Por Alberto Fuguet, escritor y cineasta Marzo 17, 2017

Creo que ya es posible hablar de una estética documental Netflix. ¿El modo Netflix? ¿El gen N? Cuando aún no se define si debería existir un canal cultural del Estado, este tipo de documental asequible, casi de revista de papel cuché (en el buen sentido), cambia la perspectiva del público masivo frente a lo que puede ser o es un documental. Netflix lo masifica y lo hace apetecible y comercial a su manera. ¿Aunque lo que creemos que es atractivo realmente lo es? ¿Una monja budista calva coreana que hace comida vegetariana que no vende y que sólo consumen otros monjes es algo comercial? ¿Una hora acerca de una diseñadora gráfica que ha apostado su vida a la tipografía es necesariamente cautivador? Depende de cómo se hace. Está claro que hoy por hoy los documentales dicen más Imagen chefs-table-netflix-david-gelb que las películas. De hecho, luego de ver de forma compulsiva y fascinado las diversas temporadas de Abstract : the art of design (el diseño como arte o el arte de diseñar) o Chef´s Table (el chef como nuestro nuevo artista), creo que estoy frente a algo nuevo que me altera y potencia. Ahora, por lo pronto, soy fan devoto de la diseñadora de luz Es Devlin (Wow: ¡ella diseñó el show de los Pet Shop Boys!) o del alucinante arquitecto danés   , y mi único interés a corto plazo es ir al Central de Lima para ver y probar las creaciones del casi-zen Virgilio Martínez (chico pituco viaja por el mundo hasta que capta que debe hacerse cargo de su entorno; sólo siendo peruano podrá ser universal).

Netflix, que desde hace rato ha optado por exhibir documentales que podrían tildarse de pop (moda, música, deporte), está haciendo gran televisión acerca de lo que podríamos llamar arte en vez de intentar hacer arte que se podría exhibir a veces por la televisión. No aborda los grandes

Imagen netflix-abstract-the-art-of-design-c (37012033)temas, pero hace algo no menor:  transformar en tema algo que uno no pensaba que lo era. El documental Netflix de raza pura (hecho en casa, por ellos) no está tan interesado en convencer o denunciar, sino en sugerir y seducir. Remixea y estiliza el más simple de los conceptos: el documental que documenta, pero que también seduce. Esta mirada generosa, de fan, que a veces roza las relaciones públicas, cree firmemente en lo que decide retratar y presenta con deleite, y algo de tensión sexual, al ser intenso-como-objeto (el factor groupie). Netflix cree en su curaduría. Lo que hacen es tan básico como audaz: los potencian. Los dejan hablar. Llevan el perfil a otro nivel. No desean enfrentarlos y no se inmiscuyen demasiado en sus posibles vicios. ¿Nadie en estos documentales tiene un pasado? ¿Una adicción? ¿No hay un chef gay en el mundo de Chef’s Table? Netflix no profundiza en ese aspecto, pero ¿importa? Lo que desea indagar es qué los hace crear, qué les hace hacer clic, qué hay en su disco duro y cuál fue el viaje que los hizo llegar hasta donde están. Esto es algo, si se piensa, revolucionario: no ajusticiar, no indagar tanto, no incomodar, pero dejar al sujeto hablar. ¿Tiene algo de publicidad? Quizás. ¿Pero acaso todo lo que aparece en los medios o en el arte no es una forma de publicidad del ego del creador o del político o del deportista? Lo impactante es que funciona; al no ir por la yugular, aquello que se podría denominar el factor humano igual aparece (traumas, taras, ansiedades). En una era tan confrontacional, donde la confesión forzada es más importante que la revelación indirecta, este acercamiento parece creativo. Netflix cree que todo es creativo (diseñar un auto, creer en los fideos ramen), lo que es muy de estos tiempos, y capaz que tenga la razón.

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