Por Claudia Farfán M. y Ana María Sanhueza Septiembre 26, 2009

© Sebastián Utreras

Un cajero automático en la entrada de la Gran Logia de Chile de calle Marcoleta, en pleno centro de Santiago, se convirtió en un símbolo de los masones que aún siguen aferrados a la tradición de perpetuarse como una sociedad secreta. Hace unos años, cuando se instaló en el templo, los más ortodoxos se opusieron a su llegada ante el temor de que al usarlo, sus nombres quedarían registrados en el banco y se expondrían a revelar lo que aún conservan de sus tradiciones: su identidad. "Hay hermanos que todavía prefieren sacar dinero afuera para evitar que se sepa que son masones", cuenta uno de sus miembros.

La misma inquietud ha rondado por estos días entre algunos integrantes de esta institución frente al éxito internacional que ha tenido el nuevo best seller del escritor Dan Brown, El Símbolo Perdido, que ya tiene una primera edición de cinco millones de copias desde su lanzamiento, la semana pasada. En la memoria de los masones chilenos está el impacto que tuvo la primera novela de Brown, El Código Da Vinci, en la cual el protagonista fue el Opus Dei: vendió 80 millones de copias.

En la orden hay expectativas frente al nuevo libro de Brown, pero también existe desconfianza frente a las revelaciones que hace el escritor de los secretos que han guardado durante siglos. Pero en Chile existe un factor adicional. La novela  llegará al país en medio de una encrucijada de la masonería nacional. Pese a que en sus filas aún hay jueces, ministros de Estado, parlamentarios, rectores, generales y conocidos abogados, no ostentan el poder y ascendiente en la sociedad que tuvieron a mediados del siglo XX.

Al interior de la institución se pueden encontrar nombres como los  de los supremos Haroldo Brito, Hugo Dolmetsch y Rubén Ballesteros; también los de los senadores Carlos Cantero, Alejandro Navarro, José Antonio Gómez y Roberto Muñoz Barra;  o los de los abogados Jorge Ovalle,  Darío Calderón y Juan Agustín Figueroa. En el actual gabinete está también el ministro de Minería, Santiago González. Y más cerca aún de la presidenta Michelle Bachelet está su hijo, Sebastián Dávalos, un novato afiliado. 

Sin embargo,  la orden ha tenido una pérdida de influencia desde que tuvieran a su último representante en La Moneda, Salvador Allende, y antes en forma sucesiva a cinco mandatarios entre 1920 y 1952. La razón de fondo, según argumentan algunos de sus miembros, es que no han sabido amoldarse a los nuevos tiempos. Y también a los recientes casos de irregularidades en los que se han visto involucrados algunos  de sus integrantes.

De lo que se trata es que entren sólo los hombres mejor preparados. De ahí el desconcierto que reinó en la sede de Marcoleta cuando uno de los presentes le preguntó a Ricardo Lagos por qué nunca entró a la masonería. "La verdad, nadie me invitó", respondió el ex mandatario.

En 2007, la responsabilidad del ex gran maestro Jorge Carvajal -quien falleció este año- en los problemas financieros que afectaron a la Universidad La República le costaron la expulsión. El segundo hecho, y más grave, sucedió el año pasado, cuando también fueron removidos de la masonería el ex director del Registro Civil Guillermo Arenas y el ex rector de la USACh, Ubaldo Zúñiga,  ambos vinculados a la adjudicación fraudulenta de una millonaria licitación.

Aunque menos conocidos que estos episodios, el actual líder de los masones chilenos, Juan José Oyarzún, expulsó a 20 personas. "Con la Universidad La República, a mí me pasó lo mismo que a la presidenta Bachelet con el Transantiago: no tuve nada que ver y pagué los platos rotos", explica el hoy gran maestro. Y agrega: "He contado más días de pena que de gloria aquí".

El secreto de los hermanos

El propio Dan Brown lo dijo al promocionar su libro: La masonería es un movimiento "fascinante" y ha logrado mantenerse como un grupo "bastante secreto".

De lo que se trata en parte, según ellos dicen, es que entren sólo los hombres mejor preparados. De ahí el desconcierto que  reinó en la sede de Marcoleta cuando uno de los presentes le preguntó a Ricardo Lagos por qué nunca entró a la masonería.  "La verdad, nadie me invitó", respondió el ex mandatario. Ninguno podía creer que un personaje que contaba con todos los requisitos para transformarse en uno de ellos no hubiese sido reclutado: agnóstico, culto, estudioso y liberal.

La escena grafica la selectiva elección que ha caracterizado el ingreso de los más de 15 mil miembros de la orden en Chile y de los casi 500 postulantes que se presentan cada mes. La forma de entrar sigue siendo un proceso apegado a las tradiciones. Nadie puede hacerlo si no es recomendado por otro hermano y, cuando logra postular, una comisión de tres masones lo somete a un riguroso interrogatorio sobre su vida privada y profesional. Para ello, los seleccionadores incluso van a la casa del aspirante a cotejar lo que él declara. Después, el nombre del candidato es examinado por todas las logias de Chile y basta que un integrante se oponga para que sus aspiraciones queden truncas.

Sin embargo, tras las últimas expulsiones, al interior de Marcoleta se asegura que de aquí en adelante serán "mucho más exigentes en la selección", pues se reconoce que en el último tiempo bajaron la guardia. Donde no han cedido espacio, según dicen sus integrantes, es en las exigencias para ascender al interior de la jerarquía masónica. Una vez que alguien es aceptado, obtiene el grado de aprendiz (en esa categoría está hoy el ex presidenciable Alejandro Navarro). Tras dos años de estudio se pasa a la fase de compañero y, luego de dos años más, a la etapa de maestro. En cada una de ellas, los miembros deben demostrar consistencia intelectual a través de ensayos académicos sobre materias filosóficas  y temas de actualidad, los cuales deben exponer ante sus pares. Para algunos connotados personajes  esas exigencias  les  han obligado a estar "en sueño", como definen al período en que "congelan" su participación. Es el caso del senador Gómez, del  magistrado  Haroldo Brito, del presidente del directorio de TVN, Mario Papi y  del ex titular  de  Minería, Sergio Jiménez.

El código masón

De Pinochet a Allende

Lo que no ha variado tampoco es la dura sanción que reciben si es que llegan a revelar hacia afuera -al mundo pagano, como le llaman ellos- la identidad de algún miembro. "La razón es porque todavía hay cierto prejuicio con esta institución", cuenta Patricio Díaz Silva, autor del libro "Masonería en Chile", que acaba de publicar la editorial Ocho Libros. Según coinciden en la orden, en su origen fueron perseguidos por la Iglesia Católica por su pensamiento "antidogmático y progresista".

En Chile, al igual que en todo el mundo, los masones se enorgullecen de su tolerancia. Por sus filas han pasado nombres tan disímiles como el de Augusto Pinochet y el de Salvador Allende. El general perteneció a la masonería durante un breve tiempo, cuando estaba  de novio con Lucía Hiriart, más que nada para acercarse a su suegro, quien también formaba parte de la institución. En el caso del ex mandatario socialista hubo una afinidad más profunda. De hecho, integró sus filas durante varios años y cuando quiso retirarse para abocarse de lleno a su trabajo en La Moneda, sus hermanos no lo dejaron.

Pese a su cercanía con la figura de Allende, tras el golpe militar los masones no se pronunciaron públicamente en contra. Algo similar sucedió con el general Alberto Bachelet, padre de la presidenta, quien integró la  logia La Cantera, donde había varios uniformados de la Fuerza Aérea, los que nunca le prestaron apoyo. Al contrario: dictaron su retiro obligatorio por inasistencia mientras él estaba detenido.

El Ultimo Enclave

Aún en el Olimpo de los viejos tiempos  parecen estar los 200 miembros de la Logia Cóndor Nº 9. Allí, como en los otros 215 grupos que dependen de La Gran Logia de Chile, se mantiene  intacto cada uno de los rituales que tanto  interesaron a Dan Brown. Tal como en el siglo XVIII, se saludan con el característico toque de manos con los dedos flectados, aplauden para pedir la palabra y mientras hablan mantienen inmóvil su mano en el cuello.

No obstante, sus integrantes no son los de cualquier otra logia. Aquí por mucho tiempo han convivido los abogados René Abeliuk, Darío Calderón y Gabriel Cáceres con los ministros de la Corte Suprema Nibaldo  Segura, Juan Araya y Haroldo Brito. "Esta logia es conocida como la más importante e influyente", cuenta una fuente de  la institución.

Por sus integrantes, la Logia Cóndor Nº 9 es considerada la más influyente. Aquí por mucho tiempo han convivido los abogados René Abeliuk, Darío Calderón y Gabriel Cáceres con los ministros de la Corte Suprema Nibaldo Segura, Juan Araya y Haroldo Brito.

Al interior de ese grupo aseguran que su conformación es casual y obedece a razones de amistad. Sin embargo, históricamente el Poder Judicial ha llamado la atención por tener a varios masones entre sus miembros. Hoy,  de los 21 ministros que  integran la Corte Suprema, a cinco se les vincula con el movimiento. Por eso, a juicio de muchos, este tribunal es el último gran  baluarte de  los  masones  chilenos.

Muy cerca de ellos  hay otro enclave más pequeño en Investigaciones, que empezó con la era de Nelson Mery a la cabeza de la policía civil y continuó con Arturo Herrera. De hecho, hoy se está formando una logia en esa institución.

El vínculo entre radicales  y  masones ha sido casi indivisible en los gabinetes concertacionistas. Fue el caso de José Antonio Gómez en el ministerio de Justicia, el de Jaime Campos en la cartera de Agricultura, el de Sergio Jiménez en Minería y el de  Enrique Silva Cimma en Cancillería.    

En otras áreas, sin embargo, su ascendiente ha disminuido. Por ejemplo, en la Universidad de Chile, donde uno de sus más conocidos integrantes,  Luis Riveros -quien suena para suceder a Oyarzún en la Gran Logia-, perdió las elecciones para seguir en la rectoría.

Hoy en el Congreso los hermanos de la orden son contados, pero influyen discretamente y a través de estudiados argumentos, específicamente en los temas valóricos que se relacionan con las libertades y la educación. Por ejemplo, frente a la votación de la Ley de Divorcio, en el gobierno de Lagos, Jorge Carvajal pidió que se orientara a la que informalmente se le llama "bancada masónica" para que se aprobara esta reforma. Entonces, el protagonismo del gran maestro contra la posición conservadora de la Iglesia Católica fue relevante: como pocas veces, los masones se dieron a conocer públicamente y debatieron incluso su postura en la prensa.

Pero no es el único episodio en que han actuado como un referente. Ocho años antes fue un antiguo maestro de esta logia, como Raúl Rettig, quien fue designado para presidir la comisión de Verdad y Reconciliación. Luego, fueron parte de la Mesa de Diálogo e integraron la Comisión Valech. En el gobierno de Bachelet, además, los invitaron a discutir la ley de reforma a la educación y son miembros de la Comisión Bicentenario.

Pese a la pérdida de visibilidad que han tenido, los masones aún siguen siendo un sector importante en el mundo político. Sebastián Piñera, Eduardo Frei y Marco Enríquez-Ominami hicieron un espacio en su agenda para visitar la Gran Logia de Chile entre agosto y septiembre. Y en todos esos encuentros, los masones pusieron en aprietos a los abanderados con un tema que también les es de mucho interés: el aborto terapéutico. Allí, el gran maestro les planteó una idea que a muchos de sus hermanos les parece una salida: que sean las mujeres las que decidan a través de un plebiscito.

¿Qué es ser masón hoy?

Mucha especulación se ha tejido en torno a la masonería y sus ideales, organización y métodos de trabajo. La ha habido a través de novelas y películas que explotan un supuesto secretismo favorecedor de intrigas y propósitos inconfesables. También no han faltado los ataques basados en pretendidos objetivos de poder o de una cierta perversión a favor de postulados antirreligiosos. Lo cierto es que la masonería es una institución iniciática y de estudio que sólo busca perfeccionar a sus adeptos para aportar al ideal de una sociedad dominada por la tolerancia y el laicismo. 

Sus miembros adhieren a los mismos principios universales que la han denotado a lo largo de su historia y que identifican a la masonería universal, especialmente el cultivo de la fraternidad como medio para construir una sociedad màs humana. No es una iglesia, ni un partido político. Sus códigos son de simple reconocimiento entre miembros; nada hay de secretismo y se practica solamente la discreción que necesitan sus trabajos.

Hoy, más inclusiva y abierta, la masonería busca integrarse siempre activamente a la dinámica social: la apertura de sus sedes a visitas públicas, los actos públicos y la disponibilidad de páginas web hablan por sí solos de una institución integrada a la realidad social, no apartada de ella. 

No hay especulación literaria ni mentira provocada que afecte a la masonería en términos de la profundidad, significado y permanente validez de sus ideales. Desde la época en que los masones operativos de la Edad  Media transmutaron a masones dedicados a la tarea intelectual, ha sido permanente la voluntad de seguir adhiriendo a grandes principios que se seguirán siempre cultivando en pos de una sociedad mejor, más digna y fraterna.  Eso, más allá de la imaginación o mala intención de muchos que pueden vender libros o solapar ideas especulando sobre los contenidos, valores y proyecciones de la  masonería.

Masones: especie curiosa

Al comienzo del cuento The Norwood Builder, Sherlock Holmes le dice al visitante que recién ha entrado a su gabinete: "Usted ha mencionado su nombre como si yo debiera reconocerlo, pero más allá de los obvios hechos -que usted es un soltero, un abogado, un francmasón, y un asmático- no sé nada acerca suyo". De inmediato, el doctor Watson explica que fue un pequeño ornamento colgante en el brazalete del reloj que le dio la pista a su amigo sabueso.

Los masones son una especie curiosa cuya naturaleza anfibia hace difícil, no tanto su identificación, como sus orígenes y propósitos insondables. El aura de misterio artificioso con que les gusta rodearse, sus ritos iniciáticos, logias y templos, los símbolos con que se reconocen, en fin, su esoterismo hermético relamido, los vuelve sospechosos. Buena parte de lo que se dice de ellos es muy probable que sea intencionalmente falso; alimentan el misterio tanto la "hermandad" como sus enemigos no menos coludidos en querer mantener el cuento. Quizás, el asunto es mucho más simple: no habría ningún misterio detrás, aún cuando se trate de una organización celosa, poco transparente que, de ese modo, camufla los motivos aterrizados de sus miembros.

Es decir, sería una sociedad alguna vez secreta que se remontaría (si hemos de creerles a sus miembros) a agrupaciones corporativas de la Edad Media, asociadas al rubro de la construcción, legatarias de conocimientos supuestamente ocultos de cuando se edificó el Templo de Salomón o de fuentes egipcias más antiguas, igual de vagas. Según Frances A. Yates, estudiosa de los rosacruces y de la tradición hermética renacentista, en algún momento estas células albañiles comenzaron a concebirse en términos menos prácticos, asumieron posturas filosófico-especulativas, extendiéndose a grupos más sofisticados. En paralelo y confundiéndose con estas otras vertientes, durante el siglo XVII surge la masonería moderna que, luego, se expande desde varios centros -Escocia, los principados alemanes y Francia-, tornándose con el correr del tiempo, en un movimiento ilustrado, revolucionario y laicizante, generándose antipatías mutuas, por de pronto con la Iglesia Católica, que la excomulga.

Cuántas de las sociedades secretas de principios del siglo XIX son masónicas, no sólo políticas, es típicamente un coto de caza, fértil para historiadores faltos de temas que investigar, para aficionados a teorías de la conspiración, y, por supuesto, para masones declarados o no. ¿La Logia Lautarina supuestamente de Miranda, San Martín y O´Higgins, fue masónica, produjo la Independencia, era siniestra, se apoderó del gobierno de la primera época republicana? Después de litros de tinta y ningún estudio definitivo, no cabe sino seguir especulando.

Lo mismo ocurre en épocas recientes en que, anfibiamente, persiste en funcionar a la intemperie y en profundidades oscuras. Conocemos a algunos de sus miembros; respecto de otros, se sigue conjeturando. Tampoco es descartable que cierta alta proporción presumible de masones en instituciones públicas esté dando cuenta de una red de protección, reclutamiento y asistencia mutua. Cuestión que, en otros países, ha hecho que se proscriba a la masonería o bien se haya exigido a sus miembros transparentar su membresía: sabia prevención.

Relacionados