Por José Ramón Valente Mayo 14, 2010

© Andrés Pérez

La joya de la corona del programa de gobierno de Sebastián Piñera es la eliminación de la pobreza extrema al término de su período presidencial, el 2014, y la derrota a la pobreza sin apellidos el 2018, lo cual se convertiría en la más valiosa cosecha de la siembra realizada durante su gobierno. La columna vertebral de la estrategia para lograr tan ambicioso objetivo es poner a la economía chilena lo antes posible en una senda de crecimiento de al menos 6% al año. La llave maestra para retomar el crecimiento es lograr que la inversión suba considerablemente hasta llegar a representar al menos un 28% del PGB.

Es por esta razón que el alza de impuestos que se anunció como parte del paquete de financiamiento para la reconstrucción ha resultado tan controvertida entre los propios partidarios del presidente. No hay duda de que el alza del royalty a la minería, el aumento del impuesto a las utilidades de las empresas, la reducción de los incentivos al ahorro para los trabajadores de alta calificación y la no inclusión de la depreciación acelerada como parte del proyecto equivalen a vaciar un camión con piedras en el camino de lograr los objetivos de inversión, crecimiento y reducción de la pobreza que se plantearon en el programa de gobierno.

Si convenimos en que la lógica de los párrafos anteriores es correcta, es más fácil entender la vehemencia con que el instituto Libertad y Desarrollo se ha opuesto al alza de impuestos. Pero entonces, ¿qué razón podría haber impulsado al gobierno a promover dicha iniciativa? Una posibilidad es que en La Moneda consideren que la erradicación de la pobreza es un objetivo más del gobierno entre otros muchos de igual importancia. En tal caso, una forma pragmática de gobernar sugeriría que es factible, y hasta deseable resignar un objetivo si esto ayuda a lograr otros. El terremoto habría generado una oportunidad única para aplicar este pragmatismo. De esta manera, si bien el alza de impuestos aleja al gobierno de la senda de crecimiento económico deseada, le permitiría generar apoyos políticos para lograr otros objetivos, tantos o más importantes como por ejemplo avanzar en la agenda de seguridad del ministro Hinzperter, o en la de educación del ministro Lavín o en la de trabajo de la ministra Merino.

Quienes entienden la política como el arte de lo posible, aparecerán respaldando plenamente al gobierno si piensan que ésta es su estrategia. Sin embargo quienes, como Margaret Thatcher, consideran que el secreto del éxito de un gobierno es generar consensos en torno a las propias convicciones, aparecerán como opositores a la forma de gobernar que estaría inaugurando el presidente Piñera. Para estos últimos, lograr consensos transando los principios sería un signo de debilidad que llevará inevitablemente al fracaso del gobierno.

Simpatizando completamente con la visión de la señora Thatcher, tiendo a pensar que, es demasiado temprano para evaluar la forma de gobernar del presidente Piñera. El alza de impuestos apunta en la dirección equivocada, pero no podemos sacar conclusiones todavía respecto a la decisión del gobierno de resignar objetivos tan relevantes como la erradicación de la pobreza. Creo que es factible suponer que Piñera es mejor estratega de lo que pensamos y que ninguna de las dos hipótesis que se plantearon antes, y que de alguna manera representan las posturas imperantes hoy entre los adherentes al gobierno actual, es la correcta. Alternativamente se podría argumentar simplemente que estamos al comienzo de la pista de carrera, que la meta es el 2014 y que lamentablemente la pista tiene obstáculos que sortear. Para sortear la primera valla, el gobierno ha decidido retroceder unos cuantos metros, pero sólo como una forma de tomar el suficiente vuelo para poder saltarla. De ser así en las próximas semanas y meses debiéramos ver una avalancha de iniciativas pro inversión, pro crecimiento y pro empleo que más que compensarán el efecto negativo del alza de impuestos. Si, por el contrario, nada de eso ocurre la conflictividad entre el gobierno y una buena parte de sus adherentes seguirá creciendo. El discurso del 21 de mayo podría ser un buen elemento de juicio para empezar a dilucidar esta polémica.

* Socio de Econsult.

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