Por Nicolás Alonso // Periodista revista Qué Pasa Mayo 5, 2017

Lionel Messi casi nunca dice lo que piensa. Sobre todo si se trata de Argentina. Pero hay una  entrevista, grabada por TyC Sports en diciembre de 2015, en que, por única vez, dejó salir su procesión de tormentos albicelestes. Y lo que dijo, atropelladamente, explica mejor que cualquier otra cosa a esta generación de estrellas argentinas que han perdido tanto y que hoy coquetean con el abismo. El periodista le pregunta cuál crítica le duele más.

—Que dicen que no sentimos la camiseta —responde Messi—. Vos escuchás a todo el mundo: “¡Pongan huevos, no sienten la camiseta!... pero el fútbol no se trata de poner huevos, nada más.

Luego el periodista le pregunta por qué, entonces, no canta el himno.

—Nunca me importó cantar el himno. Es una boludez para mí —dice Messi, cansado—. Por ahí Los Pumas lloran, nosotros no. No me hace falta cantarlo para sentir.

Entonces vendría la Copa Centenario, en donde se lo iba a ver rabioso, llevando al equipo a otra final y al final llorando otra vez. Y después de eso su renuncia, la campaña nacional para que volviera, el deambular espantoso del equipo por las eliminatorias, su reaparición, el partido con Chile en Buenos Aires y otro capítulo para su drama perpetuo: las puteadas al juez de línea, las cuatro fechas de suspensión, Argentina en puesto de repechaje. El equipo de nuevo sin técnico y a un paso, ahora sí, de poner fin al tormento del mejor jugador del mundo con un desastre a la altura de las circunstancias: quedando fuera del Mundial de Rusia 2018. Una mancha al honor patrio de la que, por supuesto, jamás podría recuperarse Messi. Y probablemente ni lo intentaría.

—La pasamos mal en la selección. Llegamos a una final de mundial, y fue como que no hicimos nada. Seguimos escuchando que nos matan. Cuando viene una nueva cosa, ya no sabés si es mejor o peor —dice Messi en esa misma entrevista—. Si es una nueva chance o si es seguir sufriendo.

No se recuerda una selección argentina tan traumatizada como ésta, con tanto miedo a fallar otra vez, con tan pocas ganas de salir a la cancha, emocionalmente tan incapaz de dar vuelta su situación. Ni tan cerca del desastre. Por eso ningún técnico de altura, ni Diego Simeone, ni Mauricio Pochettino, ni Marcelo Gallardo —los tres favoritos del hincha trasandino—, quisieron saber nada de ser los salvadores de la patria. Hasta deben haber apagado el celular. Y no se los puede culpar: hay que ser un fanático para subirse a un barco lleno de agua, a cuatro fechas del hundimiento, sin el capitán y con las tropas atormentadas. O hay que tener demasiada ambición.

"Hay que ser un fanático para subirse a un barco lleno de agua, a cuatro fechas del hundimiento, sin el capitán y con las tropas atormentadas. O hay que tener demasiada ambición”.

En medio de la lluvia de golpes que está recibiendo Jorge Sampaoli por parte de la prensa, técnicos e hinchas argentinos —por vendehumo y desleal, dicen, y por haber dirigido a Chile—, al menos le deberían reconocer eso: las agallas. Cerca de convertirse en un técnico que estará a sólo cuatro fechas de tal vez no clasificar a Argentina a un mundial por primera vez en medio siglo, uno se lo imagina despierto por la noche en su casa de Sevilla, soñando: un empate sufrido allá, con Uruguay, y entonces dos triunfos: Venezuela y Perú. El equipo que empieza a jugar, que toca con criterio, que domina un partido por primera vez en mucho tiempo. Que va perdiendo el miedo. El regreso de Lionel y entonces la altura de Quito, la clasificación. El mundial, la copa en las manos del mejor del mundo, que no le dice nada, pero que se lo va a agradecer por siempre. Porque sabe que lo salvó del abismo, que se subió a un barco que se hundía y lo sacó de allí.

La celebración en la cárcel con su amigo, el ex Callejeros Pato Fontanet, o quizás con su ídolo, el Indio Solari. Y quién sabe, hasta su rostro en alguna camiseta con los héroes patrios. Con el Che, con Maradona, con Perón. En Argentina ya es un chiste viral tuitear preguntas a Sampaoli y sus respuestas con frases de Los Redondos. Y circulan entrevistas en las que ha dicho cosas como: “Sería bueno volver a encantarnos con la bandera”; “Me encanta el rugby porque se juega con el corazón”; “Antes de la táctica está la psicología”. O, consultado por su inspiración: “A veces, escuchar un discurso de Perón es mucho mejor que ver un partido de fútbol”.

El angustiado grupo de jugadores espera de él un técnico capaz de darles un esquema de juego, tácticas modernas, automatismos. Todo lo que no han tenido en más de una década. Su principal valedor, dice la prensa trasandina, sería el propio Messi, que en vez de huevos quiere juego.  En el entorno de Sampaoli, en tanto, aseguran que si se concreta su llegada, lo primero que buscará será recuperar la maltrecha autoestima de sus jugadores, apelando al amor por los colores. Que intentará enamorarlos de nuevo de la bandera que llevan en el pecho. Uno se lo imagina, entonces, juntando a los muchachos en el camarín, antes del partido clave en Montevideo, y apretando play en la radio. Y de pronto la voz del general Perón que dice: “El que quiera conducir con éxito tiene que exponerse; el que quiere éxitos mediocres, que no se exponga nunca…”.

Messi mirando al piso, los ojos brillantes de Sampaoli. La cancha que espera afuera.

 

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Actualización, viernes 5 de mayo:

Tres meses atrás, un periodista del diario deportivo Olé, el medio más leído por los hinchas argentinos, le preguntó a Jorge Sampaoli cuál era su sueño.

—Quiero dirigir a Messi para verlo todos los días desde la raya. Es un sueño único ver al mejor del mundo, de cerca, siempre —respondió.

Ese sueño, declarado cuando su nombre sonaba con fuerza para el banquillo del Barcelona, se hará realidad antes de lo esperado. Esta mañana, la FIFA  —en una decisión incomprensible— decidió levantarle a Lionel Messi las tres fechas de castigo que le quedaban por cumplir, y permitirle que comande a sus angustiados compañeros en Montevideo. La noticia, además, confirmó informalmente a Sampaoli como nueva cabeza de la albiceleste. “Sampaoli se puede estar tranquilo, Messi va a jugar”, dijo Omar Souto, gerente de selecciones de la AFA, en una entrevista radial.

Probablemente, el técnico de Casilda no hubiera llegado a la banca argentina sin la crisis de pánico que generó la suspensión de Lionel Messi. Cancelado el castigo, de no haber otro giro en la trama, lo tendrá a su disposición a partir de su primer día. Por ahora, las cosas le salen bien a Sampaoli. Con muchos enemigos, pero con el mejor del mundo de su lado, tendrá cuatro partidos por delante para transformarse en el salvador de la albiceleste, o caer en el abismo junto a Messi y los demás.

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