Por Jonás Preller Roldán Abril 13, 2017

En Chile, adictos por naturaleza a los realities y a la telerrealidad, el fin de semana fuimos testigos de una transmisión de (lo más probable) bajo rating, pero alto impacto: la resolución del comité central del Partido Socialista respecto de su candidato presidencial.

El resultado ya lo sabemos: los dirigentes del PS prefirieron por un amplio margen (67 versus 36) proclamar en una urna secreta a Alejandro Guillier como su candidato presidencial, dándole la espalda a uno de sus militantes más emblemáticos. Su icono más vigente.

El ex presidente apuntó a mercantilismo y cálculos electorales. Depuso al día siguiente su candidatura rechazando el caudillismo, apostando a una unidad que hoy parece no existir. La Nueva Mayoría se triza ante la posibilidad cierta de llevar como candidato a una figura que no pertenece a sus filas. Que no comulgaría con su relato.

Por el frente, Chile Vamos ve cómo la caída de Lagos podría tener un peligroso simbolismo, se podría extrapolar incluso a sus filas. Las primarias están en duda. Hoy nadie se quiere exponer a otro golpe.

El objetivo único de “matar el padre”, para Freud, era la idea del reemplazo. De que el hijo, según la figura de Edipo, sea capaz de tomar su lugar y empezar un nuevo linaje.

Hoy la Nueva Mayoría no tiene un hijo. Se queda sin reemplazo.

Jonás Preller Roldán
Director
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@jonaspreller

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