Por Jonás Preller Roldán // Director Enero 19, 2018

Quizás la dialéctica tradicional aún amarra.

Lo liberal, por propiedad, se relaciona con la derecha política. Por tradición, por costumbre, por error, se le da un componente económico. Se mercantiliza el concepto. Se separa erradamente de temas valóricos, del rol del Estado, de la individualidad.

“El conservador en lo valórico y liberal en lo económico” era una caricatura autoimpuesta por los propios liberales “a la chilena”, buscando muchas veces adaptar una doctrina a sus intereses personales.

La “cuestión liberal” no sólo se repite en Chile. Así como en el mundo se trata de redimir los nacionalismos, no son pocos los que han reinstalado la discusión liberal en una sociedad cambiante, donde lo valórico y las libertades individuales han cobrado un papel protagónico. El debate global respecto del aborto, la identidad de género y el matrimonio homosexual es reflejo de esto.

¿Es así mejor representante el Partido Liberal de Vlado Mirosevic que Evópoli de Felipe Kast? ¿Son compatibles dos grupos que levantan la misma bandera, pero que pertenecen a coaliciones tan diferentes como el Frente Amplio y Chile Vamos?

El debate es complejo. La definición tradicional del reconocimiento de la igualdad, de la dignidad y de la libertad parece hoy no satisfacer. Lo cierto es que “ser liberal” tiene no sólo una interpretación política, sino también cultural y valórica. Por eso se explican las discrepancias en temas fundamentales como el rol del Estado, la despenalización de las drogas o el matrimonio igualitario. Para un liberal, sobre ninguno de estos temas podría existir un consenso pues para ellos las verdades absolutas y reveladas no existen.

Ese es un dogma que no se transa. Adjudicarse entonces, de manera excluyente, el cetro liberal suena, a lo menos, arriesgado.

jonas.preller@quepasa.cl
@jonaspreller

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