Por Axel Christensen, dir. de Estrategia de Inversión para América Latina e Iberia, BlackRock Agosto 5, 2016

La reciente manifestación pública que expresó su disconformidad con el sistema previsional chileno, que se enfocó tan sólo en uno de sus componentes al expresarse como “No + AFP”, sin lugar se ha tomado el discurso público, y al parecer lo hará con la agenda política. Pero el tema ha estado dando vueltas en círculos especializados al menos diez años, desde la reforma que se implementó en el primer gobierno de la presidenta Bachelet.

Así como una de las razones tras el triunfo del “No” en el plebiscito de 1988 fue que había muchos motivos para manifestar esa opción, existe una diversidad de factores que es posible identificar detrás de un mensaje común de “No más”. Pero a diferencia del plebiscito, donde tras la votación la ruta era más o menos conocida, la reciente marcha no necesariamente conduce a un camino de solución.

Mil razones para decir No

Sin embargo, es importante revisar las causas del rechazo para poder identificar posibles soluciones. Vale la pena profundizar en las que suelen aparecer con mayor frecuencia entre los carteles y declaraciones.

En primer lugar, para un grupo significativo de personas pareciera que una importante parte de su descontento por las bajas pensiones actuales se relaciona con la comparación con otros sistemas que aparentan ser superiores. Así, no resulta casual que esta causa movilice a tanta gente al conocerse el pago de jubilaciones elocuentemente mayores en el sistema alternativo que cubre a los miembros —uniformados y civiles— de distintas ramas de las Fuerzas Armadas. Enfatizo que la gran diferencia de montos en ese caso particular es clave, donde la pensión en cuestión supera los cinco millones de pesos mensuales, cuando el promedio de pensiones del sistema que cubre a la mayoría de los chilenos apenas supera los 200 mil pesos.

Ello lleva a que parte importante de los manifestantes rechacen el sistema actual y quieran volver al régimen previsional de reparto existente antes de la reforma de 1981, que crea las cuentas de capitalización individual (parte importante del sistema actual, al cual se suma el pilar solidario en la reforma del 2008). Sin embargo, me inclino a pensar que no tendrían el mismo ánimo de manifestarse al darse cuenta de que esas altas pensiones son el resultado de casos de abuso al sistema previsional de las FF.AA. (mal llamado de reparto, pues no alcanza a ser financiado por sus integrantes activos y se debe recurrir a importantes transferencias del erario fiscal para pagar las pensiones). Y sería aún menor si conocieran que aquellos trabajadores que optaron por permanecer en el sistema antiguo de reparto reciben pensiones de parte del IPS que en promedio no son muy distintas a las que reciben los que optaron por cambiarse, según información difundida por la Superintendencia de Pensiones.

En segundo lugar están los manifestantes que entendiendo que es necesario mantener un pilar contributivo en un esquema mixto como el actual, se muestran contrarios a lo que consideran utilidades excesivas de los que administran las cuentas y el ahorro, las AFP. Quisieran ver más competencia e incluso la posibilidad de que actores sin fines de lucro puedan participar en la industria. Asimismo, les irrita percibir que hay una suerte de desconexión entre la rentabilidad de sus ahorros y la rentabilidad que registran las AFP.

Por último, están los que cuestionan el origen del sistema en dictadura, cuya postura tiene un fuerte componente ideológico, aunque también hay aquellos que reclaman por la falta de mayor participación de los cotizantes en el sistema en las decisiones acerca de cómo se invierte su dinero o en la elección que hacen las AFP de los representantes en empresas en las cuales mantiene inversiones.

Sí, podemos

Las maneras de abordar el malestar dependerá de qué causa lo esté generando. El desafío entonces es pasar del descontento del “No más” al “Sí, podemos”: encontrar soluciones para mejorar la previsión.

A los que busquen generar más competencia o nuevos modelos sin fines de lucro, habrá que explorar soluciones de extender la actual cotización de nuevos trabajadores a grupo mayores o revisar la regulación para permitir la actuación de AFP tipo empresas B.

A los que añoran el sistema de reparto, habrá que insistir en otras alternativas que puedan incluir componentes solidarios (voluntarios, de lo contrario dejan de ser solidarios y se convierten en impuestos) y que incentiven avanzar en lo que sí apuntan a soluciones de largo plazo. Programas de contribuciones tipo 1+1 de empresa y trabajadores que aumenten la cotización, o aportes estatales a quienes decidan postergar su edad de pensión junto con una renuncia a parte de su comisión de la AFP a quienes opten por ello, pueden ser alternativas a considerar.

Si bien hay poco que se puede hacer a quienes tiene un rechazo ideológico al sistema actual, sí es posible avanzar en los grados de participación, extendiendo las experiencias de los comités de usuarios de pensiones a cada AFP.

El riesgo es confundir lo urgente —principalmente atender la situación actual de bajas pensiones— con lo importante. La clave es analizar con el debido tiempo y los datos necesarios que cuantifiquen las opciones tomadas al momento de proponer cambios al diseño del sistema previsional. La falta de prudencia puede llevar a aparentes soluciones parches de corto plazo, pero que comprometan seriamente el sistema previsional de futuras generaciones. O como lo dijera tan elocuentemente un empresario chileno vuelto filósofo: “Las prisas pasan, las c... quedan”.

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