Por Jonás Preller Roldán Marzo 24, 2017

La Concertación-Nueva Mayoría tiene el recuerdo vívido: tras obtener un 20% en la primera vuelta presidencial de 2009, Marco Enríquez-Ominami declara que no endosará sus votos a Eduardo Frei R.-T. Como resultado, un mes después Sebastián Piñera se impone al candidato oficialista por 51%-48% y termina con 20 años de presidencias de centroizquierda.

El diagnóstico del bloque fue que no supieron tender los puentes con el Partido Progresista de Enríquez-Ominami, lo que se tradujo en un sonado fracaso electoral.

Ocho años después, la misma Concertación-Nueva Mayoría no está dispuesta a repetir este escenario, por eso, pese a que no lo reconoce públicamente, el bloque sigue con atención lo que pasa en el Frente Amplio.

Es complejo cifrar el apoyo que este pacto tendría en una aventura presidencial, pero si nos limitamos a la adhesión lograda por sus rostros ícono (Boric, Jackson y Sharp), su sustento electoral puede que no sea nada de despreciable.

Esto motiva a que ciertos sectores comiencen a coquetear con estas coaliciones. Que traten de recoger sus planteamientos, que busquen puntos en común en los programas. Que fuercen acuerdos.

Pero en esta avanzada hay que ser prudentes. En el contexto actual, es probable que el Frente Amplio no tenga la característica “bisagra” del PRO, por lo que una entrega sin condiciones sería excesiva.

El sentimiento hoy apunta más al centro político, aquel que seduce a Piñera, Lagos, Goic y que tienta a Guillier.

Hoy no estamos en 2009, hoy la clave parece no estar en los extremos.

Jonás Preller Roldán
Director
jonas.preller@quepasa.cl

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