Por Michael Munger Abril 12, 2012

En Chile se debate sobre una reforma al proceso por medio del cual los partidos eligen a sus candidatos. Como profesor de Ciencia Política, perito frecuente en los tribunales, y habiendo sido también candidato en alguna oportunidad, puedo informar sobre la experiencia en estas materias en los EE.UU. En resumidas cuentas, las primarias son en verdad poco más que loterías mal diseñadas. Las primarias recompensan el extremismo, reducen la rendición de cuentas de los partidos, y devalúan la imagen de marca de los partidos, de la cual ellos dependen para representar a los votantes.

A lo largo de la mayor parte de la historia de EE.UU., los partidos eran cabalmente responsables de elegir a sus propios candidatos. Sin embargo, hace unos 100 años, EE.UU. se trasladó a un sistema primario, donde los votantes eligen a los candidatos directamente.

En la mayoría de las primarias, la participación es del 15% o menos. Quienes participan tienden a ser los más extremos, ideologizados, ya que los votantes centristas no están interesados. Por otra parte, dado que deben elegir entre 3 ó 5 o hasta 7 candidatos, los resultados reflejan simplemente el azar. El candidato que es más extremista suele ganar porque los candidatos centristas dividen el voto. Así, el sistema está cada vez más polarizado, pues los más extremistas han llegado a someter a la organización del partido,  que también está preocupada por la elegibilidad y el liderazgo de los candidatos.

En un mundo perfecto, un sistema de primarias parece acercar la selección de candidatos y el proceso político a la gente.  Pero hay dos problemas.  El primero es la información: los votantes no saben mucho acerca de quienes postulan. El trabajo de los partidos es reclutar, entrenar y luego presentar los mejores. En un sistema de primarias, un candidato que es excelente pero desconocido nunca será elegido.

El segundo problema es la acción colectiva: la capacidad de entusiasmar a los votantes con un mensaje coherente y el programa legislativo del partido. Pero si éste no puede elegir sus propios candidatos, entonces no es posible presentar un programa coherente. El partido ni siquiera será capaz de ponerse de acuerdo entre sí, debido a que sus propios miembros representan una muestra confusa de opiniones aleatorias.

Los partidos deben ser capaces de presentar un candidato de su designación, y llevar a cabo un programa legislativo de su selección. Sin partidos responsables la propia democracia es imposible. Un sistema de primarias que debilita los partidos también debilita la democracia.

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