Por Vicente Undurraga // Foto: Gettyimages Septiembre 29, 2017

¿Cómo referirse a un presidente que se comporta como payaso, piensa como payaso, habla como payaso y, aunque no viste como tal, lleva sobre la cabeza un extrañísimo compost piloso que no desentonaría en la nuca de ningún payaso, incluido Ronald McDonald? ¿Cómo hablar de Trump? Él lo hace sin otros niveles que los de la literalidad y con una seguridad y odio que recuerdan a Pol Pot, a Hitler o al almirante Merino. ¿Qué decir de un hombre que semana a semana aumenta el horizonte de lo posible en materia de estulticia, menosprecio y virulencia? Si Al Bundy, Homero Simpson, Screech y hasta el mismísimo George W. Bush parecen Ralph Waldo Ermerson al lado de Trump, ¿qué comparación sería adecuada para aludir al presidente que ha decidido dispararse en los pies al pelearse con los principales deportistas de su país, partiendo por los de la NFL, cuya popularidad es inconmensurable?

Trump ha decidido dispararse en los pies al pelearse con los principales deportistas de su país, partiendo por los de la NFL, cuya popularidad es inconmensurable”.

They First Killed My Father se llama una película recién estrenada en Netflix que muestra a una familia camboyana desintegrada rápida y ferozmente por los jemeres rojos. Está dirigida por Angelina Jolie y asesorada/producida por Rithy Panh, un sobreviviente del genocidio camboyano que se convirtió en un gran intelectual. En su libro La eliminación, Panh honra la memoria de su padre —quien, lejos de ser un héroe de la resistencia, simplemente “se encerró en el lenguaje”, dejó de hablar, de comer y murió—, y lo hace acuñando uno de los conceptos más poderosos del último tiempo: la banalidad del bien: “En nuestras sociedades democráticas el hombre que cree en la democracia nos parece ordinario. Incluso aburrido. Por ello, en mi despacho tengo un retrato un poco amarillento de mi padre: que haya una poderosa banalidad del bien. Esa será su victoria”. Los basquetbolistas y futbolistas que hoy se ponen de pie arrodillándose son un buen ejemplo de esa banalidad del bien, de esa resistencia tan mínima como irreductible.

En los campos de trabajo que se muestran en la película de Jolie se escuchan permanentemente altoparlantes que aleccionan respecto al Angkar, el gobierno maoísta: “El Angkar es tu madre y tu padre”, “el Angkar sabe lo que es mejor para ti”, “vigila a los otros y denúncialos”. Esas terroríficas proclamas camboyanas hallan cada vez más eco en la voz de Trump y de Kim Jong-Un, cuyo intercambio comunicacional sólo puede expresarse aludiendo a un hit del cine gringo protagonizado por Jeff Daniels y Jim Carrey: Tonto y retonto, también conocido como Una pareja de idiotas. O a la chilenísima Monos con navaja. Mientras el pubescente dictador norcoreano dispara misiles con la misma compulsión con que debe autocomplacerse viendo porno hentai, Trump suma y sigue en una carrera expresiva que nos enseña que cuando se toca fondo, siempre es posible cavar y seguir hundiéndose. El dibujante Alen Lauzán, con su humor siempre chacal, publicó esta semana en sus redes un retrato que fusiona a Trump con Kim Jong-Un y realmente parecen cortados con la misma tijera.

El mundo deportivo ha confirmado que ciertas sencillas expresiones corporales, resignificadas y vueltas símbolos, pueden desestabilizar más que cualquier agresión o prepotencia. Arrodillarse. Eso es lo que venía haciendo hace un año el futbolista Colin Kaepernick en protesta por el maltrato policial a la población afroamericana y lo que generó de un día para otro el berrinche gerencial de Trump, que redundó en que cientos de deportistas y músicos —incluyendo a los mismísimos Michael Jordan y Stevie Wonder— multiplicaran por todo el país los arrodillamientos. Es un gesto muy cargado, pues Martin Luther King lo usó en 1965 para protestar por los abusos contra los trabajadores. En Chile podría compararse no tanto a la peregrinación arrodillada que miles de fieles hacen cada año a Lo Vásquez, sino más bien, por su simpleza y fuerza simbólica, a ese abrazo inesperado que quienes el 6 de octubre de 1988 celebraban en la Alameda el triunfo del NO les dieron a los carabineros que custodiaban la manifestación, un abrazo sin ira y sin ironía.

Ahora que Trump terminó de perder toda compostura, ahora que la ultraderecha crece en Europa, ahora que la UDI ha decidido des-ocultar su ADN ultraconservador con sutiles toques fascistas (he ahí a su candidata a diputada Loreto Letelier diciendo que Rodrigo Rojas Denegri y Carmen Gloria Quintana se quemaron solos), ahora, en fin, no viene mal ponerse en guardia y recordar la prevención que hiciera en LTI: La lengua del Tercer Reich, el filólogo Víctor Klemperer: “Las mentiras y fanfarronadas son reconocidas como tales. Pero también es cierto que la propaganda reconocida como mentira y fanfarronada sigue surtiendo su efecto si se tiene la cara dura de continuar practicándola sin inmutarse”.

Aunque pensando en Trump tal vez más pertinente que citar a Klemperer y su LTI sea aludir a un libro de título parecido que es todo un clásico estadounidense y que por estos días ha vuelto a los rankings mundiales por su nueva versión fílmica: IT, de Stephen King. IT, más conocido en Latinoamérica como el payaso asesino.

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