Por Pablo Allard, decano de la Facultad de Arquitectura y Arte, UDD Abril 22, 2016

Las lluvias recientes pusieron a prueba la resiliencia de la capital, recuperando la normalidad de sus funciones básicas en sólo dos días más allá de los incómodos cortes preventivos de agua que aquejaron a millones de personas, o el accidente en la obras del nudo vial Santiago Centro Oriente, que desvió las aguas del río Mapocho hacia los túneles de la Autopista Costanera Norte inundando además un amplio sector de Providencia.

Ahora que las nubes han pasado y las bombas terminan de sacar el agua de oficinas y locales anegados, podemos decir que la ciudad respondió muy bien a este evento. Pese a la alarma y espectacularidad de las imágenes, gracias a Dios las lamentables pérdidas humanas son mínimas y las materiales acotadas. Para dimensionar la magnitud de esta “tormenta perfecta”: a la fecha ha llovido en Santiago más de 100 mm, cuando en un año normal el promedio es de 7,2 mm. En este sentido, la ciudad no colapsó ni se vio sobrepasada, sino más bien fallaron los planes de contingencia en dos casos puntuales pero complejos y evitables; de naturaleza completamente distinta y que se están investigando para determinar responsabilidades y compensaciones.

Quienes quieren aprovecharse del pánico para estigmatizar a las Concesiones de Obras Públicas o a la participación de privados en la construcción y operación de servicios como el agua potable o las autopistas urbanas, desconocen que en parte, el hecho que Santiago no haya colapsado fue gracias a las inversiones realizadas en los últimos años por el MOP en obras hidráulicas, colectores y piscinas disipadoras de energía en quebradas precordilleranas, a las que se suman obras desarrolladas por los privados como el colector interceptor del Mapocho, los colectores a lo largo de la autopista Américo Vespucio o el aumento de capacidad del cauce del Mapocho cuando se construyó Costanera Norte.

¿Qué falló, entonces? Ello está por verse, pero todo indica que se trata de un error de criterio respecto a los planes de contingencia y capacidad de reacción frente a una tormenta que se veía venir. En el caso de la inundación en Providencia, hemos visto como se han achacado responsabilidades entre autoridades, el fiscalizador, el concesionario o la constructora. Es importante señalar que la Dirección de Obras Hidráulicas del MOP regula y protege con celo la intervención en los cauces urbanos. De hecho para el proyecto Centro Oriente, exigió que se construyera una maqueta a costo de la concesionaria de toda la caja del Mapocho en el Instituto Nacional de Hidráulica, de manera de modelar todos los escenarios posibles de intervención y crecidas durante las obras. Estos escenarios derivan en condiciones que consideran holguras de seguridad para eventos de cierto período de retorno, así como planes de contingencia en caso que se produzca un evento de magnitud superior al esperado. Por otro lado, cabe destacar que el concesionario recuperó las condiciones de operación de la autopista en sólo 36 horas, y tanto ellos como la constructora se encuentran trabajando con locatarios, empresas y municipios afectados los distintos mecanismos de compensación por los daños.

Antes de rasgar vestiduras o dejarnos llevar por las pasiones, tenemos que esperar el resultado de las investigaciones para determinar quién falló y por qué. En el intertanto, más que cuestionar la asociación público-privada en el desarrollo de nuestra infraestructura, debemos sacar lecciones, reconocer los errores y reconstruir las confianzas de manera que podamos avanzar en seguir desarrollando nuestra infraestructura para contar con ciudades más sustentables y resilientes.

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