Por Mariana Aylwin Julio 30, 2010

1. Vayan mis excusas a los sabios y sabias de este país que se sienten contrariados con la campaña para apoyar la postulación al Premio Nacional de Literatura de la escritora chilena más leída y más premiada universalmente. Perdón también a los honorables miembros del jurado por las presentaciones con los antecedentes de Isabel Allende que incluyen cartas de respaldo, entre otros - ¡qué asco!-, de políticos y mujeres. Además,  presento mis particulares disculpas por participar de la página en Facebook donde se expresan los lectores, por si se sintieran vulnerados en su independencia a causa de ello.

2. Reconozco que mi motivación por involucrarme en esta causa -que Isabel Allende obtenga el Premio Nacional de Literatura- nace de un sentimiento mucho más indigno que ser una admiradora de la trayectoria de la escritora. El solapado veto que esconden los comentarios acerca de sus méritos -tales como comparar su obra con la comida del McDonald´s o su calificación (o descalificación) como una escritora "de mercado"- me provoca un sentimiento de rebeldía frente a un elitismo arrogante y provinciano, que no se condice con el avance democrático que Chile ha vivido durante los últimos años.

3. No sé si las elites serán iguales en todas partes. Pero en nuestro país, tanto en el ámbito social como intelectual, la elite se siente poseedora de la verdad y del buen gusto y está llena de certezas. Sólo los que pertenecen a esos grupos reducidos y superiores saben distinguir lo que es bueno de lo que es malo y lo hacen desde su propio mundo, aunque sea pequeño. Los demás, confunden sus gustos o intereses con lo que está bien o es de calidad. De allí deriva su desprecio por lo masivo y  popular, porque se escapa de sus parámetros.

4. Isabel Allende es víctima de este elitismo arrogante y provinciano. Vende millones de libros, sin embargo para los beatos vender sigue siendo un pecado. "Literatura de mercado", la llaman. Si además de vender es la escritora nacional más leída en Chile y el mundo, ¡qué importa! Al contrario, no es posible que algo que les gusta a tantos pueda ser de excelencia o trascendente. Peor aún, sus lectores son principalmente mujeres. Tampoco vale que sea estudiada en cátedras de literatura, ni que haya recibido premios y doctorados en destacadas universidades, ni que sus novelas hayan sido adaptadas al teatro y el cine. Nuevamente se expresa el provincianismo. Algo similar ha pasado con el Premio Nacional de Música, que ha sido esquivo para músicos como Vicente Bianchi.

5. Me encanta Andrea Palet, la sigo en Twitter y la encuentro brillante. Pero francamente no entendí sus nueve puntos, que han sido bastante celebrados por los inteligentes de la plaza. No sé qué quiere decir con que éste sería un "premio a la impostura", ni qué debiera pasar para que no lo fuera. ¿Por qué podría ser "una falacia"  la expresión pública de los lectores de Isabel Allende? A ella le aburren sus libros; a mí me entretienen y encuentro que tiene aciertos notables. Así también me entretienen y me aburren indistintamente otros consagrados escritores. ¿Por qué en el caso de Allende no es cuestión de gusto sino de calidad? Por cierto, el jurado decidirá y puede hacer lo que le parezca, pero lo que no pueden -ni el jurado ni la elite intelectual de este país- es pretender que todos esperen en  silencio que salga el humo blanco de su sabiduría. Eso ya no se resiste… felizmente.

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