Por Javier Rodríguez Enero 6, 2017

“Es absurdo irse allí con 25 años. Teniendo en cuenta que China es una liga en la que no interesa el aspecto competitivo”. Las duras palabras son de uno de los últimos románticos del fútbol.

El alemán Jurgen Klopp —que en la misma semana criticó a un jugador por preferir una oferta del Paris Saint Germain contra una del mítico Liverpool que él dirige— iban contra la decisión del brasileño Oscar de dejar al Chelsea por el Shanghai SIPG, donde compartirá camarín con su compatriota Hulk y ganará más de 24 millones de dólares al año.

La llegada de Carlos Tévez al Shanghai Shenhua, luego de una mediática salida del club de sus amores, Boca Juniors, siembra las dudas sobre cómo estas transacciones podrían afectar al mercado del fútbol. ¿Quién iba a pensar que un equipo chino podría levantarle un jugador a la Juventus? Pero sucedió: Axel Wisel, el “millonario prematuro”, como alguna vez calificó Marcelo Bielsa a los jugadores jóvenes que triunfaban a corta edad, dijo que optaría por el club chino “por su familia”.

¿Cómo se tasa ahora a un goleador argentino de proyección cuando un jugador en el ocaso de su carrera se convierte en el mejor pagado del mundo?

Otro aspecto que Klopp denuncia es la poca competitividad de la Superliga de China. El Guangzhou Evergrande —que hace cinco años estaba en la segunda división— es el pentacampeón nacional y ha ganado la copa de campeones de la Confederación Asiática de Fútbol en dos ocasiones: en 2013 y 2016. Ambas con dos técnicos campeones mundiales en la banca: Marcelo Lippi y Luiz Felipe Scolari. Pero su buena campaña continental no se ha visto reflejada a nivel de selecciones: no ha clasificado a ninguno de los últimos tres mundiales y en la última copa asiática sólo alcanzó los cuartos de final. Los dirigentes chinos, conscientes, evalúan incluso que los goles marcados por jugadores chinos valgan doble a la hora de hacer valer el criterio de diferencia de goles para fomentar su protagonismo. Por el momento, los equipos están obligados a jugar con arqueros chinos y sólo pueden alinear tres extranjeros.

¿De dónde viene el dinero? El presidente Xi Jinping declaró, hace poco, que quería ver al gigante asiático convertido en una potencia futbolística de aquí al 2050. Y no se quedó sólo en palabras: entre otras medidas, elaboró un proyecto social para que el fútbol se empezara a practicar en los colegios. Además, la liga china firmó un contrato televisivo con China Sports Media por más de 1.150 millones de euros, consiguiente con los esfuerzos de convertir al fútbol en el gran pasatiempo del pueblo. Cada equipo pertenece a una empresa, por lo que su éxito o fracaso repercute directamente en la percepción que los consumidores tienen de esa marca.

Los equipos europeos, antes sin competencia, deberán entrar a buscar otros argumentos a la hora de convencer a los mejores jugadores de ingresar a sus filas. Klopp ya rayó la cancha y ha dicho que no quiere jugadores que rindan en base a lo que ganen. En Rusia ya hubo un experimento similar, y jugadores como Hulk y Witsel, símbolos de la inversión rusa, ya tomaron su decisión.

Siguiendo el discurso de Klopp, algunos ya se han negado a ir a China en pos de la competitividad y la identificación con sus colores. Cristiano Ronaldo acaba de rechazar una oferta por 300 millones de euros y 100 millones por temporada.

El mercado de pases chino recién cierra el 26 de febrero. Y ya hay rumores de que el superclase gabonés del Borussia Dortmund, Pierre Emerick Aubameyang, estaría siendo tentado.
El cuento chino, recién comienza.

Relacionados