Por Rodrigo Wagner* Julio 23, 2010

En Chile la final del Mundial de  Inglaterra 1966 se vio en blanco y negro. Y ojo que ni siquiera estoy hablando de los míticos televisores marca Antu, fabricados -en los 70- en el sobreprotegido cluster de electrónica de Arica, sino que de sus pocas predecesoras, conocidas como las teles a tubos. En contraste, el Mundial de México 1986 se vio en colores y con repeticiones, las que incluso nos mostraron en tiempo real "la mano de Dios" de Maradona.

Más allá de lo anecdótico, ésos fueron 20 años de tremendos cambios tecnológicos en el mundo.  ¿Pero qué pasó durante esos 20 años con nuestra producción si la medimos por persona en edad de trabajar?

La respuesta es que no pasó nada de nada. Los datos recopilados por el Banco Mundial muestran que en esos veinte años el crecimiento fue básicamente 0%. Usted leyó bien, cero.  Y no por falta de experimentación: en ese periodo probamos "de todo", desde comunismo a neoliberalismo. El mundo desarrollado creció un montón en esas dos décadas, pero nosotros no crecimos nada.

Este pasado sin crecimiento es la parte de la película que muy pocos comentaristas cuentan cuando idealizan la "década dorada". Con dicho apelativo se refieren a la década 1986-1996,  donde la economía chilena creció a la sobreexpuesta tasa de 7%. Sacar la "década dorada" de contexto -como hacen varios analistas de la plaza e incluso hizo un senador en su best seller- es peligroso para repensar nuestro país.

De hecho, si tomamos el promedio de las tres décadas, entre 1966 y 1996,  resulta que anduvimos a la misma velocidad que las economías desarrolladas como Australia, pero sin acercarnos nunca. En los años 60, un chileno en edad de trabajar producía un cuarto de lo que producía un australiano; pero resulta que en 2007 esa relación sigue siendo la misma. Y eso que hicimos las tareas como ningún otro país en el mundo. A pesar de crecimientos, equilibrios fiscales, reformas de mercados, privatizaciones, metas de inflación, masificación de la educación, DL 600, DL 701 y DL chorrocientos uno…

Es innegable que crecimos mucho en la "década dorada", pero lo que ocurre es que en los veinte años anteriores estuvimos durmiendo por debajo de nuestro "techo histórico", que era producir un cuarto que los australianos. Cuando volvimos a alcanzar ese ratio, al final de los 90, simplemente nos desaceleramos.  Algunos le echan la culpa a la crisis asiática y su manejo. Yo creo que es importante cuidarse de las crisis, pero nuestro problema de crecimiento es más complejo.

Nuestro frenazo post 1999 contrasta radicalmente con la experiencia coreana. Ellos eran más pobres que nosotros en los 60. A los pocos años, los coreanos nos pasaron en una moto y desde entonces no han parado más. Ellos sí que están pillando a Australia; nosotros no.

La lección clave es que no podemos planificar las políticas de crecimiento de hoy como si estuviéramos nuevamente al principio de la "década dorada", en 1986. Obviando esta crisis, hoy no venimos de las pobres cifras de los años 70, por lo que tampoco abundan las ganancias de productividad fáciles. Por eso sería un tremendo error para el país creer que con "más de lo mismo" lograremos crecimiento. Mi impresión es que una reformita por aquí y una liberalización por allá no nos alcanzan para subirnos a una moto estilo coreano.

El precio de los commodities y la recuperación internacional ayudarán en el corto plazo. ¿Pero cuándo cruzaremos el umbral de producir sólo un cuarto que los australianos?

Ésa es la verdadera pregunta para nuestro país.

*PhD (c) Universidad de Harvard.

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