Por Enero 30, 2010

Lo que dejan las campañas

Las campañas son procesos en que se ven las luces y sombras de nuestra identidad nacional. En ellas se hacen visibles, para todos los ciudadanos, las virtudes y defectos de nuestra cultura, economía, política y sociedad. Las campañas tienen la facultad de desnudar al país, pararlo frente a un espejo y decir: "Esto somos, con esto empezamos, a partir de esto construimos".

Para hacer posible aquello, las campañas alcanzan niveles de estridencia que la vida diaria no toleraría. Lo paradójico de las elecciones es que con todo lo panfletarias, estridentes, caricaturescas y narcisistas que son, al mismo tiempo nos hacen sentir que en ellas hay una profunda solemnidad republicana. Sentimos que algo sagrado ocurre cuando vamos a votar, somos candidatos, servimos como vocales o ejercemos como apoderados. De ahí proviene la fuerza de lo que sentimos que se expresó en esta elección.

Se expresó en la demostración de que en el Chile de la Concertación las elecciones fueron siempre limpias. Se expresó en la campaña de la segunda vuelta, que demostró la dramática necesidad de una renovación en la Concertación, que tiene algo de generacional pero mucho más de institucional. Se expresó en que las ideas de centroizquierda siguen triunfando en Chile, prueba de lo cual es que en todas las campañas, incluso la de la derecha, tuvieron un rol comunicacional central. Y se expresó en la evidencia de que la Concertación debe estar haciendo algo mal, pues no logra convocar al electorado que adhiere a sus propias ideas.

Debido al rol que jugamos en la candidatura de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hemos tenido la oportunidad de observar lo que ocurrió. A pesar de jugar dichos roles que nos correspondieron, nos sentimos parte de una gran cantidad de concertacionistas que vivieron, se la jugaron y sufrieron en esta campaña, lo que nos ha permitido hacer una reflexión colectiva y transversal. Sabemos, sin embargo, que no tenemos ninguna exclusividad ni jerarquía en este debate que recién comienza. Hay muchos liderazgos que hoy están pensando las mismas cosas y entre todos tenemos que abrir espacios para que esta deliberación sea inclusiva y fructífera. Tenemos sí el deber de expresar y compartir lo que muchos nos han dicho que sienten respecto de este resultado. Sentimos que es importante expresar el dolor y esperanza de ese pueblo concertacionista y de centroizquierda que está triste por el resultado, pero que tiene la convicción de que tenemos mucho que  construir a partir de las lecciones de la derrota.

La razón de la derrota

Todos tenemos ideas y juicios respecto de las razones que han llevado a esta coalición exitosa a perder votos sostenidamente durante los últimos años, culminando en esta última derrota. Sin embargo, es preocupante constatar que la mayoría de los actores políticos no ha hecho más que reafirmar sus antiguas tesis y prejuicios a la hora de explicar lo sucedido. Unos hablan de los errores de campaña; otros de fallas en nuestra propuesta programática; otros de la falta de consideración de los sectores medios emergentes; otros de la falta de acogida a demandas de grupos organizados, como los funcionarios públicos o los profesores; otros culpan a nuestro candidato o a los demás candidatos de centroizquierda; y otros al agotamiento de nuestro modelo de coalición y al estilo de funcionamiento de nuestros partidos.

Tal como los ejes ordenadores de la antigua Concertación fueron la restauración de la democracia, la superación de la pobreza y el establecimiento de la protección social; los ejes ordenadores de la nueva Concertación deberán ser la instauración de la igualdad, inclusión, competencia y meritocracia en la cultura económica y social chilena.

Aunque tenemos opiniones claras en esta materia y las hemos expresado muchas veces, hoy preferimos hacer una invitación al debate antes que reafirmar nuestros puntos de vista. Hacer esta reflexión en forma honesta y profunda es una necesidad para volver a ser una opción competitiva y de mayoría en Chile. Ello implica una actitud de humildad y de diálogo, que permita escuchar las razones de los otros y no refugiarse en las convicciones y prejuicios propios. Es necesario dedicar este tiempo a esa tarea y emprenderla en cada partido así como en espacios transversales, abiertos a otros actores ciudadanos que tienen mucho que decir y que claman por ser escuchados.

Lo que hizo la Concertación de Partidos

Lo que vivimos hace dos semanas fue la culminación de la restauración democrática de Chile. Las discusiones pendientes sobre el sistema democrático (la obligatoriedad del voto, el sistema binominal, la elección de intendentes, etc.) sin duda que continúan abiertas, pero todos reconocemos que ya no existe (a lo menos de la boca para afuera) ningún sector cuya tesis política central sea la superioridad del autoritarismo por sobre la democracia, cosa que no era cierta hace diez o quince años.

Ricardo Lagos Weber

Adicionalmente, ya no existen sectores políticos significativos excluidos del Congreso. Ésa es obra de la Concertación, cuyo eje ordenador fue la restauración de la libertad e inclusión en nuestro país.

La restauración democrática tuvo otro gran elemento: la creación y legitimación del sistema de protección social. El desafío de la extensión de éste continúa abierto, particularmente hacia la clase media; pero todos reconocemos que (a lo menos de la boca para afuera) ya no existen sectores políticos en Chile cuya tesis de política pública central gire en torno al Estado mínimo y en oposición a los derechos garantizados, cosa que no era cierta ni siquiera cuatro años atrás. Ésa es obra de la Concertación.

El Chile que queda después de estos veinte años de gobierno es inmensamente mejor. Han sido dos décadas de avance constante y sostenido en todos los planos: la consolidación de la democracia y de las libertades públicas, el avance económico, la inserción internacional, la protección social, el desarrollo cultural. Chile hoy es más desarrollado y más justo, más libre y más educado que nunca en su historia.

No es raro, sin embargo, que el propio mundo de la coalición gobernante se sienta insatisfecho con su obra. Chile sigue siendo un país con desigualdades y exclusiones inquietantes, donde el contexto político e institucional hace difícil el avance de reformas sustantivas en temas claves como la educación, las normas laborales, el sistema tributario y la institucionalidad política, por mencionar algunas.

Explicar esas insuficiencias y darles respuesta es parte de la tarea de reflexión que hoy es necesario realizar.

La Concertación Ciudadana

Lo que podríamos hacer con la Concertación Ciudadana

En esta elección aparecieron cuatro cosas muy nítidas que debemos abordar con mayor fuerza hacia el futuro:

-El desafío de un sistema económico, y particularmente laboral, que muchos sienten que no los incluye como parte de un plan de desarrollo nacional, no los considera como socios de un proyecto, sino como un simple insumo, desechable y prescindible, que es apreciado sólo si es barato, flexible y sumiso.

-El desafío que representa la terca persistencia de la discriminación racial, sexual, religiosa y social; así como la desigualdad económica, regional, política, educativa y cultural en Chile.

-El desafío que constituye la frustración de las clases medias emergentes y sectores de emprendimiento popular que a pesar de sus esfuerzos se sienten excluidos del poder, con límites evidentes a sus oportunidades, con la sensación de que el Estado no les llega y por consiguiente abandonados a su suerte en la adversidad.

-El desafío que representa la sensación entre muchos ciudadanos de que todos sus esfuerzos y progresos no han sido acompañados necesariamente de mejorías en su calidad de vida; en definitiva, del logro de la felicidad, que aparece aún como un privilegio reservado para algunos pocos.

¿Qué tienen en común estos cuatro desafíos? A nuestro juicio, los cuatro expresan formas de desigualdad y exclusión. Es por eso que, tal como los ejes ordenadores de la antigua Concertación fueron la restauración de la democracia, la superación de la pobreza y el establecimiento de la protección social; los ejes ordenadores de la nueva Concertación deberán ser la instauración de la igualdad, inclusión, competencia y meritocracia en la cultura económica y social chilena.

Éste es un desafío político enorme, porque no hay manera de enfrentar la desigualdad sin mayor participación ciudadana. La sociedad chilena es demasiado heterogénea, las formas de exclusión son demasiado variadas, los límites a la meritocracia son demasiado robustos como para que las soluciones se le ocurran a una elite iluminada. Las soluciones las tenemos que encontrar en forma colectiva, participativa e inclusiva, y esto requiere una reforma política profunda de nuestra coalición.

Lo que serán nuestros partidos

Muchos aún somos militantes de partido, queremos continuar siéndolo y contribuir a su reforma y fortalecimiento. Creemos que no es concebible una Concertación sin partidos y entendemos que los cuatro conglomerados representan almas cívicas y culturas políticas que son el material fundamental con el que debemos construir.

Cada partido tendrá que llevar a cabo su proceso de reforma que se enmarcará en su propia cultura e historia. En ese sentido, no es esperable ni deseable que las reformas de los cuatro partidos de la Concertación sean ni simultáneas, ni idénticas… pero reformas tiene que haber. Tienen que modernizarse los procesos electorales internos; deben abrirse los espacios de debate y diálogo; tienen que transparentarse los mecanismos de toma de decisiones; incluir nuevas formas de participación y nuevos vínculos con la sociedad civil; y terminar con el clientelismo. Cada partido lo hará a su modo pero, desde nuestro punto de vista, el partido que no lo haga y prefiera el trance de un mantra -que se repite a sí mismo que no se encuentra en crisis y que está de algún modo exento de estos desafíos- se extinguirá lenta y tristemente, causando de paso un daño enorme al proyecto concertacionista.

Claudio Orrego

A nuestro juicio, un buen inicio para comenzar a discutir la reforma de los partidos es preguntarse en forma muy simple y abierta: ¿Cuál es el partido que nos gustaría tener? ¿Cómo es la vida de militante que nos gustaría? ¿Qué tenemos que hacer para que volvamos a sentir en nuestra vida partidaria esa solemnidad, esa profundidad que sentimos al participar de los ejemplares procesos democráticos chilenos? ¿Qué debemos hacer con nuestros partidos para que militar en ellos vuelva a ser algo democrático, inclusivo, entretenido y constructivo?

Respondidas estas preguntas utópicas, enfrentemos el proceso de crear esos partidos, sin escuchar tanto las voces del escepticismo interesado, ni del pragmatismo cínico, sino con el arrojo que merece la querida memoria de quienes construyeron nuestros partidos, pero ya no están.

La Concertación Ciudadana por construir

Con la misma fuerza tenemos que constatar que el actor central de la lucha por la igualdad, la meritocracia, la competencia y la inclusión será el ciudadano concertacionista. Muchos -ojalá la mayoría - volverán a poblar nuestros partidos: allí los necesitamos. Pero otros quizás escojan nuevas formas de participación, a las que debemos dar cabida. Creemos que ha llegado la hora de reconocer formal y operativamente la transversalidad que se encuentra en organizaciones ciudadanas de muy diverso tipo: de barrio; estudiantiles y juveniles; vecinales; profesionales y académicas; sindicales, religiosas y no gubernamentales; y también, por cierto, en nuevos movimientos y partidos de claro domicilio centroizquierdista. Todas ellas tienen importantes contenidos que aportar y liderazgos que debemos incorporar.

Con todo, la confianza ciudadana no la conquistaremos solamente con nuevos partidos, una nueva coalición y nuevas ideas. Todo ello debe ir acompañado de convicción, testimonio, pasión y ganas de construir el nuevo proyecto de la Concertación.

Ha llegado la hora de inventar un mecanismo de adhesión concertacionista transversal y de diseñar el marco de derechos y deberes políticos que ello debiera contemplar. Ha llegado la hora de comenzar a construir una Concertación de partidos ciudadanos y ciudadanos partidarios: la Concertación Ciudadana.

Un desafío enorme… ¿qué duda cabe? Es una forma nueva de coalición política que tenemos que inventar. Una forma que quizás nunca se ha visto, pero que todos sabemos es el modo del futuro. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo entender qué debe tener? ¿De qué manera debe operar?

A nuestro juicio, una buena forma para empezar es abriendo espacios  a un amplio debate y reflexión; no sólo sobre la derrota electoral, sino sobre el Chile de hoy y sobre cómo lograr que nuestras ideas puedan vincularse con la sociedad que juntos hemos construido. Debemos hacer esto retomando la manera horizontal de relacionarnos entre las estructuras partidarias y las múltiples y diferentes organizaciones ciudadanas que componen nuestro mundo sociopolítico; buscando reconocerse y reencontrarse; rearmarse y reorganizarse; para luego, con serenidad, conversar sobre cómo construiremos juntos esta nueva gran casa de la centroizquierda chilena.

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