Por Patricio Jara // Escritor Mayo 26, 2017

Fue lo más parecido a un curso de capacitación. A comienzos de 2003, el periodista norteamericano Lawrence Wright recibió una invitación del Saudi Gazette para trabajar durante tres meses con un grupo de jóvenes reporteros árabes. Debía guiarlos en nuevas pautas y estilos de escritura en una sala de redacción que más bien era un palacete con baldosas de mármol y provisto de poderosos computadores Mac G4. Entonces Wright, reportero experto en terrorismo y Medio Oriente, había intentado sin éxito entrar al reino saudí, de modo que dictar aquel curso fue su única opción. “En teoría me dedicaba a enseñar el arte del periodismo, pero mis alumnos me enseñaban mucho más sobre su país de lo que yo podría haber aprendido nunca por mí mismo. Fue una lección magistral sobre las anteojeras que llevan los reporteros cuando aterrizan en otra cultura”.

La reflexión de Wright marca el trasfondo del relato que publicó sobre esa aventura. Tiene 70 páginas, se llama “El reino del silencio” y cumple de modo brillante con lo primero que se pide a una pieza periodística de largo alcance: tratar de entender. En el caso concreto de esos meses como profesor de un pelotón de árabes occidentalizados (vestidos con jeans, camisas fuera del pantalón y fanáticos de Bob Marley), Wright intenta saber por qué el proceso de apertura de la prensa de la región luego de la guerra del Golfo (con pautas sobre delincuencia, tráfico de drogas, divorcio y hasta los peligros del sida) se fue al carajo tras los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Lawrence Wright obtuvo en 2007 el premio Pulitzer por La torre elevada, su investigación sobre Al Qaeda. Ahora regresa con Los años del terror, una colección de crónicas publicadas en The New Yorker que extienden sus temas hasta el Estado Islámico y su carácter expansivo, sectario y letal. Pero Wright, que estuvo en Siria, en Gaza y otros lugares conflictivos, está lejos de pontificar y ofrecer soluciones. No lo necesita. No es militar ni político. Lo suyo son las descripciones precisas, las fuentes adecuadas y el empeño por reconstruir antes que por recrear.

Otro buen ejemplo es “Cinco  rehenes”, historia sobre los reporteros europeos, norteamericanos y japoneses capturados por ISIS y, en algunos casos, luego ejecutados ante modernas cámaras de video. Pero lo que le importa al autor no es lo que ya sabemos, no son los prisioneros vestidos de naranja ante sus verdugos que hablan inglés tan bien como ellos, sino lo que nunca podríamos saber a menos que alguien se haya atrevido a preguntarlo. El periodista accedió a sus familias y reconstruyó los procesos de negociación por su libertad, todos cifrados en millones de dólares y varios de ellos culminados sin éxito. Wright estuvo allí durante y después, como en el caso de los padres de Jim Foley, ejecutado en 2014.

“Al día siguiente, los Foley recibieron una llamada del presidente Obama, que estaba de vacaciones en Martha’s Vineyard. Diane, su madre, le comentó que Jim había hecho campaña en su favor: ‘Él esperaba que usted fuera a buscarle’, añadió. ‘Bueno, lo hemos intentado’, respondió Obama”.

La Historia con mayúscula, la de los libros que quedarán, se nutre del periodismo y del esfuerzo de los grandes reporteros por mostrar algo más de lo que ya sabíamos o creíamos saber. Wright es de esa estirpe.

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