Por Alberto Fuguet // Escritor Mayo 19, 2017

Accedo a tres libros acerca de lazos entre hombres o tres libros escritos en español que se internan y exploran “las masculinidades”. Los interesados en lo masculino o en las masculinidades analizan las distintas formas de ser hombre. Estos libros (dos son novelas, pero podrían quizás no haberlo sido) tienen como narrador a hombres y los autores también lo son. En los tres el narrador se parece o nos hacen creer eficazmente que se parece al autor.

Leí casi en paralelo y mezclando, a veces, El monarca de las sombras, de Javier Cercas, que es como una suerte de curiosa segunda parte de Soldados de Salamina; Formas de evasión, del colombiano Felipe Restrepo Pombo; y Desastres naturales, de Pablo Simonetti. Los tres coinciden en recrear mundos cerrados masculinos y en los tres la idea central es la búsqueda de un hombre por otro. No necesariamente sexual, aunque en los tres este deseo es justamente eso: un deseo, una obsesión, acaso un acoso. En dos, estos hombres están muertos: Cercas busca a un tío que luchó por el lado franquista y murió muy joven en la batalla del Ebro; Restrepo se fascina con Umaña, un espectro de hombre, un ser maldito, un ex informante de la prensa que filtra todos los secretos oscuros de Colombia; y Simonetti va tras su padre.

Durante la semana pasada presenté un libro que partió biográfico, pero que fue mutando en ficción: en Formas de evasión el periodista Felipe Restrepo Pompo (cronista consumado, editor de Gatopardo) escribe una suerte de detrás de escena de un reportaje. Investigador privado busca y sigue y termina casi convertido y hasta viviendo con su presa. El narrador es asexual, pero uno sospecha que todo su erotismo está en saberlo todo de Umaña. ¿Acaso eso no es una forma de desear? Formas de evasión destila el cruising y la caza sexual hasta convertirlo en un thriller existencial. Voy en la mitad de Cercas y me fascina que lo que cuenta parezca una novela y que de seguro ha salpicado su narración de mentiras, pero en esencia es una crónica. O una novela autobiográfica. O quizás no es eso: son memorias de una caza, de una investigación y el narrador es Cercas, y a lo mejor esa libertad de no tener que narrar un libro, sino plasmar su obsesión le permite a veces irse por la tangente y registrar lecturas, conversaciones y una entrañable amistad con el cineasta David Trueba.

Desastres naturales, de Pablo Simonetti, es acerca de los hijos que esos padres no esperaban y también de  una familia de clase media de derecha, y de cómo el país ha cambiado respecto al tema gay”

Desastres naturales tiene mucho, al parecer, de autobiográfico. Simonetti lo ha dicho; y a veces me hubiera gustado que lo fuera cien por ciento. Igual, vía los mecanismos de la ficción accede a la verdad y logra que uno dude, primero, y después uno lo procesa y luego dice: esto le pasó, esto es verdad, qué ganas de haber ido al Colegio Luis Campino. Pero, por otro lado, ¿funcionaría tan bien si hubiera sido un testimonio? Desastres naturales es claramente una novela de inspiración biográfica y, más allá de lo que es o no es verdad, algo sucede al leerla que me hizo no sólo devorarla con algo de morbo y adicción, sino que, en lo concerniente al tema del deseo, sentir que estaba leyendo un fragmento de un diario. Simonetti traspasa la barrera del pudor y lo que comparte, reprocesa y describe son momentos  doblemente íntimos por la cantidad de deseo y de dolor que fusionan. Las escenas queman porque están llenas de verdad, tristeza, dolor. El autor,  que siempre ha estado fuera del clóset, se luce con el erotismo que se produce dentro de él. Su evocación de esas amistades de colegio o de la universidad que son-y-no-son están entre lo mejor que ha escrito. La tensión erótica que se produce está en la posibilidad de que todo se vuelva violento o desolador y tiene el espesor de la verdad.

Desastres naturales es quizás el más masculino de los libros de Simonetti y conversa más con los cuentos “Santa Lucía”, “Amor virtual” y sobre todo “Sin compasión”, un cuento notable que quizás es la semilla de esta novela. Después de más de una década de estar interesado en parejas y mujeres y familia, Desastres naturales se centra en el deseo y las afinidades y los lazos masculinos. El padre no es tan crucial en la novela como lo son los amigos. Tampoco es tan importante el volcán, aunque esta es la historia de cómo la lava se derrama y la novela no teme al exceso. Hay un puñetazo en traicionar su propia obra y a la vez ser totalmente coherente con ella. Es y no es Simonetti. Corre riesgos y hasta puede asquear a las lectoras de Jardín. Este libro es acerca de los hijos que esos padres no esperaban. Es acerca de Chile y de estas últimas décadas (notable la recreación del paseo a la FISA, por ejemplo) y también de una familia de clase media de derecha, y de cómo el país ha cambiado respecto al tema gay . Sin embargo es,  más que nada, el testimonio de un sobreviviente (Marco, el narrador) y los dos objetos del deseo que casi lo hunden: Mariano y Daniel. Hay un par de secuencias potentes (muchas piezas de adolescentes, mucho camarín) que algunos lectores recordarán como propios. Este libro tiene la fuerza, incandescencia, incontrolabilidad y hasta la incoherencia de una erupción de un volcán. Me quedo con la poesía prosaica de Marco practicando formas de cómo descubrir el sexo. Así, Simonetti se atreve a escupir a aquellos que creen que la diversidad no tiene un componente sexual y que la igualdad implica esconder una parte esencial de tu ser. Desastres naturales parece una novela de duelo, pero, al final, celebra lo natural que es el deseo y deja a su autor parado, erecto, firme.

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