Por Cristobal Peña, director Escuela de Periodismo UAH Septiembre 17, 2015

Hace ocho años, cuando estaba cerca de publicar Los fusileros, un libro sobre el atentado a Pinochet, me reuní con un sociólogo de una empresa de lobby y comunicaciones que había sido militante comunista. Ese sociólogo se entusiasmó con mi libro, y me dijo que quizás ayudaría a que mucha otra gente que participó o colaboró con el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) saliera del clóset. Esto es: que saliera a decir de manera pública que, de una forma u otra, a mucha honra, había participado de la lucha armada contra Pinochet.

El antiguo militante comunista opinó que sería un gran logro histórico. Opinó luego, ahora desde su faceta de asesor en comunicaciones, que de paso también sería una estupenda estrategia comercial para el libro.

Nada de eso ocurrió en su momento. Pero desde entonces han cambiado algunas cosas en el modo en que la sociedad chilena asume esa historia. La constatación está en Guerrilleros, la serie sobre el FPMR de Chilevisión.

Una cosa es aparecer hablando de ese tema en un libro. Pero otra distinta es salir en televisión, sin capucha, reconociendo acciones armadas contra la dictadura. Hay comprometidas acciones de sangre, que en algunos casos aún no prescriben judicialmente. Y hay también una sanción moral y política que permanece en un sector no menor de la sociedad.

El FPMR fue el más potente y masivo grupo de insurgencia armada de nuestra historia. Se opuso con violencia a un régimen violento, fundado en el terror. Pero también, luego de eso, se opuso por las armas a una democracia que, si bien tuvo aspectos cuestionables, fue decidida por voluntad popular.
Si no es fácil ni popular defender al FPMR, tampoco lo es dar la cara y asumir acciones armadas. De ahí el valor y la importancia de la serie.

Guerrilleros es una historia audiovisual del FPMR en clave de no ficción. Tiene un archivo valiosísimo y testimonios de gente de primera línea que no había salido en televisión. Entre ellos, “Fabiola”, la única mujer de entre 20 hombres que esa tarde de septiembre de 1986 disparó contra la comitiva de Pinochet.
Pero tan importante como lo anterior es que la serie no apuesta al empate ni aspira al equilibrio político. Es la versión del FPMR y punto. Lo mismo valdría para la contraparte:sería muy interesante que los agentes de la CNI contaran su versión; eso sí, para que tuviera sentido y valor, los agentes —tal como hacen los frentistas en Guerrilleros— tendrían que aparecer a rostro descubierto y explicar cómo y por qué torturaban y hacían montajes para simular asesinatos. Sería un éxito de audiencia.

Guerrilleros no es el primer documental donde hablan los frentistas, pero sí el primero donde la historia completa del FPMR está contada como se merece. Con los recursos necesarios para ir en búsqueda de imágenes y personas a las que no es fácil encontrar ni menos hacerlas hablar ante una cámara. De paso, también, rompe con un maleficio en la industria audiovisual chilena.

Cuatro años atrás, el mismo canal emitió una miniserie que contaba la historia del FPMR desde la ficción. Amar y morir en Chile, de Alex Bowen, fue hecha con tanta precariedad e impericia que por poco superó a Cicatriz, una curiosa película sobre el atentado a Pinochet que a mediados de los 90 filmó Sebastián Alarcón, con presupuesto escaso y actores chilenos y rusos. La serie de Bowen debía ser épica, pero resultó graciosa. Claro que a mí no me hizo ninguna gracia, porque tomaba escenas y diálogos completos de mi libro sobre el FPMR, sin que el director se tomara la molestia de pedirlos prestados.

Guerrilleros está a años luz de lo anterior. Hay talento y recursos. Y, sobre todo, hay coraje por parte del canal para emitir esa serie. Talento, recursos y coraje. No es poco para la televisión chilena de estos días.

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