Por Javier Rodríguez // Desde Londres // Foto: Gettyimages Diciembre 7, 2017

07Alguna vez Steven Patrick Morrissey, también conocido, como Morrissey, fue una autoridad moral. Una voz para los miles de jóvenes británicos que, tal como él, no encontraron su lugar en el punk. Para los que el discurso y la estética de los Clash y de los Sex Pistols ya pasaba. Ensimismados, existencialistas, encontraron en los Smiths —otros en The Cure— un refugio ante ese mundo que no entendían, y que tampoco trataba de comprenderlos a ellos. Eran adolescentes en todo el sentido de la palabra.

Ahora, al parecer, es Morrissey quien ha dejado de entenderlos a ellos, y su nuevo disco, Low in High School, es una prueba clara. Entre las doce canciones que lo componen hay himnos contra la violencia policial, una cuestionable defensa al Estado de Israel, y una extraña posición ante la crisis venezolana. El álbum, musicalmente, funciona: cada pieza es una maquinita perfecta, como suelen ser las canciones del ex líder de los Smiths. Pero es en las letras donde falla, como no suele hacerlo. Cuando se rinde ante la opinología y deja de ser el letrista íntimo de siempre.  Morrissey es, probablemente, uno de los autores que mejor han comprendido y escrito la soledad y la extrañeza. Por eso es que cuando el británico abandona la posición fetal, arruina todo.

Morrissey es una de las últimas y más provocativas estrellas de rock. Pero en la gira promocional de su último álbum ha demostrado que ya no es capaz de sostener las banderas de la juventud. El mundo cambió y él no. Se está quedando abajo. Por eso, cuando declara a favor de los abusadores Kevin Spacey y Harvey Weinstein, cuando alega contra los refugiados en Europa y pide que “Alemania vuelva a ser de los alemanes”, el de Mánchester se aleja de su ídolo, Oscar Wilde, y queda como un señor al que el mundo le quedó grande, apartándose de esa ambigüedad —moral, ética y política— que siempre lo caracterizó y benefició, transformándose en un señor huraño, incapaz de entender al otro. O peor aún: como un adolescente que habla tonteras para, simplemente, llamar la atención.

Así es como, al ser explícito en su discurso rabioso, sobre todo en canciones como “Israel” o en “Who will protect us from the Police?”, se aleja del vuelo poético que ha caracterizado su obra, el que sí aparece en temas como “In your lap”, o la misma “Spent the day in bed”, de la misma placa, una hermosa apología al ocio.

"Morrissey, con su última gira, ha demostrado que ya no es capaz de sostener las banderas de la juventud”.

¿Debe influir la personalidad pública de un artista a la hora de evaluar su obra? ¿Podemos seguir escuchando a Morrissey con la misma pasión, a pesar de sus indignantes declaraciones? En Argentina, zanjaron rápido el problema: “Mi empresa bajó la oferta que hizo a Morrissey para tocar en Buenos Aires el próximo año, al haber certificado que eran ciertas sus declaraciones a Spiegel Online (medio alemán) avalando a Kevin Spacey y hechos de pedofilia”, tuiteó Daniel Grinbank, dueño de la productora DG Entertainment. A algunos la medida les puede parecer exagerada, pero finalmente siempre es mejor tener una postura que no optar por ninguna.

En Chile, el debate aún no se zanja. Mucha gente —medio en broma, medio en serio— preguntaba cuándo era políticamente correcto volver a escuchar a Los Tetas luego de las denuncias de violencia de género contra su ex vocalista, Camilo Castaldi (Tea-Time). En otra escala, Cristóbal Briceño (líder de Ases Falsos) logró captar la atención de los medios con su llamado a no votar en la primera vuelta presidencial, recibiendo duras respuestas, incluso de colegas suyos, como Milton Mahan, de Dënver. ¿Es posible escuchar sus canciones sin pensar en el cantante que ha declarado que la igualdad de género es “una burrada” o que la gente que vota en las elecciones “son los de las redes sociales, los giles”?

La semana pasada, Morrissey lanzó su nuevo videoclip, “Jacky’s only happy when she’s up on the stage”, donde se lo ve bailando y cantando con fuerza: “Jacky sólo está feliz cuando está en el escenario/Ella te hará creer lo que nunca creerás/ Desde que ella te perdió/Jacky es sólo Jacky cuando está en el escenario/ ¡Cuerpos vivientes que realmente se mueven!”

Si en esta letra reemplazamos el nombre de Jacky por el de su intérprete, quizás podemos empezar a encontrar respuestas.

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