Por Catalina Jaramillo, desde Nueva York Julio 15, 2015

La obra de la artista chilena Manuela Viera-Gallo se caracteriza por explorar en temas sociopolíticos desde su historia personal. Así ha abordado temas como el capitalismo, la violencia doméstica, la vigilancia por parte del gobierno, el poder y el exilio. En su última exposición, “Clandestina”, expuesta en 2013 en Bogotá, rescata cartas de amor con que se correspondían sus padres cuando su padre, el nuevo embajador en Argentina José Antonio Viera-Gallo, estaba exiliado en el Vaticano. Pero a pesar de vivir en Nueva York por más de diez años y de haber nacido en Roma, nunca había tocado un tema con el que se ha codeado durante toda su vida: la migración. 

Para hacerlo, la artista eligió llevar sus cuestionamientos a una narración mitológica usando la leyenda de Jauja. Descubierta por Francisco Pizarro en Perú, la ciudad de Jauja se volvió ciudad utópica de la abundancia en las narraciones de Lope de Rueda en 1547. En “Tierra de Jauja” un par de ladrones le describen a un hombre un lugar donde hay ríos de miel y leche, árboles con troncos de tocino y hojas de pan y barriles de vino por doquier, que dicen “cómeme, bébeme, cómeme, bébeme”. Cuando el pobre hombre no puede más de ensoñación, los ladrones le roban todo. 

“Es divertida y terrible a la vez”, dice Manuela Viera-Gallo. “Porque al llegar al momento de placer máximo, cambian los roles y todo se va al carajo”. 

Esa dicotomía entre placer y dolor está presente en toda la muestra, titulada “Jauja”, que consta de dibujos y esculturas que relatan el viaje de una pareja que sale en busca de una utopía que en el camino se vuelve costosa. 

En la serie “Cronogramas”, la artista dibuja en aserrín escenas surrealistas por las cuales pasan los personajes de lo que Viera-Gallo llama este ‘movimiento jaujeano’. La lógica se tergiversa y muchas veces los animales toman el control. Una oveja echa a su pastor, un hombre carga un caballo en la espalda y un pavo cocina a un hombre al palo. En el fondo, la cordillera de los Andes y la silueta de Manhattan contextualizan la historia. “El pavo puede ser Estados Unidos que nos está comiendo vivos a los inmigrantes”, plantea la artista como interpretación.  

Algo parecido ocurre en “Sísifa”, dibujado en aserrín en un muro de la galería. La obra muestra a una mujer cargando una enorme piedra montaña arriba, hasta que llega a la cima y se le cae –el mito de Sísifo en femenino. Y en “Catching Dreams” (Agarrando sueños) una escultura de puntudas estacas de madera puestas en círculo, al centro de la sala, como una gran corona de espinas. “Las estacas marcan un límite. Hay una esperanza en la mitad del círculo, pero si quieres entrar a ese círculo tienes que pasar por el dolor”, dice Viera-Gallo.

El uso de aserrín, un material de desecho, remarca el poco valor que se les da a los inmigrantes. Y el recorrido en total, casi un vía crucis, sugiere que el sueño no era tan jauja. 

“En mi experiencia personal, Jauja nunca existe. Y cuando existe, tienes una pérdida muy grande; de tu familia, tu tierra, pero sobre todo de tu identidad. Uno se acopla a una identidad que no es propia y está en constante lucha porque nunca tienes igualdad de derechos”, explica Viera-Gallo. 

“Jauja” estará expuesta durante julio en la Y Gallery, que representa a la artista desde hace cinco años en Nueva York. La galería está ubicada en medio del barrio donde primero se asentaron los inmigrantes: el Lower East Side, que se ha convertido en los últimos años en el epicentro de galerías de la ciudad.

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