Por Daniel Gómez Yianatos // Director de Comunicaciones de Grupo Etcheberry Mayo 12, 2017

Aunque recién en 2018 se cumplirán los 50 años del estreno de 2001: Odisea en el espacio, una cadena de cines (Cinemark) se adelantó a la conmemoración y durante mayo está presentando funciones especiales de la obra de Stanley Kubrick.

Las películas del director generan opiniones contrapuestas. Se aman o se odian. Algunos medios de comunicación desfiguraron la imagen del director, caricaturizándolo. Excéntrico, cínico, duro, misántropo, anotaban. La lista es larga. Pero 2001, el film, le colgó otro mote a Kubrick: el de arrogante.

Ver 2001 en el cine no es sólo una experiencia. Se parece más a una prueba de resistencia que a otra cosa. Sobre todo cuando la fobia al arte se ha instalado en la era de las redes sociales.

¿Puede ser 2001 el mayor alarde de sabiduría de Kubrick? Su reposición en el cine regala la oportunidad de juzgarlo. A solas, como tiene que ser.

Si algo se repite en la filmografía de Kubrick es la prescindencia de señales que le indiquen al espectador qué es lo que debe sentir. Para sus defensores, como Michael Herr, guionista de Full Metal Jacket, ese es el motivo del rechazo de los críticos a Kubrick. Han preferido no asumir lo extraño de sus obras para no parecer cándidos o poco fiables intelectualmente.

¿Y qué tono tuvo la crítica adversa a 2001 en Chile?

Héctor Soto fue lapidario en 1987, a propósito del estreno de Full Metal Jacket: “Hubo gente que se quebró la cabeza buscándole una interpretación coherente a su célebre desenlace del feto en 2001, olvidando que el asunto era más fácil de lo que parecía. A Kubrick jamás le gusta dejar las cosas muy claras porque sabe que una cierta dosis de oscuridad –deliberada y algo tramposa- robustece su prestigio de artista profundo a intelectual (…) Kubrick siempre ha pretendido ser más de lo que es y no faltan quienes lo tienen poco menos que como un pensador”.

Gastón Soublette, profesor de Estética de la UC, ha sido el más audaz en el análisis de 2001. Estableció varias franjas de interpretación, incluido un complejo sistema de símbolos religiosos hebraicos. En lo esencial, Soublette dijo que esta obra refutaba la noción de progreso que el evolucionismo conlleva. No olvidemos que el primer “acto inteligente” dentro de la película, es un crimen. El famoso monolito, que entra y sale de escena con un coro reverencial, con saltos temporales que algunos críticos calificaron de insolentes, representaría el pensamiento, y Kubrick habría querido evidenciar la insignificancia, vacío y pobreza espiritual del hombre contemporáneo. Ese es el bloque de piedra que los protagonistas descubren en la Tierra, en la Luna y en Júpiter. En la Luna, el astronauta Floyd y su comitiva posan para una fotografía como vulgares turistas junto a un monumento de la Antigüedad. Nada más parecido a los jóvenes y no tan jóvenes de hoy que se preocupan más de tomar selfies desde sus teléfonos antes que de atender lo que tienen ante sus ojos. Sea esto una obra de arte, la final de un campeonato, el cumpleaños del abuelo.

Hemos olvidado la banalidad ridícula y grotesca del retrato que hizo del 2001 Stanley Kubrick.

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