Por Vicente Undurraga // Editor literario Junio 23, 2017

Lo mejor de ver la franja es sentir que el tiempo no ha pasado, que al terminar las propagandas comenzará Video loco. Lo malo es que el tiempo sí ha pasado y que hoy el único Video loco es la franja.

Es interesante revisar los videos en MUTE. Acallada la cháchara, queda desencajada la retórica visual. Así vista, la franja de Ossandón parece una teleserie de los 2000, de esas que ponían a un zorrón en zonas populares, como Amores de mercado. Luego, en el afán de mostrarse escuchando, Ossandón parece notero de matinal, una suerte de Pato Oñate con Valium.

Sin volumen, la franja de Piñera parece un homenaje a Piñera. Con volumen, también. Coincide con la de Ossandón en un personalismo contrastante con las demás, que procuran proyectar una idea de colectivo. No le falta la excelencia técnica ni el ingenio sentimental —a ratos parece lo nuevo de Spielberg—, pero sí le falta la UDI, que es la mitad de su candidatura. ¿Estará debajo de la alfombra?

Tras desempolvar videos de su época universitaria que parecen el homenaje a una novia en su matrimonio, la franja de Beatriz Sánchez dio paso a cierta creatividad y contundencia, introduciendo, por ejemplo, una caricatura para hablar de las isapres o haciendo un cambio de roles entre la candidata y la mujer que en un recuadro de la pantalla hace lenguaje de señas. Idea algo efectista, quizás, pero muy buena: atender lo desatendido es un mensaje clave.

"Ossandón parece notero de matinal, una suerte de Pato Oñate con Valium”.

¿Por qué grita tanto Kast? Parece apurado. Al principio, su franja evoca una campaña en Escandinavia, pero cuando aparecen inmigrantes, kioscos e ideas numeradas, la cosa se chileniza. Por su lado, la de Mayol, cuyo comienzo fue el mejor, parece un noticiero. Aunque el tren animado la hace atractiva, su franja no oculta el derrumbe de su modelo de liderazgo.

Hay tres herramientas dejadas notoriamente de lado en las franjas. Primero, un lenguaje más de choque; no se trata de resucitar la retórica incendiaria de un Miguel Enríquez o un Agustín Edwards, pero un poco de malicia y un23o que otro “cachamal” se echan de menos, salvo en Mayol y Kast, que parcialmente los usan entre ellos y contra Bachelet. La otra cuestión poco aprovechada es el poder expresivo del humor; apenas hay ironía y parodia —antes sí que la había—. Por último, la cultura como fuerza crítica brilla por su ausencia. Nadie alude a un escritor, a un artista, a un Ruiz, un Arrau, una Violeta, nada. Como en la película NO, prima el espíritu publicitario. Había más desenfado y atrevimiento en los tiempos del cura Pizarro y Manfred Max-Neef. Esta franja es un déjà vu medio desabrido, como la repetición de esas teleseries donde Claudia di Girólamo y Francisco Reyes se aman locamente.

Si se pesca la franja en la mitad, cuesta saber a qué candidato corresponde lo que se ve. Cuando quise revisar en internet la del segundo día, comenzó un video de música y voz en off emotivos que mostraba a dos estudiantes de Quellón, Chiloé, que habían conseguido una beca. El relato, de impecable factura, no mencionaba a ni un candidato y en cambio cedía la palabra a la madre de la estudiante, que se había criado en un hogar de menores. Una historia edificante que, dada la retórica visual coincidente de las franjas, podía corresponder a cualquiera. Gran sorpresa me llevé al ver que se trataba, cortesía de YouTube, del aviso de un banco que ofrenda becas de estudio. Evidentemente el distraído fui yo, pero las condiciones que permiten la confusión corren por cuenta de esa audiovisualidad común a la izquierda, la derecha y la banca.

Por todo lo anterior, la franja más llamativa es la que no existe, la de la Nueva Mayoría, cuyos candidatos, no está de más recordarlo, son Alejandro Guillier y Carolina Goic. Ambas pierden por walkover. La de Goic, porque al no existir deja que se imponga una franja fantasmal con las caras sonrientes —más tiesas que emoticón viejo— de Mariana Aylwin, Gutenberg Martínez, Jorge Burgos y otros DC tan queridos por la población.

Y Guillier no tendrá franja pero ahí está la escena en que se lo ve acompañado de Isabel Allende (PS) y Marco Antonio Núñez (PPD), quienes se pelean el puesto a su lado como niños picados. Lo que le dice la senadora Allende al diputado Núñez quizás se lo esté diciendo, directamente desde su inconsciente, a Chile entero: “No sea tonto”. A buen entendedor, pocas palabras.

Hay una idea de Pasolini que le cae como anillo al dedo a las franjas, en especial a la de Piñera y su eslogan, “Tiempos mejores”, cuya insulsez queda patente al constatar que su exacto contrario, “tiempos peores”, nadie lo haría suyo. Dice Pasolini: “La expresividad simulada del eslogan es el símbolo de un mundo inexpresivo, sin particularismo ni diversidad de culturas, perfectamente homologado y aculturado”. Contra eso, sería muy saludable que hubiera una franja del Voto Nulo. Bulliría en dibujos, memes y recados al hueso. Mordería duro y daría para pensar más que estos tímidos infomerciales presidenciales.

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