Por Jonás Preller Roldán Enero 13, 2017

Hace casi cuatro años, en abril de 2013, el entonces director del INE, Francisco Labbé, dejó su cargo en medio de profundas críticas a su gestión en el censo que se había realizado un año antes.
El que —de manera casi mesiánica— prometía ser el mejor censo de la historia, se terminó transformando en, quizás, el principal bochorno de la administración del presidente Piñera.
La tasa de respuesta, la cantidad de hogares encuestados y el margen de error (que bordeaba el 10%) hacían este instrumento inútil en cuanto a estadísticas demográficas y gestión de políticas públicas.
Hoy, cuatro años después, el gobierno de Michelle Bachelet apuesta por no repetir esta historia.
Para el próximo 19 de abril está pronosticado un censo abreviado que pretende generar la data mínima necesaria para saber cuántos somos; pero esta pretensión está circundada por una serie de factores que, nuevamente, amenazan la tarea del gobierno. Estos son la falta de voluntarios, un piloto con muchos reparos y la necesidad de convocar a funcionarios públicos para contar a la población tienen al gobierno con más de un dolor de cabeza.
Quedan casi cien días para el Censo 2017. Cien días en que el gobierno deberá demostrar una capacidad de gestión inusitada.
La amenaza es real y la respuesta debe estar a la altura.

Jonás Preller Roldán
Director
jonas.preller@quepasa.cl

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