Por Andrea Slachevsky, neuróloga, vpdta. Coprad, Clínica Alemana y Gero - U. Chile Septiembre 23, 2016

Las preguntas más recurrentes sobre estas enfermedades son si se puede saber con certeza si uno tendrá alzhéimer y si existe una cura. Al día de hoy, la única respuesta válida para ambas preguntas es “no”.

Existen raros casos de alzhéimer hereditario, provocado por la mutación de un gen, que se inicia a una edad relativamente temprana y afecta a múltiples miembros de una misma familia. Sin embargo, en la gran mayoría de los casos no podemos saber si llegaremos a desarrollar un alzhéimer. Tampoco existe hoy una cura para esta enfermedad u otras demencias. Los frecuentes anuncios mediáticos sobre la identificación de un nuevo tipo de diagnóstico precoz o de una supuesta cura no se han traducido hasta ahora en aplicaciones concretas y efectivas en la práctica clínica.
Es difícil predecir cuándo estos “no” se transformarán en “sí”.
Los avances en medicina no son lineales, sino el resultado de la acumulación de conocimientos, golpes de genialidad y una buena dosis de azar. Cada cierto tiempo se produce un descubrimiento inesperado con grandes repercusiones, una “serendipia”, neologismo acuñado por Horace Walpole en 1754 a partir del cuento persa “Los tres príncipes de Serendip”, en el que los príncipes encuentran soluciones a sus problemas a través de casualidades.

No podemos aún predecir ni curar el alzhéimer, pero ¿es posible aprender a vivir mejor con él? A esta pregunta podemos responder con un “sí” rotundo. En 2013, la Organización Mundial de la Salud declaró que la enfermedad de Alzheimer y otras demencias constituyen una prioridad de salud pública. Los países, señaló la OMS, deben implementar planes nacionales para enfrentar el impacto socioeconómico de las demencias y otorgar una adecuada atención a quienes viven con ellas. En Chile, varias razones justifican la necesidad de un plan de este tipo. Al ser uno de los países más envejecidos de Latinoamérica, Chile es propicio al devastador “efecto alzhéimer”: a mayor esperanza de vida, mayor población de la tercera edad y, por lo tanto, mayor cantidad de personas con demencia. En Chile ya hay unas 180 mil personas con demencia (1% de los chilenos) y se prevé que esta cifra llegue a 600 mil (3% de los chilenos) en 2050.

Las demencias han irrumpido como las enfermedades que más amenazan nuestra salud: la cantidad de años de vida saludable perdidos a causa de las demencias, ya sea por discapacidad o muerte prematura, se ha más que triplicado en los últimos 20 años. Y en ese mismo periodo, las muertes atribuidas a demencias se han multiplicado por seis.
Estudios sobre el costo de las demencias han demostrado la precariedad de quienes viven con alzhéimer. El 71% del costo de las demencias en Chile corresponde a cuidados dispensados por el entorno de los enfermos. Sólo el 29% del costo corresponde a gastos en atención de salud y cuidados profesionales. Esta distribución de costo es comparable con la de países con ingresos mucho menores que Chile, como por ejemplo Bangladesh. Nuestro país no está destinando los recursos que debiera para atender a las personas con demencia.

Finalmente, existe evidencia de que un diagnóstico oportuno y un adecuado acompañamiento ayudan a convivir mejor con las demencias y mitigar su impacto.
El escritor Pierre Pachet, en su libro Devant ma mère, habla de la tentación de indiferencia y abandono que sentimos ante las personas con demencia, ante la incertidumbre de si existimos o no para ellos. Pero podemos tener la certeza de que saber convivir con la diversidad humana requiere acoger a los que no pueden velar por sí mismos, aun si ya no saben agradecernos.

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