Por Felipe Hurtado H. Diciembre 2, 2016

Los campeonatos cortos en Chile suman y suman detractores. Se les critica que son demasiado breves y que premian con mucho a las pequeñas rachas positivas. No son pocos los que los culpan de ser los responsables de los problemas que existen para la consolidación de los equipos, que redunda en las malas actuaciones a nivel internacional que, salvo contadas excepciones, han abundado en el fútbol nacional en el último tiempo.

Aunque en menor medida, también cuentan con sus defensores, que les celebran las emocionantes definiciones que han producido, como las agónicas celebraciones de Universidad Católica en el Clausura 2016 y Universidad de Chile en el Apertura 2014. Otro asunto que les destacan es que han permitido que equipos de menor tradición se arrimen a los primeros lugares. Lo de Cobresal, el año pasado, fue la gloria de los chicos. Y O’Higgins, en el semestre anterior, peleó hasta el último minuto la opción de sumar su segunda corona en menos de un lustro. Además, en 2012
—aunque en otro formato—, Huachipato celebró su segunda estrella.

El Apertura 2016 goza de estos condimentos. Iquique está sorpresivamente involucrado en la definición y este fin de semana, en la penúltima fecha, recibe a Universidad Católica, el monarca que machacó y machacó hasta quedar con la oportunidad de poder alcanzar un inédito bicampeonato. Ninguno levantará la copa el domingo, pero un triunfo los dejará en inmejorable posición de conseguir el objetivo.

Sin buscarlo, la historia de los nortinos posee ciertas referencias a lo vivido por Cobresal en 2015, aunque sin el drama del aluvión, que le dio más épica a su gesta. Los Dragones no se plantearon jamás estar ad portas de conseguir su primer título. Si bien en los últimos años se volvió habitual verlos clasificando a eventos internacionales, sus actuaciones en el pasado reciente no daban para ninguna ilusión.

Además, debieron trasladar sus primeros partidos como local al pasto sintético del pequeño estadio de Alto Hospicio, debido a que el Municipal fue demolido para construir uno nuevo para 14 mil personas, que será inaugurado a fines de 2018.

El año pasado, Cobresal tuvo que viajar a Santiago cuando, tras las intensas lluvias, las tareas cotidianas de un equipo de fútbol en el campamento de El Salvador se volvieron imposibles.

Pero la idea siempre fue volver a Iquique, al vetusto Cavancha, aunque después de darle una necesaria maquillada a un recinto que se había convertido en un lugar para ferias, festivales y exposiciones. Para eso hubo que trasladar el césped del derrumbado Municipal e instalar tribunas mecano que le permiten albergar a casi tres mil personas. Todas esas butacas estarán ocupadas este domingo, a las 17 horas, para el que será el partido más importante en los 40 años del conjunto iquiqueño. Universidad Católica es el grande que busca aterrizar el vuelo de los Dragones y llega decidida a tomarse revancha de ese increíble 3-3 que los nortinos consiguieron en San Carlos en 2015 y la privó de seguir peleando la corona con Cobresal, la última vez que los celestes le cortaron el camino a la corona a los cruzados.

Iquique puede sacarse la presión, es cierto. Nadie nunca apostó por ellos, así es que nadie les enrostrará absolutamente nada. Pero eso puede transformarse en un arma de doble filo. Cederle la presión al favorito y apostar a que se quiebre es una manera de ver la situación. La otra es que, de tanto entregarle la responsabilidad al otro, se les termine escapando una opción que quién sabe cuándo volverán a tener.

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