Por Diego Zúñiga Contreras, desde Bonn Febrero 17, 2017

Justo cuando la carrera por la Cancillería de Alemania se vislumbraba como una competencia sosa donde Angela Merkel ganaba trotando, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) hizo una movida magistral, un cambio de esos que se dan en las películas, cuando uno sufre con un personaje que parece morir y, en un inesperado giro del destino, saca fuerzas de la nada y se salva milagrosamente, como Rocky.

El rumor comenzó a correr en noviembre, pero se hizo realidad a fines de enero, cuando los socialdemócratas, convertidos desde hace casi una década en meros espectadores de los designios de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel, decidieron sacar de la primera fila al poco carismático Sigmar Gabriel y poner en su lugar al más popular Martin Schulz. El principal aval de Schulz es que no está en el gobierno, como Gabriel (ministro de Exteriores), y parece una figura limpia, externa: viene del Parlamento Europeo que presidió con éxito.

Gabriel, una suerte de Camilo Escalona alemán, nunca pudo congraciarse con las encuestas, un aspecto que se le da bastante mejor a Schulz. El SPD ahora ya no parece un partido medio muerto y empieza a mostrarse como una verdadera opción de gobierno. Porque la presidenta del ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), Frauke Petry, podrá vanagloriarse del respaldo de un 15 % en las encuestas, pero nunca fue una amenaza real para Merkel.

Schulz sí puede poner en apuros a la canciller que gobierna desde hace 12 años sin contrapesos a la principal potencia de la zona euro. Su salida de la presidencia del Parlamento Europeo y su instalación en Berlín ha suscitado reacciones. Las más visibles  de la prensa. Por ejemplo Bild, el diario que más vende en Alemania, lleva tres semanas poniendo al político como tema en su tapa dominical. El prestigioso semanario Der Spiegel también lo tomó como favorito, dedicándole dos portadas: una llamándolo “San Martin” y otra donde él  parece empujar a Merkel bajo el título “¿Se cae?”.

En las encuestas, el SPD, condenado por años al 20%, ahora roza el 30%, acercándose a la CDU de Merkel. Según una encuesta de Der Spiegel, si  la elección fuera directa, ambos candidatos empatarían con un 41 % de los votos. Schulz tiene a su favor una menor tasa de rechazo, del 17 %, contra el 44 que arrastra Merkel. Todo esto tiene un efecto secundario: la caída de la ultraderecha, que se ha visto borrada del mapa con la aparición del nuevo nombre que encandila a los votantes.

Superada la gran crisis de los refugiados, Alternativa para Alemania se ha quedado sin otro discurso más que el de destronar a Merkel. El negocio de concentrar la rabia en una persona puede venirse abajo si surge otra con una oferta más atractiva. Schulz podría convertirse en el sepulturero de las ambiciones de Frauke Petry (AfD), que además ha debido bregar con las polémicas de su partido, donde los nostálgicos del Tercer Reich abundan. Mientras se discute si expulsar al influyente Björn Höcke por sus dichos antisemitas, la candidata al Parlamento Elena Roon difunde una foto de Hitler con el lema “Adolf, regresa. Alemania te necesita”.

Habrá que ver si la luna de miel de Schulz dura hasta septiembre, si AfD consigue  volver a la carga y si Angela Merkel se quedará de brazos cruzados viendo cómo su poder se desmorona. La canciller tiene un punto a su favor: cuando pase el enamoramiento, posiblemente los electores ponderen algo que la revista satírica Titanic publicó hace poco, con evidente sorna: “Oscuro pasado: Martin Schulz fue un dirigente de la Unión Europea”.

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