Por Andrea Lagos A. / Editora Qué Pasa Abril 13, 2017

¿Cómo te gustaría que te describieran en la prensa cuando se haga pública tu historia? — pregunta el periodista.
—Espero que no como un pervertido o un mirón. Me considero un pionero de la investigación sexual —dice Gerald Foos (en la foto).

A fines de los 60 un hombre campechano compra un motel en un pequeño pueblo de Colorado, EE.UU. Con la anuencia de su mujer, Donna, elige diez habitaciones en las que abre una mirilla en el techo  oculta como salida para la ventilación. Allí se parapetó muchas horas, noches y días. Observaba desde el desván a las parejas. El motel Manor House recibía a familias, matrimonios y también a parejas de amantes que consumaban su relación ocultos y en tiempo récord.

Desde las alturas, Gerald Foos fue testigo —por más de dos décadas— de la infelicidad de parejas que hablaban de problemas laborales y familiares, con algo de sexo entremedio. Mal sexo, por lo general. Todo lo anotaba en un diario.

Vietnam pasó ante sus ojos a través de un parapléjico que lograba tener relaciones sexuales con su mujer y de un amputado de pierna que no lo lograba por la vergüenza de mostrar su muñón.

Observó sexo heterosexual, homosexual, tríos y cuartetos. También a un hombre que tenía sexo con su oso de peluche y a unos incestuosos hermanos.

Como un clínico estudioso describió las motivaciones de la masturbación en hombres y en mujeres.

Dijo que fue testigo —desde arriba— de  un estrangulamiento (y asesinato) de una mujer por su pareja, un narcotraficante. No hizo nada para evitarlo ni confesó a la policía después.

Jamás fue descubierto observando.

Foos, el voyeur, contactó al periodista Gay Talese, autor del mejor perfil de Frank Sinatra y de más de una decena de libros. Se conocieron en Aurora, Colorado, en los 80. El  narrador fue al motel para comprobar que Foos decía la verdad. Pudo mirar parejas desde el escondite en el techo. Tuvo que firmar un contrato de confidencialidad. Talese tampoco estaba dispuesto a escribir sin revelar la identidad del voyeur. Un periodista escribe sobre la verdad, el resto es literatura.

Durante años, hasta mediados de los 80, Foos le mandó capítulos de su diario por correo. Jamás perdieron el contacto, hasta que en el 2013 le dijo que estaba dispuesto a que lo desenmascarara. Quería entregar al prójimo todo su conocimiento acumulado.

Gay Talese publicó los posibles delitos de Foos cuando ya habían prescrito, 36 años después de conocerlos. Espionaje y omisión (y complicidad) de un asesinato eran algunos.

El problema es que Talese y sus editores confiaron en una sola fuente: Gerald Foos. Y el hombre era inexacto

Apenas publicado el libro, The Washington Post informó que el hombre vendió el motel años antes de lo que decía en su diario. Y que jamás en Aurora, el pueblo, se reportó el asesinato de una mujer en el Manor House.

 “Nunca le debería haber creído ni una sola palabra”, fue la frase indignada de Talese apenas se enteró. Después comprobó que las fechas y el asesinato eran verdades parciales. Y se retractó. El libro, con toda la crítica por falta de ética del autor, le valió la pena: “Foos fue un narrador inexacto, pero un voyeur épico”, dijo el periodista.

(El Motel del Voyeur, Gay Talese.
Alfaguara)

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