Por Javier Rodríguez Febrero 10, 2017

Para describir el presente de la U, lo más fácil sería —tal como lo hizo David Pizarro en su presentación en el cuadro la semana pasada— hacer algún chiste con el apellido de su entrenador, el argentino Guillermo Hoyos. Pero la realidad azul ya no da para chistes. Hay suficientes memes circulando. Y la presentación del domingo pasado frente a Iquique fue la repetición de lo que ya que se veía en la cancha el año pasado. Da lo mismo si el entrenador es Sebastián Beccacece o un hombre de la casa como Víctor Hugo Castañeda: nadie sabe a qué juega la U. Pero hay un nombre que se repite en los últimos fracasos del conjunto laico: Carlos Heller.

Que iba a dejar su cargo con el estadio construido. Que serían protagonistas de la Copa Libertadores. La llegada de Heller a la presidencia de Azul Azul fue con mucho, quizás demasiado ruido. Contrataciones tan bombásticas como cuestionables, como la de Gustavo Canales, y promesas que hoy están lejos de cumplirse. Y si bien salió campeón del Apertura 2014 de la mano de Martín Lasarte, el mismo Heller —con un poco tino sorprendente— buscó a su reemplazante antes de que finalizara el contrato del uruguayo por una supuesta mala campaña. Una falta de respeto con alguien que logró sacar campeona a la U luego de la dura salida de Sampaoli.

Heller fue el principal impulsor de la llegada de Sebastián Becaccece, buscando con él revivir las glorias logradas con el casildense, tras el consabido escándalo en la ANFP. Lasarte salió inmerecidamente —con el título de Copa Chile aún fresco— por la puerta de atrás y la U comenzó a hacer el ridículo. Las escenas que más se recuerdan del año pasado, más que grandes goles son, por ejemplo, las del mismo Becaccece pateando un refrigerador en el clásico contra la UC.

Luego instaló a la ¿dupla técnica? compuesta por Castañeda y Musrri, dos ídolos del club que no se merecían el trato que se les dio. La confusión otra vez se tomó el camarín azul. Nadie sabía quién mandaba. Johnny Herrera, el capitán, que tampoco se destaca por su diplomacia, lo dejó claro ante la prensa y Heller apagó el incendio con bencina: “Los jugadores cabrones no nos gustan. Vacas sagradas aquí no hay”. Sus dichos terminaron de tirarle la hinchada encima y tuvo que reunirse con Herrera para zanjar el problema y que el arquero siguiera jugando de azul.

Con Guillermo Hoyos se pensó que las cosas podían cambiar. Aunque otra vez se definió al entrenador sin seguir una línea futbolística clara, el camarín parecía controlado. Pero la contratación de Ronald Fuentes —símbolo del club que sonó para asumir como técnico de la U— en el puesto de gerente técnico da un mensaje que, aunque desde Azul Azul lo nieguen, es claro: en caso de que Hoyos no funcione, Fuentes está con el auto prendido.

Lo del domingo en Cavancha contra Iquique fue un fiel reflejo de la administración actual de la concesionaria: desorden, poca claridad, desesperación; agresividad, incluso. Pero el mal momento azul puede revertirse: mientras la llegada de Sabino Aguad como asesor deportivo le puede dar a la concesionaria la expertise futbolística de la que carece la administración de Heller, David Pizarro puede poner la pelota contra el piso. Algo urgente, en el amplio sentido de la frase.

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