Por Javier Rodríguez // Desde Londres Noviembre 24, 2017

Cuando Pep Guardiola llegó al Manchester City, a mediados de 2016, en reemplazo de Manuel Pellegrini, las expectativas eran altas. Pasaba del Bayern Múnich,  un grande europeo por presente e historia, a un equipo que buscaba, con desesperación, entrar a ese grupo.

La llegada del catalán, entonces, suponía revolución. Con billetera abierta, el mejor entrenador del mundo podría armar un equipo a su antojo y dominar la Premier League, como lo había hecho antes en La Liga y en Alemania. Partió con decisiones complicadas: envió a préstamo al símbolo del equipo, Joe Hart, y trajo a Claudio Bravo, quien no tuvo una buena temporada y terminó sentado en el banco de suplentes.

Comenzó a trabajar, intentando acostumbrarse a una nueva liga. Porque, lo ha dicho él mismo, lo que busca siempre son nuevos desafíos. Sabía que llegaba a un fútbol más físico —el delantero del Chelsea Álvaro Morata, hace poco, dijo en una entrevista que los defensas centrales de algunos equipos eran tan fuertes como rugbistas, aun más duros que en el Calcio—, donde su idea tendría que ser adaptada y puesta a prueba. Bien no le fue: completó su primer año sin títulos y consiguiendo sólo un boleto a los playoffs de la Champions en la liga doméstica.

"Es cierto que aún falta la mitad del campeonato, pero es la forma de jugar del City la que sostiene las ilusiones de sus hinchas."

Las críticas no demoraron en llegar. En muchos sectores ingleses el fútbol de tiki-taka no termina de convencer a una afición acostumbrada a los arqueros que sólo ocupan las manos, a defensas fuertes y a sacarla fuerte de atrás y ver qué pasa. Equipos como el Stoke City, el Crystal Palace y el Brighton, por ejemplo, son fieles ejemplos de esta escuela que, aunque no lo digan, acomoda enormemente a entrenadores como Mourinho. Entonces, llegar al Reino Unido a proponer una salida limpia que empieza desde el arquero, que incluye varios toques en área propia y que busca desarmar al oponente a través de la posición del balón y la presión alta, no era fácil. El bielsista Mauricio Pochettino, con menos presión mediática, ha hecho lo mismo en el Tottenham, y tanto los resultados como la estética le han dado la razón.

Por todo esto, la actual temporada no se veía fácil para Guardiola. Pero, obligado a conseguir resultados, la está sacando adelante: es puntero con 34 puntos en 12 partidos, 40 goles a favor y sólo siete en contra. No ha perdido una sola vez y tiene al, hoy por hoy, mejor jugador de la Premier: el belga Kevin De Bruyne quien, de mantener el nivel, será uno de los grandes animadores del próximo Mundial de Rusia. En la Champions, el panorama es similar: 15 puntos en 5 partidos.

Hay que decir, eso sí, que ha sido de los equipos que más gastaron en el último verano europeo, desembolsando más de 200 millones de euros al contratar a los laterales Danilo, Mendy y Kyle Walker, además del arquero Ederson y del extremo portugués Bruno Silva.

Hecha la salvedad, sus números dentro del campo de juego están redefiniendo el fútbol inglés. Así como en 2004 el mítico equipo de los invencibles del Arsenal, dirigido por Arsène Wenger, demostró que se podía jugar bien al fútbol y ganar, el City de Guardiola busca una nueva revolución, quizás la definitiva. Un cambio de paradigma que conquiste a aquellos hinchas que aún extrañan ver el fútbol de pie. Mientras, Guardiola va camino a mejorar las cifras de “Los invencibles”: con un promedio de 3,4 goles por partido, casi dobla los 1,9 por partido del Arsenal de Thierry Henry y Dennis Bergkamp, que terminó saliendo campeón invicto.

Es cierto que aún falta la mitad del campeonato, pero es la forma del City la que sostiene las ilusiones de sus hinchas. Con un arquero que interpreta el juego como Ederson, dos centrales fuertes y rápidos como Nicolás Otamendi y John Stones, más la ayuda por las bandas de Kyle Walker y el reconvertido en lateral izquierdo Delph, la defensa parece estar lista. El medio campo es lo mejor de este equipo, que cuenta con, probablemente, la zona media más en forma de Europa: con el talentosísimo David Silva como capitán y director de orquesta, con De Bruyne inventando goles y pases imposibles, y Fernandinho rompiendo todo y corriendo de área a área, como les gusta a los ingleses. Sin contar con la reaparición de uno de los mejores volantes centrales, el alemán Ilkay Gündoğan, que ya está recuperado de su larga lesión.

Para lograr cosas, un equipo necesita goles. Luego de tocarle el orgullo, Guardiola tiene al Kun Agüero en su mejor versión desde hace mucho tiempo, compitiendo palmo a palmo con el 9 titular de la selección brasileña, Gabriel Jesus. Además, la aparición del  prometedor puntero alemán Leroy Sané le ha dado mayor vértigo al equipo.

Elegido dos meses consecutivos como mejor entrenador de la Premier League, al ex entrenador del Barcelona lo avalan sus números. El desafío que viene, eso sí, es grande: posicionar en Europa a un equipo menor que, tal como el PSG, intenta crecer exponencialmente en poco tiempo, quizás demasiado poco para implantar una idea. Pero Guardiola, alejado de su convulsionada Barcelona —aunque no se ha abstenido de opinar desde Mánchester; de hecho, en España se rumorea que en un futuro le gustaría presidir la Generalitat—, parece estar encontrando la fórmula.

Y, en un futuro, un chileno podría integrar este equipo destinado a romper récords: en Londres ya se habla de que el traspaso de Alexis Sánchez al City sería inminente.

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