Por Robert Funk, PhD de la London School of Economics. Marzo 22, 2016

La última vez que un presidente estadounidense visitó Cuba, hace casi un siglo, llegó en un barco de guerra.  Fue Calvin Coolidge quien, al parecer, no tenía el mejor asesor de imagen. Barack Obama, por otro lado, entiende muy bien lo que significan los simbolismos en la política. Hablar de “la tierra de Martí y Fidel”, pasear con su familia por la Habana, o sacarse fotos delante del gigantesco mural del Ché Guevara en la Plaza de la Revolución, dejarán imágenes simbólicas muy fuertes para el inconsciente colectivo.

También simbólica fue la conferencia de prensa que ambos presidentes ofrecieron después de su sesión de trabajo del día lunes. La primera pregunta de la prensa, vino de un reportero estadounidense, Jim Acosta, hijo de refugiados cubanos. En un español agringado, Acosta le hizo varias preguntas a ambos presidentes, pero a Castro lo interpeló por los presos políticos en Cuba. Mientras hablaba el periodista, y le contestaba Obama, la cara del presidente cubano alternaba entre una sonrisa irónica, confusión, y enojo. Le pidió ayuda a un asesor, se ajustaba los audífonos, movía sus papeles.  Sorprendió que Castro no hubiera estado más preparado por una pregunta tan obvia.

Al completar su respuesta, Obama le recordó a Castro que la segunda pregunta –la de presos políticos–, era para él. El presidente cubano se puso beligerante: “Deme una lista de los presos y los libero. Deme los nombres. Si los tenemos, serán liberados antes de la noche,” respondió Castro. Y luego, el cubano se quejó que la prensa, tanto la doméstica como la internacional, le estaba dirigiendo demasiadas preguntas. “Dije que respondería a una, y ahora son una y media”, fue su respuesta ante una consulta sobre derechos humanos.

Para ésta Castro, eso sí, estaba más preparado. Dijo que Cuba cumple con la mayoría de los “61 instrumentos internacionales” de derechos humanos, y que para él la salud y la educación universales eran tan importantes como otros derechos, implicando no tan sutilmente que EEUU tampoco cumple con lo que él considera DDHH básicos. Luego de haber transformado la pregunta en una arremetida en contra de los EEUU, Castro pidió que “No politicemos los derechos humanos”.

Después de haber respondido a su “pregunta y media”, Castro visiblemente molesto, anunció, “Creo que con esto basta. Hemos concluido. Gracias por su participación”.

El efecto fue inmediato; cubanos hablando con la prensa internacional destacaron el impacto que tuvo ver al líder tener que responder preguntas incómodas. Fue la primera vez que, frente a todos sus conciudadanos, se enfrentaba el régimen a cuestionamientos sobre los derechos humanos en la isla.

Hace varios años que Raúl Castro intenta transformar la economía cubana, habiendo perdido el patrocinio primero de la Unión Soviética y, luego, de Venezuela. Castro entiende que la modernización es necesaria, pero su modelo no es la perestroika de Gorbachov, que dio curso al colapso de la URSS, sino el camino Vietnamita: control político combinado con liberalización económica. Pero Vietnam existe en una región dominada por China. Cuba desea intentarlo a 150 km de Miami. Su población, que es solo un 12% del país asiático, está envejeciendo, y no cuenta con la infraestructura que permitiría un salto hacia el modelo vietnamita.

Ahí están los límites del plan castrista. La apertura económica va a implicar la llegada de capital estadounidense, de dólares (ahora sin el gravamen de 10% que se había impuesto) y de turistas. Empresas norteamericanas van a empujar por la eliminación del bloqueo económico, para poder participar en las nuevas oportunidades. La experiencia china (como la chilena) muestra que el crecimiento económico trae un aumento en desigualdades sociales. Esto conllevará nuevas presiones sociales y políticas.

Por eso es que, a diferencia de lo que dicen los detractores, la visita de Barack Obama, y especialmente la conferencia de prensa, fueron tan importantes. Obama fue calmado y encantador; Castro se vio viejo, nervioso y defensivo. Obama reconoció que le gustaría ver más avance en materias sociales en su país; Castro negó que existieran presos políticos. Tal como, en la década de los 60, el líder checo Alexander Dubček quiso implementar el ‘Socialismo con rostro humano’, Obama vino a Cuba a vender el capitalismo con rostro humano.

No debiera sorprender, entonces, si al final de esta visita sea un fastidiado Raúl Castro el que estará pensando, ‘Yanqui, go home’.

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