Por Patricio Jara // Escritor // Foto: Archivo Qué Pasa Julio 21, 2017

A inicios del semestre pasado, di a mis alumnos de primer año de Periodismo de la Universidad de Chile textos que consideré motivadores. Entre ellos, un fragmento de Lacrónica, ese compilado de grandes éxitos de Martín Caparrós que mezcla lo mejor de su trabajo con agudas reflexiones sobre el oficio. En uno de estos, cuestionaba el concepto clásico de noticia y su estructura. Como era de esperar, sus reparos a las formas tradicionales fueron lo más celebrado por los estudiantes. Sobre todo porque estábamos aprendiendo los rudimentos para la escritura de noticias. Fue una buena experiencia. Los motivó leer el trabajo de un autor intercalado con sus comentarios personales.

Este semestre los chicos leerán pasajes de 56, el nuevo libro de Jorge Lanata sobre “Cuarenta años de periodismo y algo de vida personal”. Conoceremos sus aventuras en la fundación del diario Página/12 y el por qué de ese nombre tan curioso; sabremos de la frustración que le dejó una entrevista a Julio Cortázar cuando era tan joven como ellos, y cómo Lanata propone que el periodismo se reinventa generación tras generación, que su deber es cambiar las cosas o al menos atreverse, no quedar en el puro salto. Y se darán cuenta de que Caparrós y Lanata alguna vez trabajaron juntos.

Uno de los aspectos más valiosos de las antologías periodísticas de este tipo es el esfuerzo de sus autores por contextualizar no sólo la procedencia del contenido, sino también por mirar hacia adentro, hacia el pasado y ver quiénes era cuando escribieron.

“Soy periodista porque tengo preguntas”, asegura Lanata al inicio. “Si tuviera respuestas, sería político, religioso o crítico. Por eso el periodismo militante es la antítesis de lo que soy: ellos están llenos de respuestas y están dispuestos a aplicarlas. Soy periodista porque no sé. Preguntar es un modo de desobedecer, de cuestionar”.

Lanata recopila material publicado en su viaje a Gaza, en plena Intifada, “a pocos días de comenzar la guerra entre el ejército más moderno del mundo contra mujeres y niños con piedras”; a las Malvinas, donde después de la guerra hallaron petróleo suficiente para trece años de consumo mundial; a la Bolivia que recuerda al Che con una pequeña industria turística, y a Abbottabad, donde fue asesinado Bin Laden y los chicos del barrio “se dedicaron a rescatar partes del helicóptero caído y abandonado por los SEALS y las venden como trofeos del Muro de Berlín”.

56 dedica varios pasajes a la fundación, vida y muerte del diario Crítica y rescata algunos textos aparecidos en Veintiuno (que luego se llamó Veintidós y después Veintitrés) o bien de Ego, aquella “revista de target, cara y bien editada, con textos largos y relativamente atemporal. Por supuesto, fracasó”.

Muchos conocen el trabajo de Lanata por la televisión, sus documentales o la radio. Con este libro prueba que, antes de cualquier cosa, las buenas ideas siempre fueron primero palabras escritas, preguntas que tal vez nunca se terminan de responder.

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