Por Alejandro Alaluf Julio 22, 2016

El boom comenzó a mediados de los 90. Tras un par de exitosos títulos para el Gameboy —la primera y popular consola portátil de Nintendo —, con juegos de rol basados en la captura de diversas criaturas animalescas, Pokémon (palabra nacida a partir de “pocket monster”) pasó a llenar espacios en televisión, cómics y un inagotable merchandising que marcó a fuego a toda una generación; principalmente, a los actuales millenials. Es más, es cosa de recordar a la famosa tribu urbana local, que justamente adquirió el nombre de esta franquicia. Tuvo su momento de gloria en el olimpo pop, pero con el cambio de siglo pasó a ser parte de un universo de entretención más bien de nicho. Eso, claro, hasta ahora. Porque hace apenas unos días apareció un nuevo juego, por primera vez orientado a smartphones, que literalmente ha revolucionado a todo el planeta.

Se sabía que esta nueva aventura de Nintendo iba a provocar un caos entre sus seguidores, pero probablemente ni la misma compañía esperaba el nivel de adicción que desató el juego. La magia de todo esto proviene de la realidad aumentada, tecnología que si bien existe hace ya varios años, no ha sido aprovechada del todo por el mundo móvil. Porque lo que hace la realidad aumentada —prima lejana de la virtual— es generar información adicional a lo que estamos viendo en la realidad, a través una pantalla. Puede ser desde información complementaria al enfocar un monumento o una construcción, a los mismos filtros faciales que tanto ha puesto hoy de moda Snapchat.

La aplicación fue desarrollada por Niantic Labs, una startup de San Francisco que estuvo incubada bajo el techo de Google hasta su independencia, el 2015. Ese mismo año, el pequeño estudio lanzó Ingress, un juego móvil basado en esta tecnología bastante parecido a Pokémon Go: descargable, gratis, busca que los usuarios elijan inicialmente bandos para luego salir a las calles a “hackear” portales que se encuentran ubicados en puntos trascendentes de la ciudad. El objetivo es el mismo: salir a la calle, guiarse por el celular y “pillar” cosas para luego capturarlas. Es decir, con Pokémon Go ahora los usuarios pueden replicar de manera casi exacta lo que veían cuando niños en la tele. Todo lo anterior, sumado a la fiebre generacional que ha generado, han hecho que estos últimos días los medios y las redes sociales se hayan llenado de noticias freak que delatan el impacto de la aps en los países en que ya está disponible. La aplicación aún no está en Chile, pero en Facebook ya se pueden leer historias locales de ese tipo entre quienes se las han arreglado para descargar la app de menera “alternativa”.

Todo esto ha redundado que por fin Nintendo ha podido levantar la cabeza y, de un paraguazo, en menos de una semana, ha aumentado su precio al doble. Al cierre de esta edición, el valor comercial de la compañía se elevaba por sobre los 42 mil millones de dólares, superando a colosos como Sony. Y vaya que Nintendo necesitaba un espaldarazo como éste. Porque desde la época de gloria de la Wii que la compañía no volvía a vivir un tiempo de esplendor.

Lo interesante —¿o preocupante?— es que estamos recién experimentando la punta del iceberg de este fenómeno. Cuando la cosa aterrice finalmente en nuestro país, de seguro vamos a encontrarnos en las noticias con historias de cazadores que entraron a La Moneda a buscar algún pokémon. Porque esto recién comienza.

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