Por Álex Godoy, director del Centro de Investigación en Sustentabilidad y Gestión Estratégica de Recursos de la UDD Noviembre 4, 2016

Hoy observamos que una fracción cada vez mayor de la población empieza el proceso de jubilación y que las proyecciones originales no contemplaron incertidumbres cercanas a lo humano, aquellas propias del transcurso de la vida. A pesar de esto, y que el modelo se sustenta sobre supuestos lejanos a la realidad, numerosos expertos dan sus recetas para incrementar el sistema de pensiones dejando fuera cualidades mucho más relevantes que el porcentaje de incremento esperado; cualidades basadas en las necesidades de tal grupo de edad y si ese incremento permitirá el acceso a servicios claves en la adultez mayor.

La solución no se restringe a un cambio técnico, sino a un conjunto de políticas que permitan pensar en la calidad del envejecimiento de la población. Este es un fenómeno sin precedentes, afectando a casi todos los países del mundo, China incluida. Las personas mayores de 60 años son los de más rápido crecimiento a nivel global, siendo las mujeres quienes representan una proporción cada vez mayor. En 2012, las personas mayores de 60 años constituyeron un 11%, esperándose que para 2030 sea más alta que la fracción de menores de 10 años. Si Chile busca un desarrollo sustentable necesita estimar el cambio en la distribución por edades, ya que el crecimiento demográfico y el envejecimiento, la migración y la urbanización afectarán todos los objetivos de desarrollo que tenemos.

Al respecto, los países con una población que envejece necesitan respuestas políticas complejas para apoyar a un adulto mayor con mayores expectativas de vida y con el fin de reducir los obstáculos a su plena participación en la sociedad por medio de la protección de sus derechos y dignidad. Ya, los reportes del Fondo de Población de la Naciones Unidas alertan que la “dinámica poblacional influirá en el alcance de los objetivos de desarrollo a todo nivel de las agendas nacionales y globales”. Si no se adoptan las políticas correctas, el ritmo de cambio en las tendencias demográficas hará que sea imposible apoyar las mejoras en el bienestar de toda la población hoy y en el futuro.

Finalmente, o lamentablemente, los impactos no serán por igual, ya que son las mujeres de edad más avanzada quienes experimentan los mayores impactos en múltiples formas y que se cruzan con la discriminación de género. La atención a niñas y mujeres en edad reproductiva se ha traducido en poco o nada de datos recopilados en mujeres mayores de 49 años. Por otro lado, los impactos producto de la desigualdad de género a nivel de ingreso y expectativas laborales se acumulan durante la vida, exacerbándose en la tercera edad con ingresos escasos con efectos devastadores para mujeres de edad avanzada. Así, este tema no puede reducirse a una ecuación de libro con supuestos en la idealidad, siendo mejor hablar de políticas que de soluciones técnicas; si no pasaremos de discutir un ingreso ético a una pensión ética, que hoy para muchos es de subsistencia.

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