Por Jorge Arellano, editor de Política Pulso Marzo 24, 2017

La explanada del Museo Nacional de Historia Natural, en el Parque Quinta Normal, fue el escenario para el puntapié inicial de una campaña presidencial que, sin embargo, ya venía desplegándose hace un tiempo. Sebastián Piñera asumió oficialmente el desafío de una nueva aventura a La Moneda, apuntando sus dardos a la gestión y reformas de la presidenta Michelle Bachelet y la Nueva Mayoría. Todo esto, escoltado por representantes de los principales partidos de Chile Vamos.

¿El hito? Cumplido. Era un hecho que se esperaba y que desencadena una “formalidad” en una competencia ya desatada. El ex presidente desde hace meses no ha dejado de aparecer en las encuestas de opinión pública liderando las preferencias sin mayor contrapeso en su sector, y aún con una distancia importante respecto a las cartas oficialistas. De hecho, Alejandro Guillier, su principal competencia, ha estancado su ascenso.

Los sondeos, que han marcado gran parte de la discusión mediática de la competencia presidencial, sitúan a Piñera a la cabeza. No obstante, con cifras que no superan aún el 30% en la intención de voto. Es decir, poniéndolo en el lenguaje de la política tradicional, el ex jefe de Estado aún no logra desmarcarse de uno de los “tres tercios” que representa la centroderecha en Chile.

Casi todo indica que los números que hoy ostenta el ex mandatario no son suficientes para suceder a Bachelet. Entonces la pregunta que se repite en la oposición, en el propio Piñera y en sus cercanos es ¿hacia dónde crecer?

Las mismas encuestas dan cuenta de otro punto fundamental: quien verdaderamente gana en números es la alternativa “No sabe/no contesta” con cerca de un 40% de las menciones. Ahí está una de las claves. De ese grupo, probablemente no todos irán a votar, pero un número importante de ellos pudiera definir los comicios de noviembre.

Entonces, los expertos electorales apuntan a que la carrera presidencial se podría dividir en dos etapas y estrategias para las mismas: la primaria y la primera vuelta. En esa línea, Piñera primero estaría buscando un discurso para atraer a los electores de Chile Vamos. En la segunda fase,  crecería hacia el centro. Para eso tiene la elección de noviembre y el posible balotaje.

Durante el lanzamiento de su candidatura, el martes pasado, Piñera mostró algunas señales. Efectivamente, la presencia de los presidentes y dirigentes de la UDI, RN y el PRI apuntó al electorado de la Alianza. En el círculo del mandatario reconocen también que fue un guiño a los propios partidos, dando cuenta de un aprendizaje respecto a su administración anterior, donde la presencia de tecnócratas generó complejas situaciones con los partidos. “Sin los partidos no se puede gobernar”, aseguran en el círculo del mandatario.

Pero también el discurso estuvo marcado por un aire “republicano”, como dicen en la oposición. De ahí que frases como “unidad nacional”, “principio de autoridad” o “amistad cívica” sonaran con fuerza la noche del martes. En la oposición han desglosado encuestas y aseguran que la base de apoyo de Ricardo Lagos en ciertos aspectos tiene coincidencias con la de Piñera. El mensaje entonces, pudo empezar a sembrar en aquel electorado que hoy apostaría por el militante PPD y que podría respaldar a Piñera en una primera o segunda vuelta.

También la estrategia de Piñera apunta a la clase media. De hecho, la ex primera dama Cecilia Morel, antes de presentar a su esposo en el lanzamiento de la candidatura, dirigió su discurso a este grupo. En el propio círculo de Piñera sostienen que temas como salud, educación o delincuencia son claves para lograr capturar el voto de ese sector socioeconómico.

Sin embargo, también existen los que apuntan a que el ex mandatario pudo haber llegado a su techo de respaldo, aunque esto no necesariamente le impediría quedarse con el sillón presidencial nuevamente. Algunos calculan que, restando a los indecisos, Piñera hoy superaría el 40% de los votos.

Según la experiencia en anteriores elecciones, la mayoría de los que no tienen preferencia en la actualidad no irá a votar y eso favorece sus aspiraciones.

Si se avala la tesis anterior, surgen otros problemas. El primero es lograr movilizar a aquellos que hoy ven con buenos ojos su candidatura. En el sector saben que hay que poner especial preocupación por ellos en la campaña y en el programa. Todo esto, además, tomando en cuenta el desorden en la Nueva Mayoría y la performance electoral que pueda tener la candidatura del Frente Amplio y los outsiders quienes, probablemente tampoco endosarán sus votos en una segunda vuelta.

Quizá el mayor problema para Piñera será no bajar el respaldo ciudadano que hoy tiene. Debe evitar que se le sigan abriendo flancos. Una situación no menor cuando desde el frente se han encargado de hacer visibles sus complicaciones —y van a seguir— por su relación política-negocios y por errores en su gobierno (2010-2014).

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