Por Felipe Hurtado H. Abril 22, 2016

Hasta una derrota les servía para clasificar, pero las chicas de la selección juvenil de balonmano (sub 18) no quisieron acudir a la calculadora y con una contundente victoria sobre Canadá, el sábado pasado en el CEO, aseguraron su lugar en el Mundial de Eslovaquia. En menos de un mes, las “Lobitas” se anotaban en una segunda cita planetaria para este año, luego de que en marzo el equipo junior (sub 20) consiguiera los pasajes para el certamen de la categoría en Rusia, también en julio.

Se trata de dos hitos del hándbol chileno entre las mujeres, que hasta aquí sólo habían tenido presencia en la Copa del Mundo adulta de 2009 en China, y que se suman a los éxitos obtenidos por los varones durante la última década, en la que se han acostumbrado a asistir a las copas del mundo.

A partir del campeonato junior de Hungría 2005, los varones acumulan cinco participaciones en torneos sub 20 (sólo faltaron a Egipto 2009), tres sub 18 (desde Argentina 2011) y tres adultos (desde Suecia 2011), además de dos medallas de bronce en los Juegos Panamericanos.

Lo conseguido por las damas, entonces, no hace más que ratificar al balonmano como el deporte colectivo más prolífico de Chile en la actualidad.

Los resultados pueden llamar la atención, pues la especialidad no recibe demasiada luz en los medios ni tampoco los recursos de la empresa privada, pero que, como dice Marcel Mancilla, el presidente de la federación, se sustentan en el funcionamiento de más de 70 clubes a lo largo de todo el país y una liga que se pretende potenciar en el corto tiempo.

Hay más. La participación de chilenos en el extranjero es también fuente esencial para mantener la rueda girando. Por ejemplo, la nómina para el Preolímpico de Polonia, donde intentaron vanamente la clasificación a Río de Janeiro, incluía ocho jugadores de clubes europeos, una cifra que Marco Oneto, uno de los emblemas nacionales, espera ampliar a través de su fundación, con la que promueve a jóvenes talentos en escuadras del Viejo Continente.

El ex jugador de Barcelona cree que “las presencias en distintos mundiales (en el caso de los hombres) van de la mano a una generación que ha conseguido perdurar desde hace 15 años junto a la labor de dos buenos entrenadores, Enrique Menéndez y Fernando Capurro. De esa forma se ha contagiado y trabajado con las diferentes categorías inferiores, alcanzando muchas clasificaciones más”.

Como en la mayoría de los deportes en Chile, los avances no han estado exentos de problemas. A los infaltables de carácter económico, se añaden otros referidos a visiones opuestas, como el que tuvieron los hermanos Feuchtmann (Emil, Erwin y Harald), Patricio Martínez y Víctor Donoso, quienes renunciaron a continuar en la selección bajo el mando técnico de Capurro, esgrimiendo que se requería una nueva mano para dar el siguiente paso.

Aunque los avances son significativos –sobre todo entre los varones; las damas recién inician su camino-, las actuaciones en los mundiales han finalizado con Chile en los últimos lugares.

Con la idea de obtener ese salto, este año se contrató al español Mateo Garralda, campeón del mundo como jugador con su país, para que se hiciera cargo del representativo masculino y al argentino Miguel Ángel Interllige, ex entrenador de la selección adulta transandina, para encabezar el staff de los equipos femeninos.

Tanto Oneto como Mancilla coinciden en la dificultad que plantea avanzar sin el apoyo de la empresa privada, esquivo hasta ahora. Al tratarse de un deporte colectivo, los costos de inversión son mayores y los recursos del Estado -como asume el dirigente-, limitados, razón por la cual urge encontrar ingresos por otras vías. El inconveniente, en todo caso, no los paraliza. La opción de seguir adelante es la que siempre han tomado.

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