Por Jonás Preller Roldán Marzo 3, 2017

Se habla de piel. De sensibilidades. De tolerancia. De cómo este concepto se ha flexibilizado con los años. Pero el tan usado eslogan de “Chile cambió” parece no ser totalmente cierto. Porque, a la luz de los hechos, los valores e ideologías tienden a ser los mismos. Engañar nunca ha sido bueno ni lo será. Equivocarse —en determinados cargos— nunca va a ser tolerable.

El conflicto del ex presidente Sebastián Piñera es ese, y lo sabe. De ahí su reacción destemplada el lunes, cuando llamó a sus críticos a trabajar y a dejar de abusar del Estado.

Piñera no enfrenta hoy cuestionamientos más serios que los que se le hicieron en sus aventuras presidenciales anteriores. De hecho, en rigor, las críticas ahora pueden resultar inverosímiles desde muchos puntos de vista.

Presuponer que puso intereses personales por sobre los del Estado no es creíble. Frenar una central hidroeléctrica para privilegiar un proyecto minero es burdo. Pero Piñera se descompensó. Para muchos, “pisó el palito” y cayó en la trampa de sus detractores.

Quedan nueve meses de carrera presidencial, período en que Piñera tendrá que enfrentar críticas de todo tipo, donde la tensión entre política y negocios se verá extremada por su calidad de ex presidente. Sus competidores no dejarán pasar esta oportunidad, pero ese es el costo que él decidió asumir.

Jonás Preller Roldán
Director
jonas.preller@quepasa.cl

 

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