación de emergencia así lo exigían. Pero no dejaría que el destino le doblara la mano. Si quería evitar que su gobierno se consumiera en la reconstrucción, debía establecer las condiciones políticas para relanzar su gobierno en el mensaje presidencial. Ésa era la fecha para establecer la hoja de ruta. A pesar de una instalación llena de desprolijidades, errores no forzados y escaramuzas con la UDI, en estos 70 días logró generar el capital político suficiente para decirle al país que la reconstrucción ya está encaminada, y que hay que pensar en el futuro.

El mensaje del 21 de mayo revela una visión estratégica clara del sello que el presidente quiere imprimir a su gestión. Pese al cambio de coalición gobernante, el discurso confirma la orientación general del modelo de desarrollo implementado por la Concertación -economía de mercado con un creciente énfasis en protección social-,  aunque introduce un giro significativo en los instrumentos que permiten alcanzar dichos fines. Un ejemplo es la política de salud.  Ella confirma la importancia de las garantías estatales AUGE -anteriormente rechazadas por la derecha- pero sugiere que los subsidios a la demanda (vouchers) tendrán un rol creciente dentro del sistema.  Lo mismo se aplica a las concesiones en hospitales.

La orientación que Piñera le quiere dar a su gobierno tiene, por tanto, una significación histórica. La confirmación del modelo de desarrollo tiene un valor más profundo que el de mera continuidad: es expresión de que la democracia chilena "se puso pantalones largos". Por primera vez en nuestra historia, parecemos estar fraguando una visión compartida de lo que debiera ser el Chile desarrollado, y lo que está en juego en las elecciones son los instrumentos y énfasis que cada coalición legítimamente considera más apropiados para alcanzar ese futuro común.

Sociedad de oportunidades y la nueva clase media

Durante la campaña, Piñera identificó correctamente el segmento del electorado que decidiría la elección: la clase media emergente. Bajo los gobiernos de la Concertación se desarrolló una nueva clase media con aspiraciones y necesidades de políticas públicas muy diferente a los grupos medios tradicionales. Aproximadamente el 25% del electorado pertenece a este segmento compuesto por personas de entre 25 y 50 años, con educación media completa o más, no universitaria, la mayoría de ellos con hijos y madres insertas en el mercado laboral remunerado. A pesar de poseer un ingreso por hogar similar a la media nacional, tienen una mayor participación en bienes de consumo, son más informados y están más conectados a la tecnología (celulares, internet). Alcanzaron condiciones de vida mejores a las de sus padres, por lo que son más optimistas frente al futuro, creen en el esfuerzo personal y aspiran a mayores oportunidades. Sin embargo, junto con esto, experimentan enormes fragilidades frente a la enfermedad o la pérdida del trabajo.

Las encuestas CEP de 1999, 2005 y 2009 evidencian que este segmento se inclinó por Piñera en la última elección a pesar de preferir a los candidatos de la Concertación en las anteriores. Los resultados de la segunda vuelta lo confirman.

El mensaje del 21 de mayo revela la intencionalidad del gobierno de consolidar su apoyo en este segmento. El discurso se estructuró de una manera amplia, inclusiva y no conflictiva, para generar la mayor aceptación posible. No obstante, la selección de temas, retórica y enfoque de las medidas apuntan en la dirección de consolidar el escenario que le dio el triunfo en enero; vale decir, un desplazamiento político y programático hacia el centro, y la conexión con nuevos segmentos que, circunstancialmente, le dieron su preferencia en esta elección.

El estilo de Gobierno

El discurso comienza a delinear también el estilo político del gobierno. Piñera ha demostrado habilidad para diseñar su estrategia, pero a la vez impericia en su implementación y en la comprensión de los límites del poder presidencial.

El discurso se estructuró de una manera amplia, inclusiva y no conflictiva, para generar la mayor aceptación posible. No obstante, la selección de temas, la retórica y el enfoque de las medidas apuntan en la dirección de consolidar el escenario que le dio el triunfo en enero, vale decir, un desplazamiento político y programático hacia el centro.

Piñera entiende bien, tal como lo hizo Ricardo Lagos en su gobierno, que en el sistema político chileno el mandatario juega un rol central en la definición del juego político y de las condiciones para el comportamiento de los distintos actores.  Es improbable que Piñera concentre energías en ser el líder de la coalición de gobierno, pero ya se puede apreciar, a diferencia de Bachelet, que no eludirá su rol estratégico en la relación de los partidos de gobierno. Así, el mensaje presidencial evitó interferir en las elecciones de la UDI.  Pese a su promesa de campaña de legislar sobre las uniones de hecho, excluyó el tema para no debilitar las opciones de reelección del senador Coloma, socio estratégico para contar con el apoyo del gremialismo en el Congreso.

A su vez, el mensaje presidencial le sirvió a Piñera para entrar de lleno en el territorio de la Concertación: hizo evidente la continuidad con la "obra gruesa" de sus gobiernos, planteó temas anhelados por la coalición (7% a los jubilados, Ministerio Social) e hizo suyas una serie de medidas previamente abordadas por ésta. Al presentar una agenda con políticas moderadas, centradas en ofrecer oportunidades y protección a los sectores medios, interviene en el difícil proceso de renovación que vive la oposición. En particular, la estrategia del gobierno de penetrar hacia el centro complica el debate acerca de si es que la Concertación debe crecer hacia la izquierda o bien si es que debe enfocarse en recuperar a los sectores emergentes que emigraron a la Alianza. Quienes están en el segundo camino quedan en una posición débil y deberán ser extremadamente finos para generar posturas públicas propias que los diferencien lo suficiente del gobierno como de los sectores que apuntan a la creación de un núcleo progresista. Por el contrario, la posición de ampliarse hacia la izquierda se fortalece: es el camino más rápido para mostrar una alternativa de gobierno.

Al igual que con las leyes para la reconstrucción, el gobierno plantea enérgicamente una agenda que apela a la mayoría del electorado, pero sin entrar en detalles. Los temas son lanzados al debate para luego detallar sus contenidos específicos en el trabajo legislativo, muchas veces a cuentagotas. Es una estrategia riesgosa, pues apunta a la generación de entusiasmo ciudadano respecto de las iniciativas, que luego es utilizado como mecanismo de negociación para poner presión sobre los parlamentarios. Así el gobierno no podrá acumular la reserva de buena voluntad que necesita para sacar adelante su agenda en circunstancias de que no tiene mayoría parlamentaria. Además, corre el riesgo de ser penalizado por una opinión pública que ya no tolera que se le cuente la verdad a medias ni que se abuse de la letra chica.

Más aún, el presidente parece no comprender bien las relaciones de poder que establecen las instituciones en Chile ni los límites al poder presidencial. El sistema institucional establece una lógica de gobierno en la que el mandatario tiene control casi absoluto de la agenda legislativa, pero enfrenta un Congreso con capacidad de veto. A pesar del gran poder del presidente, son los parlamentarios los que deciden finalmente el avance de la agenda del gobierno. El ex presidente Lagos fue muy exitoso en su relación con el Congreso, gracias a un activo proceso de negociaciones paralelas y permanentes con los parlamentarios. El gobierno actual ha actuado en sentido contrario. Ha asumido posiciones avasalladoras, restringió los tiempos para la deliberación y no ha generado mecanismos de diálogo eficientes. Todo esto resiente la relación Ejecutivo-Parlamento, que es indispensable para el avance de su agenda.

Los límites del estilo Piñera

Si bien la mantención de la orientación general de las políticas de la Concertación dará estabilidad al proceso de desarrollo, el mensaje presidencial no establece propuestas suficientemente innovadoras para hacer esperable un cambio de tendencia en el ritmo de crecimiento, el control de la delincuencia, la calidad de la salud, entre otras áreas. En lo medular, propone una suma de medidas de pequeña o mediana envergadura, muchas de las cuales ya están en aplicación o en debate parlamentario. Esto puede indicar que el presidente deposita una excesiva confianza en que mayores capacidades de gestión pueden desencadenar resultados significativamente mejores. La voluntad por poner el foco en los resultados parece confirmar esta impresión.

Esto es preocupante, ya que el financiamiento del programa descansa en los aumentos de recaudación provenientes del incremento en la tasa de crecimiento. En el mercado no hay certeza de que las propuestas del Ejecutivo sean suficientes para generar una tasa promedio de crecimiento del 6%. La encuesta de expectativas económicas de mayo del Banco Central proyecta un crecimiento esperado para el 2010, 2011 y 2012 de 4,5%, 5,6% y 5,4% respectivamente. Si es así, la meta del 6% promedio sería prácticamente imposible.

En suma, el nuevo presidente ha mostrado capacidad para generar un diseño político que puede conectar con el nuevo Chile y sus necesidades.  Sin embargo, el éxito de su gestión dependerá de la capacidad para generar una relación constructiva con el Congreso y de diseñar mecanismos innovadores para mejorar las perspectivas de desarrollo de nuestra economía. Nada de esto será fácil.

*AninatElacqua Consultores

Relacionados