Por Jonás Preller Roldán Agosto 11, 2017

La renovación de la política es un concepto que nadie debiera desechar.

La emergencia de nuevos liderazgos, representativos, innovadores y con sentido país es lo que se ha esperado por bastante tiempo.

En general, las democracias modernas sufren por la persistencia del bipartidismo, coaliciones que ven con naturalidad la alternancia hasta el infinito del poder. Una continuidad que acomoda a quienes lo detentan, pero que los aleja de las reales necesidades, más allá del fino cálculo político. Se olvidan de por qué llegaron hasta donde están. Abandonan a sus electores.

En Chile los intentos han existido. Con ímpetu han surgido nuevos movimientos, bases ciudadanas, referentes fuera de los círculos tradicionales del poder político, pero que han caído en la tentación de la historia; en el cálculo fácil, en los codazos por un puesto, en la odiosa negociación de las listas parlamentarias. Las mismas prácticas de las que en su minuto renegaron, hoy las ejecutan con sorprendente profesionalismo.

La renovación sólo es posible si supone un cambio de discurso, una manera diferente de hacer las cosas y dejar de lado los vicios que por años han acompañado a la política tradicional.

Jonás Preller Roldán
Director

jonas.preller@quepasa.cl
@jonaspreller

Relacionados