Por Daniel Gómez Yianatos , Director de Comunicaciones de Grupo Etcheberry Septiembre 8, 2017

En The Founder, recién estrenada en Netflix, se cuenta la historia de cómo Ray Kroc se adueñó de la marca, la fórmula y el negocio de los hermanos McDonald, quienes, después de probar suerte en la industria del entretenimiento en Hollywood, decidieron, a comienzos de los 50, romper con el esquema de los populares drive-in y jugársela por la comida rápida solicitada al mesón. Aquí, en Chile, un país donde peligrosamente cada vez se hace más notorio el culto a la pillería, el personaje de Michael Keaton, cuya interpretación confirma el estatus actoral que alcanzó con Birdman, nos puede interpelar en lo más profundo.

Ray Kroc dijo alguna vez que su apellido sonaba como el croar de una rana y que hubiese sido imposible usarlo como el nombre de un restorán que copiara el modelo del primer McDonald´s, ubicado en San Bernardino, California.

En una cancha de tenis y rayando con tiza, dibujaron el circuito para preparar, eficiente y sabrosamente, el primer combo de McDonald´s. Luego aparecería Kroc (Michael Keaton), para proponerles un crecimiento exponencial vía franquicias. Y así se terminaría quedando con todo.

Probablemente, desde The Social Network, la magistral cinta de David Fincher y Aaron Sorkin sobre el origen de Facebook, no aparecía una película tan despiadada sobre la ética que suele acompañar al despegue de los grandes negocios.

Kroc fue el que vio en los arcos dorados el techo de un nuevo templo, tan simbólicos como las cruces de las catedrales.  Notó que McDonald´s podría convertirse en un sinónimo de EE.UU., invocando la persistencia, la superación y la unión de la familia. Pero él no era el fundador, sino un tipo con una existencia aspiracional en Illinois que llenaba su vida con emprendimientos de corta duración y que, por mera curiosidad, cruzó la Ruta 66 para conocer el local de los McDonald.

“Los contratos son como los corazones: nacen para romperse”, dice en una de sus tantas discusiones con los hermanos. El director John Lee Hancock, con habilidad, ubica al espectador en un lugar neutral y quizás no sean pocos quienes, en su fuero íntimo, terminen simpatizando con Kroc. Quizás ahí está la mayor gracia de la cinta: nos ubica en el mismo trance de los protagonistas, con todas sus dudas, miedos y expectativas.

En Chile, el personaje de Keaton nos interpela. La traición está a la orden del día, tanto en la política como en el mundo de los negocios. Puede haber diversas manifestaciones y las consecuencias pueden ser distintas. En algunos casos, se cae derechamente en lo delictual. Existe hambre compartida dando vueltas.

El personaje de Keaton dice: “Nada es más común que hombres inteligentes que fracasan”,  y luego complementa con: “Competir es una guerra”.

Hoy, cuando la sensibilidad millennial se hace espacio incluso dentro del Frente Amplio, estas afirmaciones paradójicamente pueden tumbar o motivar por igual. Son los riesgos del hambre por el poder.

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