Por Alberto Fuguet // Escritor Junio 23, 2017

Se sabe lo complicado que es para el cine adaptar una novela. Es casi imposible y lo siguen intentando. Ahora las series son las que tienen la responsabilidad de hacerlo. Las series narran, como buena parte de las novelas. La falla que se produce no es tanto por la condensación de la historia, sino porque en el camino a la pantalla se pierde la prosa. La poética. Los mejores resultados ocurren cuando la novela en sí no es muy buena ni muy larga. Cuando no tiene espesor literario. Todo esto lo pienso caminando por un parque después de ver la mejor cinta que he visto en un cine en mucho tiempo: Paterson, de Jim Jarmusch. Es del año pasado y no tuvo premio ni nominación alguna. Pasó por Cannes y apareció en las salas estadounidenses para la temporada del Oscar.

Paterson tiene algo de libro de poemas. Pasa piola, no hace ruido. Se parece mucho a su protagonista: no escribe poesía para triunfar, ganar dinero, publicar, ser conocido o para citar a Roberto Bolaño (que amaría esta cinta). Es que Paterson, un treintañero que vive en Paterson, Nueva Jersey, ya tiene el respeto que necesita: de los otros choferes de bus, de su novia, que lo ama quizás demasiado, de los parroquianos del bar. Paterson (un extraordinario Adam Driver actuando sin usar casi la cara y el cuerpo) es, en esencia, un solitario. Es un chofer de bus que maneja ocho horas diarias y tiene una vida rutinaria. No le tiene miedo al trabajo; le tiene miedo a ser sólo un artista. Las ventanas del bus son los marcos por donde mira la vida.

¿Es la cinta acerca del chofer de bus que escribe poesía en un cuaderno o es la historia de un poeta que maneja un bus por Paterson para tener una rutina y acceder al mundo real?

Me detengo en algunos adjetivos celebratorios antes de seguir: notable, entrañable, imprescindible, preciosa, delicada, genial, inesperada. Podría seguir. La poesía no se arma con adjetivos o palabras bonitas. Paterson no sólo al final me llenó los ojos de lágrimas. En varias partes me emocioné y quedé impactado con el poder que aún tiene el cine en una era de blockbusters. Es un film fascinante, pero la fascinación viene por debajo. Es una de las cintas más silenciosas que recuerdo. Y aún así tiene humor. Tiene además mucha poesía: visual, emocional y literal.

Paterson es retratar  a una pareja y no mostrarla como un drama, sino en sus detalles y cariños”

Con Paterson, Jarmusch es capaz de hacer lo que pocos han hecho: mostrar cómo se escribe, cómo funciona el proceso creativo, transformar en acción dramática momentos como mirar, leer, ver caer agua, caminar por la noche, despertar.

Si el cine tiene la capacidad de usar todas las artes, es curioso que casi nunca utilice la poesía como base e insista en imitar a la narrativa. Paterson es poética no en el sentido en que se usa siempre. Pone en el debate un tema que lleva décadas en discusión: ¿es más importante el tono o es la historia? ¿A qué arte se parece el cine? ¿Resumir el argumento por escrito es hacerle justicia a un filme?

Jarmusch siempre ha tenido una conexión con el cine japonés y la manera de concebir la vida y el arte allá. Paterson destila su amor por el cine que Paul Schrader denomina trascendente: acá hay mucho Robert Bresson y Yasujiro Ozu. Es una cinta que adapta la idea del cine poético asiático a la cotidianeidad norteamericana. Un cine contemplativo, calmado, fino, donde un detalle, como la vida, es lo que te puede elevar o mandar tumbado hacia abajo.

Lo que Jarmusch hace no es menor, pero lo cierto es que en Paterson todo es en tono menor. Intenta captar lo que es la poesía, cómo se escribe, de dónde sale y para qué sirve. Y utiliza poesía.

Los poemas son de Ron Padgett y, gracias a esta película, se ha vuelto un poeta esencial y no sólo el biógrafo del poeta y artista Joe Brainard. Paterson ocurre en Paterson porque ahí, en la ciudad industrial menos poética de todas, surgieron William Carlos Williams y Allen Ginsberg. Williams llevó a la página sus premisas con una poemario en cinco tomos llamado Paterson. WCW creía que la poesía era una herramienta necesaria para vivir, la guía o el compás que te acompaña para enfrentarte bien equipado a las embestidas de la vida. Jarmusch cree en eso. Que el cine, el rock, el folk, las artes, incluso los cupcakes, son aquello que importa. Tal como William Carlos Williams y Frank O´Hara , Jarmusch cree que hay que partir de aquellas particulares hasta lograr hacerlas generales y universales. Y lo logra.

Paterson tiene uno de esos finales que te destrozan y te elevan. Ya lo decía Nabokov: “Tanto en las ciencias puras como en el arte, el detalle lo es todo”. Aquello que nos conmueve en la pantalla mucha veces es silencioso. Es ver lo que no habíamos visto. Es retratar una pareja y no mostrarla como un drama, sino en sus detalles y cariños. Es cierto que la chica iraní tiene algo del viejo Jarmusch pop. Su fascinación con lo americano y lo kitsch es casi excesiva. Lo que sucede es que ella —adorable y linda, es la actriz persa Golshifteh Farahani— no es una artista. Aprecia la poesía y el arte pero es una coleccionista de hobbies. Necesita moverse y reinventarse a cada rato. No tiene tan claro quién es. Él está resuelto y no le pide mucho más a la vida que un poco de tiempo. Ella es la musa de Paterson, pero también la que le permite escribir: está para servir a su artista. Es su fan y le falta espesor. Sin embargo, está llena de vida. Es quizá la parte más cuestionable y menos feminista de la cinta. Ambos son adorables y el perro se roba la película. Laura, con su obsesión por los diseños en blanco y negro y su moral vintage, no se cree más de lo que es. Paterson tampoco. La ciudad de Paterson está a 45 minutos de Manhattan. La cinta no es acerca de una pareja que desea triunfar en el mundo literario: es la de una pareja que de vez en cuando desea ir al cine a ver películas antiguas. La rutina diaria de Paterson en Paterson. Una rutina que no aterra y ahoga porque es alterada por pequeños detalles. Para el chofer es la rutina que lo hace poeta. Nada de ambiciones de grandeza o de cambiar de vida, como si en lo profundo tanto él como su mujer entendieran que la vida está hecha de esos detalles y que es allí donde cabe buscar la belleza y el sentido.

Paterson es una manera de alterar la rutina de todos, de acceder a más vida y a más silencio.

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