Por Jorge Navarrete | Abogado Del Río Izquierdo Diciembre 19, 2009

Con motivo de los resultados electorales del domingo recién pasado, se han producido fuertes recriminaciones al interior del conglomerado oficialista. Los cambios en el comando de Eduardo Frei dan algunas luces de los primeros damnificados, de la misma forma que las recientes declaraciones de Enríquez-Ominami han puesto nuevamente en el tapete a los presidentes de los partidos de la Concertación. Como también resulta obvio, no pasaron muchas horas antes de que la crítica también se dirigiera contra el propio candidato.

Sería un despropósito negar que Eduardo Frei Ruiz-Tagle carece de algunas cualidades que comúnmente asociamos al liderazgo político. En efecto, se trata de una persona que no derrocha elocuencia y que tampoco desata grandes pasiones electorales. Igualmente, a ratos sus silencios son más elocuentes que sus palabras y de alguna manera -quizás porque ésta es la primera elección competitiva que enfrenta en su carrera política- hemos percibido a un candidato algo confundido, cuando no contrariado con la dinámica de la campaña.

Dicho lo anterior, creo que resulta relevante contextualizar este escenario. La política también tiene que ver con otros atributos como la perseverancia, la voluntad, la convicción o la audacia. Frei fue el candidato de la Concertación porque legítimamente se impuso frente a varios otros que -aparentemente con más condiciones para afrontar este desafío- no estuvieron dispuestos a correr los mínimos riesgos que imponía esta campaña. Mientras unos desestimaban la posibilidad de hacer primarias u otros ni siquiera conseguían la nominación unánime de su propio partido, el que hace un año y medio todos descartaban como candidato, logró imponer sus términos sobre la base de algo tan simple como esencial a la actividad política: el hambre y las ganas.

De igual manera, me parece que las críticas que todavía veladamente se hacen a Frei deberían ser acompañadas de un juicio bastante más severo en torno al actual estado de la coalición de gobierno. Después de dos décadas de administraciones concertacionistas, las que sin lugar a duda le cambiaron el rostro a Chile, mucho también debe decirse sobre el agotamiento, la falta de ideas, el deterioro intelectual y moral de la clase dirigente, o la manera de hacer y decir las cosas, todo lo cual terminó por colmar la paciencia de muchos electores.

"Dime con quién andas y te diré quién eres", reza un viejo dicho popular. ¿Cuánto de los resultados electorales del pasado domingo también tiene que ver con las prácticas del oficialismo y los rostros que temporalmente lo representan? ¿Qué responsabilidad tiene el establishment oficialista en la irrupción de Enríquez-Ominami? En definitiva, ¿qué autocrítica hace la Concertación sobre su actual momento? Todos son generales después de la batalla. Por mi parte, tengo serias dudas de que cualquier otro candidato del oficialismo -al menos del elenco que estaba disponible a mediados del año pasado- pudo en definitiva haber tenido un mucho mejor desempeño electoral.

Pero así como para bailar el tango se requiere de dos, también el actual senador debiera revisar su desempeño público en esta campaña. A nadie se le puede pedir que se transforme en una persona distinta a la que finalmente es. Por lo mismo, y contrariamente a lo que he escuchado durante estos días, mi mayor queja se refiere a la ausencia de aquellas cualidades  que conocimos del ex presidente. En particular, por ejemplo, me refiero a la sabiduría para constituir sus equipos o a esa capacidad para hablar poco pero decir mucho.

Si hay algo que evidentemente fracasó como diseño electoral, fue esta peregrina idea de no contar con un jefe de campaña que cumpliera con las mínimas y esenciales tareas de todo comando: tomar decisiones y zanjar las discusiones; distribuir tareas y responsabilidades; y velar por la coherencia política global de las cosas que se dicen y hacen. Por el contrario, Frei optó por un modelo en el que quiso equilibrar poderes e intereses diversos, cuando no contrapuestos. Intentó navegar internamente por aguas turbulentas, pero sin un fuerte timón que fijara el rumbo. La consecuencia fue inevitable: rencillas permanentes, pugnas de poder, reiteradas filtraciones a la prensa, en definitiva ¿dónde estaba el piloto?

Lo anterior mermó la seguridad y contundencia del candidato. La abundancia de consejeros individualmente consultados acrecentó la percepción de que no existía una clara respuesta para los problemas que públicamente se le plantearon. Cuando ésta finalmente se daba, no siempre fue coherente con las otras cuestiones expresadas, todo lo cual generó algo de confusión en el electorado. De esa forma, Frei diluía su mayor patrimonio político: ser un hombre predecible.

Ser merecedores de un quinto mandato y así superar las dos décadas en el gobierno fue siempre un desafío mayúsculo. A treinta días de la decisión definitiva por parte de los ciudadanos, sólo algunos de estos problemas se han abordado y quizás corregido. Ya veremos si fue suficiente.

* Abogado.

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