Por Sebastián Rivas, desde Estados Unidos Julio 29, 2016

Nadie lo pensó así cuando, hace ocho años, una entonces decepcionada Hillary Clinton hacía de tripas corazón para solicitar a la Convención Demócrata que nominara por aclamación al entonces senador Barack Obama, el rival con quien había tenido una agria campaña. En medio de los reproches, las filtraciones y la sensación de que la rivalidad era casi irrecuperable, lo último que alguien podría creer es que, en 2016, la esposa de Obama, Michelle, estaría haciendo el discurso más convencido de apoyo a la candidata en todo lo que va de campaña.

Es el cierre del círculo y de una de las alianzas políticas que, vista en retrospectiva, podría marcar entre veinte y treinta años de la historia de los demócratas. A nadie le cabe duda que Obama favoreció a Hillary como la carta para sucederlo desde hace varios años, así como hoy parece que la apuesta de los Clinton por no tensar la cuerda y respaldar a quien les había quitado la posibilidad de retornar a la Casa Blanca funcionó perfecto.

Porque en 2008, la carrera política de Hillary parecía dañada de forma casi irreversible, y su única posibilidad real parecía apostar por una derrota de Obama o una pésima gestión que le permitiera retornar en 2012. Cuando el senador ganó, fue él quien le lanzó un salvavidas con la propuesta de que asumiera como secretaria de Estado. Con el tiempo, esa jugada se revelaría como magistral, porque neutralizó cualquier intento de rebelión interna del matrimonio Clinton. Pero se asumía que había una cláusula tácita: el puesto la catapultaría nuevamente con una última posibilidad de postular a la presidencia, algo para lo que se requiere muy a menudo el respaldo del mandatario en ejercicio.

La sorpresa fue cómo la más tensa relación personal se convirtió en una sociedad política con escasos precedentes. Entre los siempre pendientes analistas estadounidenses se marca como un hito clave para la reelección de Obama en 2012 el discurso que Bill Clinton diera en su respaldo durante la convención de ese año: Obama tenía el carisma, pero le faltaba poder explicar en sencillo a los votantes que estaban mejor que en 2008, algo en lo que Bill tiene destrezas especiales.

Y el impresionante discurso de Michelle Obama de esta semana, donde defendió a Hillary al tiempo que cuestionaba sin nombrarlo a Donald Trump por su retórica divisiva y sus constantes ataques a su esposo Barack, fue la guinda de una torta que ha tenido al mandatario ayudando a Hillary durante esta campaña. Tanto en el backstage como con gestiones directas para conseguir que su rival de ahora, Bernie Sanders, la respaldara a ella tal como ella lo hizo con él en 2016.

Nadie duda de lo que vendrá en los próximos meses: Obama jugado a full por Hillary, con Bill y Michelle como escuderos de lujo. De ganarle a Trump, eso implicará que entre las dos familias gobernarán al menos 20 de los últimos 28 años, con posibilidad de cuatro años más si se reelige en 2020. Y es probable que la sociedad tenga al menos un capítulo más. El discurso de la actual primera dama ha dejado a muchos apostando porque seguirá la carrera política y postulará en los próximos años a un cargo. El modelo lo tiene cerca: es la propia Hillary quien lo diseñó, tal como Michelle le reconoció al agradecerle, en una de sus frases más sentidas, que sus hijas Malia y Sasha ya no duden de que una mujer pueda ser presidenta de Estados Unidos.

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