Por César Barros Enero 30, 2010

A pesar de las encuestas, la tribu no estaba muy segura del triunfo. Más aún, con la arremetida final de la presidenta Bachelet, de los vaivenes del caso Frei Montalva, los resultados de Mori, las duras palabras de Carolina Tohá, la sonrisa confiada del alcalde Claudio Orrego. Y claro, sin ganar una elección por mayoría absoluta desde principios del siglo XX (porque don Jorge Alessandri lo hizo con una mayoría relativa más que estrecha), no era como para ponerse a galopar sin saber para qué lado tenía la cola el caballo. A las 16:45 recibí un SMS de Fernanda Otero: "Arriba, pero estrecho". Yo venía de votar en Chépica. Y ese "arriba pero estrecho" sonaba como al empate técnico de la Mori. A la cuadra de Rancagua, a las 17:05, otro SMS: "¡Ganamos!".

¿Qué sentí? La impresión es similir a la que viví cuando di la PAA. Al quedar admitido tuve una sensación de alegría, pero nunca tanto como uno se lo imaginaba de antemano: "Ah… quedé en lo que quería…". Sin saltos ni gritos, sino más bien con la sensación de un comienzo, con nuevas dificultades y desafíos, con la curiosidad de saber quiénes serían los nuevos compañeros de ruta.

Y ahora fue como igual: el rito solemne de la visita del candidato derrotado con su familia en pleno. El llamado del ministro del Interior. Luego de la presidenta. Los discursos respectivos. Todos ritos que van más allá de las pancartas y fuegos artificiales. Ese es el Chile que me gusta: austero y republicano. Con tradición. Con buenos ganadores y buenos perdedores. Con grandeza. Las caravanas con banderas y los bocinazos son del Chile que me carga: el de la farándula y el griterío.

Da pena ver las actitudes de los malos perdedores. Ser bad losers era un estigma en los colegios de formación británica. Vergonzosa es la actitud de quienes se niegan a hacer una oposición razonable. Increíbles las puñaladas por la espalda entre los perdedores. Inverosímil la actitud de culpar a la misma presidenta con la que se fotografiaron para ser electos. A quien citaban para aumentar sus votos. A quien se arrimaban para capturar su popularidad, como si ésta se traspasara por osmosis. Aquí se vio quiénes en la nueva oposición son políticos maduros, y pueden llamarse de verdad hombres y mujeres, y quiénes, en cambio, adoptan actitudes pueriles o histéricas frente a la adversidad.

Uno esperaría además que en el equipo ganador no haya codazos ni actitudes impropias para lograr un espacio en el nuevo escenario. Se ve mal. Es humillante. Y así como en la derrota aparecen los bad losers, en la victoria suelen asomarse los bad winners que son parte de la misma especie. La de los niños inmaduros, ansiosos por adueñarse del nuevo juguete.

La tarea que se viene encima es tremenda. No sólo por el tiempo en que la derecha no ha gobernado. Es por la dificultad de armar equipos. La sabiduría para no equivocarse (a nadie le gustaría ver un cambio de gabinete a poco andar: ¿se acuerdan de Zilic, Antonijevic o Provoste?). El presidente electo es además un hombre impaciente, estricto y estudioso. La semana pasada, en la comida de celebración del curso CVD 66-A, Gonzalo Mujica recordó que en tercera preparatoria nos interrogaron sobre las tablas de multiplicar. Casi todos guateamos entre la del 7 y la del 8. Menos Sebastián Piñera que las recitó perfecto. En el recreo, Gonzalo le preguntó cómo lo había hecho. Piñera, mostrándole la parte de atrás del cuaderno de aritmética con todas las tablas, le dijo: "Fácil, me las estudié toda la semana".

Lo peor que podría ocurrir es que este gobierno se rinda y termine siendo un "buen gobierno de centroizquierda". El galope tiene que empezar ahora y terminar el 11 de marzo del 2014. No podemos defender lo indefendible, como lo hicieron tantas veces los políticos de la Concertación frente a los errores de sus gobiernos.

Los que lo conocen o han trabajado con él lo saben de sobra. Es un jefe muy exigente, que se topará con la lentitud tremenda del aparato público. Así que los que quieran ser ministros, subsecretarios o intendentes, prepárense para una aventura de muchísima adrenalina, poco sueño, y ningún fin de semana. Los que creen que amasar una fortuna de la nada se logra sobre la base de la buena suerte, están muy equivocados (o no han formado una fortuna).

Los que oficiamos a veces de columnistas, y que hasta ahora fuimos de oposición, no podemos caer en las actitudes a la defensiva o en el relajo. Tenemos que ser los acicates para que las ideas de la centroderecha nunca claudiquen. Que Chile sea no sólo una República con instituciones fuertes, tradiciones y ritos, sino que también reine la austeridad, la probidad, y que lejos de constituir un país de empleados públicos, seamos un país de emprendedores que se rascan -en lo posible- con sus propias uñas, y salen adelante sobre la base del esfuerzo personal, la creatividad y la honradez. Donde se proscriba para siempre el famoso pituto.

Lo peor que podría ocurrir es que este gobierno se rinda y termine siendo un "buen gobierno de centroizquierda". El galope tiene que empezar ahora y terminar el 11 de marzo del 2014. Los que oficiemos de columnistas de esta tribu no podemos permitir ni la marcha ni el trote. No podemos defender lo indefendible, como lo hicieron tantas veces los políticos de la Concertación frente a los errores de sus gobiernos. Por eso precisamente los castigó el electorado en diciembre y en enero. Igual que en las empresas, los errores no pueden ser gratuitos, porque en la medida que lo sean, constituyen una invitación para volver a cometerlos. La lentitud, las excusas y esa costumbre tan típica de tirar el poto pa las moras debe ser eliminada de raíz. Y estaremos alertas a denunciarlas y a no defender a los incapaces, o a los que "creyeron que" o "pensaron que" (creíques y penseques son causas de perjudeques, nos decían en el CVD).

Vemos con esperanza esta oportunidad de demostrar que sí se puede (yes, we can). Que la derecha democrática dará un giro positivo al país. Que no hay que hacerles caso a quienes dicen que todos los avances de los últimos 20 años se perderán. Es importante recalcar lo que ellos le decían a los chilenos: que no da lo mismo quien gobierne. Que esto sí es un cambio. Para bien. Que para la Concertación es una prueba aprender a ser una oposición democrática y constructiva. Por todo eso: esto sí que es el paso final de la transición.

Finalmente, un mensaje a los amigos del Saint George´s de las generaciones 65-66-67 y 68. Nos ganaban en el fútbol. Nos sacaban la cresta en los interescolares de atletismo. Tuvieron más ministros, más políticos y hasta más guerrilleros que los del Verbo: pero nunca tuvieron un Presidente de la República. Con toda humildad, el "gran premio" estaba reservado para nosotros: ahora, tienen que comportarse como good losers.

* Economista

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