Por Felipe Hurtado H. Diciembre 30, 2016

El lunes parte el Dakar 2017. Por primera vez, en los nueve años que lleva en Sudamérica, largará desde Asunción, luego de que Paraguay se sumara al recorrido, que incluirá también a Argentina y Bolivia.
Será el segundo año consecutivo en que Chile no forme parte del trazado.

El clásico todoterreno ha entrado en una fase de sobrevivencia en el continente. Si bien mantiene su condición de la prueba más importante del cross country mundial, lentamente comienza a sufrir las consecuencias de lidiar con tramos más de mundial de rally —caminos de tierra— que a campo traviesa.

Las sucesivas bajas en el número de inscritos de la edición anterior y la actual, 356 y 316 (la menor desde que dejó África), hablan de un interés a la baja. Los 500 que reunió en 2009 suenan a quimera.
Marc Coma, el español que como motociclista ganó cinco veces el Dakar, es el encargado de armar la ruta. Ha prometido aventura y dificultad en el espíritu del evento. Con esa premisa se las ha rebuscado para dibujar un recorrido complicado y duro. Dice que lo consiguió.

Sin embargo, carece de un hito esencial en la historia de la carrera: el desierto, su arena y sus dunas. Sin Chile ni Perú como alternativa, falta el corazón de la carrera, como la misma organización llama a la Región de Atacama.

El Dakar asume esa ausencia sin hacer dramatismo público, aunque eso no significa que claudique en su intención de que nuevamente Chile sea parte del recorrido.
El problema es que para el país el evento se había vuelto blanco de muchas críticas en los últimos años; de parte de ambientalistas, arqueólogos y la opinión pública, que consideró excesivos los casi US$ 40 millones que se desembolsaron en la prueba en los años que se corrió acá, pese a que esa inversión se justificara en retorno e imagen país.

El temporal que afectó al norte en 2015 y la consiguiente necesidad de enfocar la entrega de recursos a la zona dibujó el escenario ideal para que la salida de Chile se diera sin mayores cuestionamientos.
Desde entonces, ASO, la empresa que organiza el Dakar y el Tour de Francia, le ha ofrecido lo que jamás antes había hecho: la largada y su importante ingreso de divisas, gracias a la instalación por alrededor de cuatro días de la multitudinaria caravana que seguirá la competencia durante dos semanas. Sin embargo, el gobierno de Michelle Bachelet, la misma que cerró el acuerdo en 2008 para que el rally se instalara en Sudamérica, no ha considerado suficiente esa oferta.

Por ahora, no se vislumbra que la decisión vaya a cambiar para la versión 2018, más en un año electoral en el que cualquier gasto de este tipo puede considerarse innecesario a ojos de la ciudadanía.
Chile no se niega a volver al Dakar, pero quiere hacerlo bajo sus condiciones, las que básicamente son gastar lo menos posible, mucho menos de los US$ 4 millones que incluyó el ofrecimiento de la producción en la última de las cuatro reuniones sostenidas durante este hiato.

El último avance de ASO, en todo caso, no tuvo un tono muy conciliador. En una entrevista con El Mercurio, el director de la carrera, Etienne Lavigne, dijo: “Chile tiene un campeón mundial (Pablo Quintanilla) y no quiere organizar un evento a la altura, como el Dakar”.

A propósito del vigente monarca del cross country. Este será apenas uno de los ocho chilenos que estarán el lunes en Asunción, debido al desinterés de las empresas nacionales por invertir en una carrera que no pasa por suelo nacional; una muestra que la presencia del país afecta más que sólo en el trazado.

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