Por Paula Namur Noviembre 3, 2017

Prescindencia. La palabra ha resonado fuerte en la campaña presidencial desde que el gobierno pidió a sus ministros abstenerse de transparentar su postura en favor de uno u otro candidato del oficialismo. Pero las declaraciones de la ministra de Educación marcaron un punto de inflexión, al decantarse en una entrevista por Guillier.

Parece inevitable que un gobierno tenga injerencia verbal en los procesos electorales. Ha pasado prácticamente en todas las elecciones recientes, desde Estados Unidos a Argentina. Por esto, algunos países incluso han llegado a congelar el trabajo legislativo durante el mes previo a las elecciones, para evitar que el Congreso influya a través del trámite de proyectos.

En Chile se han tomado algunas medidas. En junio, por ejemplo, el ministro del Interior, a través de un instructivo, prohibió las reuniones de funcionarios públicos de confianza de la presidenta con los candidatos a La Moneda. También han surgido algunas ideas en el debate público, como la opción de que en un determinado plazo previo a las elecciones no se permita que el Ejecutivo ponga urgencia a proyectos. Mientras, la Contraloría también se ha manifestado, por ejemplo, impidiendo que los ministros hagan campaña durante la jornada laboral. Parece difícil no mostrar las cartas, pero la prudencia obliga a hacerlo.

Paula Namur
Editora general

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