Por César Barros Abril 3, 2010

La relación del empresariado con el nuevo gobierno será sorprendente y además paradojal. Los gobiernos de la Concertación -de centroizquierda o de izquierda a secas- estuvieron siempre a prueba respecto de sus convicciones sobre el modelo de libre mercado y la propiedad privada. Y la derecha y los empresarios, al saber que existía ese "punto blando", jamás dejaron de presionarlos por ahí.

En definitiva, el temor de los presidentes concertacionistas, y de sus ministros de Hacienda todopoderosos, a la reacción del empresariado -un mítico boicot- y  de la derecha, mientras tenían mayorías tenues en el Congreso, hizo inevitable una actitud de tremendo respeto. La infaltable presencia del presidente de turno en la Enade, la importancia de sus anuncios en ese foro y los comentarios posteriores, denotaban una relación mezcla de cautela y de búsqueda de amor por parte del Gobierno hacia el empresariado. Las giras al exterior también jugaron el mismo rol: eran el escenario para conocer más cercanamente a personas que lejos de aparecer como confrontacionales, pesadas o malintencionadas, eran simpáticas, abiertas y prácticas.

Difícilmente pudimos haber imaginado una mejor relación entre gobiernos de izquierda y empresarios como la vista en estos últimos 20 años, sólo empañada en una ocasión por un exabrupto, en la Enade, de un timonel de la CPC hacia el entonces presidente Ricardo Lagos ("déjenos trabajar tranquilos…").

Ahora todo será diferente. Muy diferente.

De partida, no habrá "superministro" de nada. Ya lo estamos viendo: Piñera sabe tanto o más de economía que cualquiera de sus ministros: no es Bachelet en brazos de Velasco, Frei en los de Aninat o Aylwin en los de Foxley. Tampoco habrá temor alguno a un boicot desde los poderes fácticos del empresariado. Este gobierno no se tendrá que comer al 100% las proyecciones fatídicas que se suelen hacer desde la derecha sobre los efectos de tal o cual medida. Para qué decir de la conquista de los corazones de los empresarios a través de viajes o invitaciones a La Moneda. Será innecesario. Mucho menos de la paciencia para escuchar peticiones que se aparten de la lógica estricta de la economía que se enseña en Chicago. Las discusiones serán muy técnicas, frías como un pescado, sin miedos ni complejos, y con ribetes políticos que ni siquiera serán consultados en Enade o en las oficinas de la CPC.

"Mientras la Concertación optó por girar a la izquierda, pero señalizando hacia la derecha, hoy el nuevo gobierno optará por lo contrario. La discusión sobre los impuestos que hemos observado sólo en sordina, no hace más que confirmarlo. Al empresariado se le pedirá contención, compromiso y sacrificio. Y lo darán: no hay otra alternativa".

Los temores de este gobierno, en cambio, van por otro lado. Por la efervescencia social. Por el manejo de gremios poderosos a los que poco conocen. Por la búsqueda de votos parlamentarios hacia la izquierda. Y la contención de la "UDI popular". Y los que serán invitados a viajes y a las cenas de gala en La Moneda esta vez serán ellos, los que aprobleman el cuadro al mandatario. Los que serán consultados por la agenda de medidas e iniciativas legislativas también serán estos grupos, que deberían prepararse para hacerlo tan bien como en el pasado actuaron los empresarios con los gobiernos de la Concertación. Y los discursos más importantes ya no serán los de Enade, sino los de los encuentros con la CUT. De verdad no habría por qué culparlos: si la Concertación necesitaba crecer hacia la derecha para tener un Chile gobernable, la Coalición requiere hacer lo ídem, pero hacia la izquierda.

El empresariado, por su parte, puede estar tranquilo: no habrá iniciativas que atenten contra el corazón del modelo de mercado, como menor flexibilidad laboral, estatizaciones de hecho o de derecho, o definiciones exóticas de qué es empresa. No existirán ministros como Osvaldo Andrade, proponiendo amenazas de fondo al modelo.

Mal que mal, la estrategia de largo plazo de un gobierno de derecha será siempre pro mercado, salvo necesidad y urgencia. Pero otra cosa será la táctica. El ex ministro Nicolás Eyzaguirre le comentó hace algún tiempo a un amigo en común que la táctica de la Concertación -y la razón de su éxito- era "virar a la izquierda, pero señalizando hacia la derecha".  Bueno, lo que veremos ahora será todo lo contrario: giro a la derecha, señalizando a la izquierda. Para lo cual se le pedirá al empresariado contención, comprensión y sacrificio. Que lo darán, porque no hay otra alternativa. Y tendremos que comernos muchas bellotas verdes, como dice Carlos Larraín.

La discusión sobre los impuestos que hemos observado sólo en sordina, no hace más que confirmarlo. El gobierno de un gran empresario, cuestionado por moros y cristianos por conflictos de interés propios y ajenos, no puede aparecer ni como el de Silvio Berlusconi, ni como el mandadero de sus pares.

 

* Economista y empresario.

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