Por Jonás Preller Roldán Mayo 19, 2017

La imagen del presidente estadounidense Donald Trump amenazando vía Twitter al ex director del FBIJames Comey fue perturbadora: “Más le vale que no haya grabaciones de nuestras conversaciones”, expresó furioso. Mientras tanto, el aún popular Barack Obama, enviaba un suave y edulcorado saludo del Día de la Madre a su “compañera de viaje”, Michelle.

Contrario al facilista análisis de la popularidad e impacto de cada uno, ambos, Trump y Obama, apuntan a lo mismo: la empatía con su público.

Barack Obama fue quizás el primer mandatario en percibir la importancia de esta estrategia. De posar para cada foto en Instagram, de tuitear hasta el cansancio, de transformarse en un ícono pop.

Trump fue su némesis: no apunta a caer bien, quiere impactar. No es “políticamente” correcto, sólo quiere ser él: el presidente más poderoso del mundo.

Tímidamente, a miles de kilómetros, en Chile, nuestros candidatos buscan su estrategia. El partido se sigue jugando en las ferias libres, las canchas y las juntas de vecinos, pero ahora saben qué ferias, qué canchas y qué juntas de vecinos, gracias a nuevas herramientas que involucran cruces de datos que van desde el padrón electoral a la tasa de robo de vehículos, pasando por los mensajes que se transmiten por las redes sociales. Con esto, los candidatos buscan saber qué necesidades hay, en qué lugares y cuáles son los medios adecuados para llegar con el mensaje correcto. Con la promesa precisa.

El partido ahora no sólo se juega en la calle. La batalla hoy es a través de la inteligencia digital.

Jonás Preller Roldán
Director

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